Nacimiento de Emma, historia de Paula, en La Milagrosa (con Gaia Zocchi)
“Vuelvo a empujar y a pesar de que sigo diciendo que no puedo más sé que algo ha cambiado, al empujar noto alivio y eso me permite recuperar el control… Siento cómo me abro a lo bestia, el aro de fuego, que no es aro de fuego, es que me voy a desgarrar por mil sitios, pero ya me da igual todo, no puedo parar de empujar y sigo ¡¡¡¡¡AHHHHHHH!!!!! Me escucho y me asombro del sonido de mi grito, porque es tremendo y profundo, no sale de la garganta sale de más adentro, desde el pecho y las entrañas, no sabía que pudiera producir ese sonido… ya ha salido la cabeza, no puedo parar de empujar, empujo más fuerte, me incorporo y veo deslizarse el cuerpo entero rápidamente, ¡Dios mío, mi niña, mi niña! En menos de 3 segundos la tenía en mi pecho… y todo el dolor se había esfumado por completo. Mi hija había nacido.”
Todo empezó unos 3 días antes del parto, en torno al 8 de diciembre, cuando comencé a tener contracciones por primera vez dolorosas. Aunque no eran contracciones de parto, puesto que no eran efectivas, para mi ya significaban el comienzo de todo.
ANTECEDENTES
Desde el principio del embarazo me preocupé de buscar un ginecólogo respetuoso y pro-parto natural para tener a mi hija. A pesar de no conocer absolutamente nada de este mundo, la intuición me decía que las cosas debían hacerse de otro modo, menos agresivo y dramático, más bonito y natural.
En Segovia, donde resido, la oferta no es muy extensa que digamos. Así que empecé a indagar y descubrí sitios como El Parto Es Nuestro, gracias a los cuales tuve acceso a libros y experiencias que me dejaron claro cómo quería que fuese mi parto.
Tras leer varias referencias muy buenas de ella, opté por llevar mi embarazo y mi parto con Gaia Zocchi en las salas de parto natural de “La Milagrosa”. Al principio hacía el seguimiento también por la Seg. Social en Segovia, por miedo a que surgiera alguna urgencia o similar y no me diera tiempo a ir a Madrid. Al final descubrí que lo único que conseguí con eso era llevarme un susto detrás de otro, gracias al alarmismo y el afán de intervencionismo de muchos de los que allí trabajan. Afortunadamente, siempre tenía a Gaia para calmarme cuando esto sucedía.
UN TERCER TRIMESTRE ACCIDENTADO
Los últimos meses de embarazo habían sido muy jorobados. Primero mi chico tuvo un accidente de tráfico bastante gordo del que, afortunadamente, no ha habido que lamentar nada grave; después, a mi me dio una ciática de las de libro, brutal y salvaje que me hacía chillar de dolor cada vez que respiraba (terrible, en serio); y, cuando empezaba a recuperarme de la ciática, me encontré con la horrible noticia del repentino fallecimiento de mi madre, apenas un año después de haber muerto mi padre. El mazazo era excesivo y cómo no iba mi niña a padecer todo esto.
Un mal día decido ir a que me hagan una eco en un privado de Segovia (para que quede claro que no es solo la Seg. Social), puesto que no noto a la niña desde hace tiempo y después de la ciática tengo miedo de que le haya afectado tanto dolor y estrés, y de pronto me sueltan que el bebé viene muy pequeño, posible CIR (crecimiento intrauterino retardado), que incluso puede deberse a malformaciones del digestivo y no sé que más barbaridades, que seguro que hay que sacarlo y bla, bla, bla. Y yo paso de querer a toda costa un parto con Gaia a temer por la vida de mi niña, a dudar y no confiar en mi cuerpo y en mi intuición, a sentirme enferma. Me hicieron una eco doppler y se constató que no había problema alguno, aunque la niña traía el percentil bajo y era bastante pequeña, Gaia me confirmó que todo estaba bien y consiguió que recuperara mi confianza. Eso sí, los días que pasé hasta ese momento no se los deseo a nadie.
Desde ese momento me abstraje de todo, solo comer, dormir siestas y recibir mimos de mi chico, no pensar en nada más que en Emma. Y a pesar de que fue difícil, porque las circunstancias eran muy fuertes, parece que lo logré porque la niña empezó a coger algo de peso, poco pero algo, que era lo importante.
UNA DE INDUCCION
Desde aquel susto, en la Seg. Social decidieron hacerme monitores cada semana desde la semana 36. Aunque yo seguía segura de continuar con Gaia, decidí ir a monitores en Segovia más que nada para oír a mi niña… tenía claro que no iba a permitir ningún tacto ni nada y que en cuanto se pusieran pesados dejaría de ir. Y así sucedió, que cuando me faltaban un par de días para cumplir la semana 38, me tocó de turno una señora fea y mala como la bruja de Blancanieves que se empeñó en hacerme un tacto. Ante mi negativa cargada de educación y argumentos y la mirada atónita de la enfermera y la residente que la acompañaba, nuestra querida ginecóloga recurrió a lo fácil, la amenaza: "Es pequeeeeñaaaaa" - me decía en un tono malvado - "a lo mejor hay sufrimientooooo, a veces es mejor induciiiiiiiiirrr". Como vio que, lejos de acobardarme, le pedí que me dijera claramente (y en tal caso lo escribiera en el informe) si la niña estaba en situación de riesgo en ese momento ya que, si no era el caso, no veía necesidad de tactos ni mucho menos de inducciones, pues se enfurruñó y me dijo que volviera a los 3 días pero mentalizada de que me iban a hacer un tacto para valorar una posible inducción. Nos despedimos con un adiós, buenos días, y aún me están esperando.
Desde ese momento, y tras ser una vez más tranquilizada por Gaia, decidí que se acabaron las visitas al hospital de Segovia, que si surgía alguna urgencia ya tenían mi historial, y decidí centrarme única y exclusivamente en Gaia y en sus indicaciones, algo que debería haber hecho mucho antes, que bastantes disgustos y sustos absurdos me hubiera ahorrado.
LOS COMIENZOS
Como decía al principio, en torno al día 8 de diciembre, semana 39 según medidas de la primera eco y de mis cálculos de ovulación (según fecha de última regla me salía una semana más), empecé a tener, por primera vez, contracciones dolorosas. Tras una noche de contracciones continuadas, aunque no regulares, opté por llamar a Gaia y quedamos en vernos en Torrelodones esa misma mañana. Salimos de casa dispuestos, con todo en el coche preparado para quedarnos en la Milagrosa. Sin embargo, y a pesar de mis ganas de empezar ya, yo tenía la sensación de que aquello aun no iba en serio. Y era una faena, no hacía más que repetirse en mi cabeza la palabra pródromos y todo lo que había leído sobre ellos, que si podían durar muchos días y que eran un rollo porque, siendo las contracciones dolorosas, no eran efectivas y por tanto, no ayudaban a la evolución del parto, etc.
Al llegar a Torrelodones mis temores se confirmaron: apenas se estaba comenzando a ablandar el cuello del útero. Gaia me dio ánimos, me dijo que era totalmente normal, que así empezaba todo y que tuviera paciencia. Estuvimos bromeando porque el sábado ella tenía un curso de homeopatía que le gustaba mucho y me dijo que le comentase a la niña que sería un detalle no poner en marcha el parto ese día. Eso me gustó, porque dejaba claro que era la niña la que ponía en marcha el parto, y nadie más. También me dijo que, además de caminar, los langostinos y las gambas contienen prostaglandinas que podían ayudar. Bueno, y el sexo también, ¡pero ese no quería ni verlo con las contracciones que tenía! Así que vuelta a casa con el recado.
Lo cierto es que me lo tomé con mucha filosofía. En ese momento respiré hondo y me relajé, aquello podía durar uno, dos, tres o bastantes días más, así que mejor concentrarse en sobrellevarlo lo mejor posible y no ponerme nerviosa.
Esa noche, aunque los dolores continuaron sin dar tregua, relajé mi mente pensando que aun no estaba de parto y conseguí dormir al menos un poco entre contracción y contracción.
Al día siguiente me fui con mi chico y mientras él estaba en rehabilitación por lo del accidente, yo me caminé Segovia de arriba a abajo mil veces, la cosa era poner aquello en marcha como fuera. A la hora de comer decidimos darnos un homenaje y, ¿adivinad que? ¡nos fuimos a una marisquería a ponernos ciegos de langostinos y gambones rojos! ¡Y qué ricos estaban! Yo no hacía más que pensar que prefería mil veces esta forma de "inducción con prostaglandinas" que la utilizada normalmente en los hospitales… ¡ja, ja! Por la tarde, a continuar el paseo, incluso hicimos turismo por nuestra propia ciudad y vimos iglesias y lugares que no conocíamos. La verdad es que estuvo genial, recuerdo aquella sensación de saber que la llegada de Emma estaba cerca, la inquietud y las ganas de tenerla con nosotros y, sorprendentemente, la calma con la que estaba llevando todo. Porque a pesar de las gambas y el turismo, las contracciones no cesaron ni un segundo… y dolían, no lo voy a negar. Pero creo que la relajación lo hizo todo. Además puse en práctica la respiración abdominal que me enseñaron en las clases de preparación al parto y me ayudó muchísimo para controlarme y oxigenarme… recuerdo inspirar despacio contando hasta cuatro, aguantar dos, soltar despacio el aire mientras se mete la tripa contando hasta seis, aguantar dos, inspirar de nuevo, 1, 2, 3, 4… Supongo que tanta concentración en respirar y contar hacía que me distrajese y no estuviera tan pendiente del dolor.
Por la noche la cosa pareció recrudecerse, pero yo no hacía caso, seguía pensando que eran los pródromos. Había decidido dejar de controlar los tiempos para no agobiarme pero llegó un momento en que le tuve que pedir a mi chico que los controlase de nuevo porque aquello parecía dar cada vez menos tregua. 10 min. 13 min. 12 min. 10 min. 10 min. 16 min. ¡Bah! No son regulares, aun no son de parto. Pero esa noche ya nos fue imposible dormir. Continué con ese ritmo hasta las 7 de la mañana, teníamos en la mesilla todas las horas apuntadas, desde las 23:30 hasta las 7 en intervalos de entre 8 y 14 min. En realidad nunca fueron totalmente regulares ni se dieron en intervalos más cortos ni nada. La cosa es que a las 7 fui por milésima vez al baño y descubrí sangre roja, no demasiada, pero muy roja, así que decidimos llamar a Gaia de nuevo. "Está bien, no te preocupes, será del cuello del útero, no te alarmes, vente para aquí con calma, quedamos a las 8:30 h. en la puerta de la clínica de Torrelodones donde paso las consultas, te exploro y decidimos si vuelves a Segovia o vamos a Madrid". Lo bueno es que Torrelodones nos pillaba de camino, así no había que ir hasta Madrid en vano… pero algo me decía que esa vez era la buena, no sé el qué pero sabía que ahora no sería como hacía 3 días. Era la mañana del 11 de diciembre.
LA CONFIRMACIÓN
De camino a Torrelodones nos llama Gaia toda preocupada. Resulta que la noche de antes había salido muy precipitadamente de la clínica por motivos personales y se había dejado las llaves dentro, así que había que esperar a que abriera la secretaria, que lo haría a las 9 o 9:30… OK, no hay problema Gaia, yo estoy bien. Me encontraba sorprendentemente serena, incluso contenta, sabía que aquello estaba en marcha pero que aun había tiempo, todo iba bien.
Quedamos en tomar un café al lado de la clínica mientras esperábamos a que abrieran. Y allí estábamos, a las 8:30 de la mañana, yo aguantando contracción tras contracción con una infusión delante pero estupendamente, de hecho en los descansos seguíamos hablando como si nada, como en una reunión de amigos. Mi chico, he de decir que no estaba tan tranquilo como yo, el pobre disimulaba lo mejor que podía pero estaba amarillo verdoso y no hacía más que ir al baño y salir a ver si habían abierto ya la clínica… pero sin decir ni pío. Recuerdo que en una de sus ausencias Gaia y yo bromeamos acerca del tema. La verdad es que la actitud de Gaia en todo momento fue maravillosa, estuvo simpática, agradable y tranquilizadora, solícita y dispuesta, y eso a mi me mantenía en un estado de calma total, encajando contracciones tan tranquila.
Gaia no pensaba que estuviera de parto. Me estaba viendo el progreso de las contracciones y cómo las encajaba y me dijo que no pensaba que estuviera de más de 2 cm., que mejor me mentalizase para no llevarme un sofocón, y volvió a repetir que aquello era así, que no me preocupara. Además, me aseguró que desde que atendía partos naturales, ni una sola se había puesto de parto de día, que siempre paríamos de noche.
En ese momento mi chico le contó que en casa me había mirado lo de la línea púrpura esa que sale en el nacimiento del culete ( lo leímos en algún sitio) y va avanzando a medida que dilatas, y que medía unos 2 cm. cuando la había visto hacía 2 o 3 horas. Gaia no había oído hablar de esa línea y se mostró muy interesada, y dijo que habría que comprobarlo por curiosidad. Esa fue otra cosa que me gustó mucho, que escuchase y atendiese a la sabiduría popular.
Por fin llegó el momento, la clínica estaba abierta y fuimos para allá. En el momento de la exploración a Gaia le cambió la cara… se sorprendió muchísimo, tenía el cuello totalmente borrado y blandito y estaba con algo más 3 cm. de dilatación. Y de repente… ¡clock! Gaia me miró y me dijo: "Creo que se rompió la bolsa al explorarte… ha sido sin querer, estaría muy tensa y al mirar…". – “No importa, se hubiera roto en breve, sé que no lo has hecho aposta, no te preocupes”. Lo cierto es que no me importó, estoy segura de que se hubiera roto en seguida y lo importante es que tengo la tranquilidad de saber que no lo hizo adrede para acelerar nada, su cara lo dijo todo.
EL PARTO
La cuestión es que aquello ya sí que estaba en marcha. Me dijo que iba a hacer unas llamadas para cancelar citas y cosas previstas para ese día. Entonces me incorporé y empezó a salir agua a lo bestia… ¡qué cantidad de agua, madre! Encima venía con sangre, con bastante sangre, la verdad, le pregunté si había que preocuparse y me dijo que no, que además estaba segura de que iba a ir muy rápido todo. Y yo lo primero que pensé es que menos mal que no rompí aguas en casa porque no estaba yo preparada para verlas tan teñidas de sangre, pensé que eran limpias o sucias tipo verdoso y tal, pero nunca pensé que con sangre, y si llego a verme en casa con semejantes cantidades me da un patatús.
Comencé a vestirme con un montón de empapadores mientras ella hacía las llamadas y mi chico se iba al baño una vez más. En ese momento me comenta Gaia que vamos a pasar antes por Pinar de las Rozas para dejar su coche en la estación del tren ya que iba a volverse después en tren y así ya lo tenía allí, y que la siguiéramos para irnos los 3 juntos con nuestro coche desde Pinar la Milagrosa. Entonces le pedí que fuera despacio porque mi chico estaba muy nervioso y no llevaba mucho con el carné, además había tenido el accidente hacía poco y no estaba muy acostumbrado a conducir en Madrid a esas horas de la mañana con todo el tráfico. Y de pronto me dice "¿Quieres que conduzca yo?". Le contesto que sin duda mi chico se lo va a agradecer mucho. Así que fuimos detrás de ella a que dejase el coche en la estación de Pinar y desde allí cogió ella el volante del nuestro y nos llevó hasta La Milagrosa. Yo recuerdo que para ese momento las contracciones seguían endureciéndose pero las controlaba muy bien, y entre una y otra me daba la risa pensando en lo genial que era que mi propia ginecóloga nos estuviera llevando en nuestro propio coche a parir a la clínica…Y encima con un buen rollo tremendo, charlando mientras podía y callando cuando el dolor atizaba. Mi chico iba detrás, con su color cetrino y la sonrisa forzada cada vez que le miraba, intentando fingir que estaba bien cuando estaba al borde del desmayo…¡ja, ja! Pobrecillo, ¡lo que pudo agradecer que Gaia condujera!
Otra de las cosas que recuerdo es haberme leído las noches anteriores el libro de “Parto sin Dolor”, de Consuelo Ruiz Vélez. Recordaba una parte en que dice que el cerebro interpreta las contracciones como dolorosas porque es una contracción muscular que desconoce, y que para intentar engañarlo hay que repetir cada vez que se acerca una, "contracción sin dolor, contracción sin dolor…". Lo llevé a la práctica junto con las respiraciones abdominales y creo que me funcionó muy bien, la verdad, porque conseguía encajarlas con mucha calma, me concentraba en cada una cuando venía, repetía "contracción sin dolor" mentalmente y cuando acababa hacía un par de respiraciones abdominales, también alguna antes si me daba tiempo… y así llegamos a la Milagrosa.
Estuvimos esperando en la puerta de la zona de maternidad unos minutos hasta que Gaia lo preparó todo con la gente de allí. Antes de salir de Torrelodones, ya había llamado a Nuria, que era la matrona de su equipo que iba a estar con nosotras, a la cual había conocido apenas una semana antes y me había parecido adorable.
Recuerdo ver a la gente esperando sus consultas, ya que eran en torno a las 10:30 de la mañana, y yo tan tranquila, soplando con mis contracciones, pensando que ninguno de ellos creería que estaba a punto de parir, así, tan tranquila como me encontraba, dándome mis paseitos. Por fin Gaia nos mandó pasar a la sala de parto natural, un lugar muy agradable y acogedor, y nos pidió que nos pusiéramos cómodos. Yo me cambié, me puse el camisón y los zuecos y le pedí a mi chico que sacase el portátil donde se supone que tenía preparada la música que pondríamos… Anda que menudo despropósito. Estaba tan atacado que no hacía más que hablar por teléfono, salía y entraba hasta que las enfermeras de fuera le llamaron la atención, y mientras nosotras dentro, con Gaia intentando encontrar en el PC algo de música decente que, por supuesto, no tenía. Bueno, la tenía pero mezclada con muchas otras canciones odiosas, en cuanto me descuidaba les tenía que pedir que pasaran de canción que me estaba rayando… menos mal que me dio por reír, le veía tan atacado al pobre, entrando, cogiendo el teléfono, cambiando de canción en el portátil, volviendo al baño… y yo resoplaba como diciendo "que desastre", pero de buen rollo, estaba súper feliz... Y luego a encajar la siguiente contracción, 1, 2, 3, 4… ja, ja.
La verdad es que el ambiente que se respiraba era inmejorable. Yo recuerdo que, aparte de mis respiraciones y mis "contracción sin dolor" mentales, sentía una necesidad imperiosa de caminar. Yo no sé cuantos km. me hice en esa habitación, no dejé de pasear de un lado a otro ni un momento.
Otra cosa que fue muy buena es que, nada más llegar, después de cambiarnos y sacar el portátil y las galletitas saladas y el agua y ponernos cómodas, Gaia se acordó de lo de la línea púrpura que le habíamos contado en Torrelodones y me pidió permiso para verlo. Y yo encantada, así que allá que me planté con el culo en pompa mientras ella exclamaba que era cierto, que la veía y que tenía 5 cm. de largo, y que a ver si volvía mi chico del baño, o de hablar por teléfono o de donde leches estuviera para preguntarle si en casa era igual o más pequeña. Por fin apareció y confirmó que en casa solo estaba de 2 cm. y que ahora era más larga, con lo que parece ser que la cosa es cierta y funciona. Cuando llegó Nuria, la matrona, se lo volvimos a enseñar… y nos partíamos de risa pensando en que alguien pudiera entrar en ese momento y me viera a mi apoyada en la cama con el culo en pompa y los tres embobados mirándolo bien de cerca ¡ja, ja, ja!
Así pasé gran parte de la dilatación, paseando, aguantando y entre una y otra, bromeando. Lo estaba llevando increíblemente bien, Nuria la matrona estaba asombrada de lo bien que estaba, con todo bajo control y las contracciones siendo muy efectivas pero lo suficientemente espaciadas como para recuperarme. De todas formas yo estoy totalmente convencida de que el buen progreso de todo se debió al ambiente de calma y la fantástica energía que se respiraba en aquella sala. Ni siquiera necesité la bañera, no me lo pedía el cuerpo en absoluto… luego me dijo Gaia que el agua solía aliviar más en los primeros cm. de dilatación, pero que a estas alturas no solía apetecer. Supongo que dependerá de cada una. Lo que si me vino muy bien fue la pelota de dilatación, y eso que no me veía yo en ella, pero Nuria me animó a probar y oye, que alivio al sentarme en ella y rotar… de todas formas en seguida volví a mis paseos, era lo que mejor me venía, caminar, caminar, caminar…
Recuerdo que hablamos de la forma en que nos conocimos mi chico y yo, que fue en Dublín, y de la gran sorpresa cuando descubrimos que Gaia también conoció a su marido en Dublín, un año antes que nosotros, y empezamos a contarnos las formas, y donde vivíamos, etc… teníamos un montón de coincidencias, incluso su cumpleaños, que es un día antes que el de mi chico…
Debo decir que yo me abstraía constantemente de todas estas conversaciones, ellos seguían a lo suyo y yo, cuando se pasaba el dolor, me incluía un poco, pero en seguida volvía a abstraerme. Y hubo un momento en que el dolor se hizo más fuerte y me hizo vomitar, así que salí pitando al baño y me quedé allí encerrada un buen rato… la cosa se hacía cada vez más dura y a mi me empezaba a molestar todo… la voz… la luz… así que me encerré un rato y me quedé allí, dando paseos dentro del baño hasta que me dio sensación de encierro y salí fuera.
En seguida notaron que la cosa había pasado a otra fase porque antes de que yo tuviera que decir nada, se miraron, cambiaron totalmente el ambiente y dejaron de hablar, bajaron las persianas y dejaron todo en silencio y a media luz. ¡Madre mía que alivio! La cosa empezaba a ponerse cada vez más chunga…
Otra cosa que debo decir es que, en el transcurso de la dilatación, hubo un par de veces que quisieron ponerme los monitores, pero lejos de hacerme tumbar o ponerme en una postura que no me pidiera el cuerpo, lo que hicieron fue adaptarse totalmente a mi ritmo, dejándome incluso que me quedara de pie mientras Gaia sostenía a pulso los monitores para escuchar al bebé lo justo y saber que seguía bien. Es la gran diferencia entre tener a un profesional a tu disposición para ayudarte en tu parto o ser tú la que tienes que estar a disposición de un médico y de su comodidad.
De pronto la cosa se me empezó a descontrolar… caminar ya no me aliviaba, pedí la esterilla y me puse a cuatro patas pero en seguida estaba incómoda, quería estar en cuclillas pero no tenía fuerza en las piernas y me empecé a desesperar… Gaia y Nuria me animaron a subir a la cama y ponerme a cuatro patas en ella… lo hice pero ya estaba fuera de control, el dolor era muy fuerte y no conseguía controlarlo de ninguna manera… me quedé boca abajo con la cabeza caída a un lado de la cama, volvían las náuseas… ¡vomito, vomito! Rápidamente estaban las dos arrodilladas a mi lado, una sujetaba la bandeja mientras vomitaba por segunda vez, la otra mi frente… tranquila, tranquila, es normal, me decían. Yo me sentía cuidada y atendida en todo momento, pero no podía más, sentí que me venía abajo, en cuestión de minutos se me había descontrolado todo y no soportaba más aquello, "me estoy viniendo abajo, Gaia, no puedo… ¡no puedo!... ¡necesito la epidural!". Sentí que me rompía en mil pedazos al pedirla, no podía ser que con lo bien que había ido todo en el último momento tuviera que pedirla, pero ese dolor… no podía con ese dolor, no conseguía recuperar el control, me sentía contraída, cerrada… sabía que no era el modo, que tenía que intentar abrirme de nuevo pero no lo conseguía… Les dije desesperada que me la pusieran y Nuria en seguida me miró muy seria y me dijo, "no te preocupes, por supuesto que te la ponemos, tengo que ponerte un suero antes y en cuanto termine llamamos al anestesista para que te la ponga, ¿pero me dejas que te haga un tacto para ver cómo estás?" Yo seguía cerrada… me daba igual como estaba, no era capaz de aguantar así ni media hora más, le dejé que me mirara… "estás de 9 cm." ¡Me da igual, no puedo! ¡Ahhhhh, no puedo! Me sentía totalmente derrotada, todo se estaba yendo a la mierda en el último momento y no era capaz de evitarlo… Gaia, que además de buena obstetra tiene una gran psicología me dijo "no te preocupes, no es ningún fracaso, yo también tuve que ponérmela cuando estaba 9 cm. así que ya ves, has llegado hasta aquí y lo has hecho genial, esto tiene que ser algo bonito y no traumático, no pasa nada por ponerte un poco de anestesia ahora". Mientras, Nuria me puso la vía para el suero y sentí que me apoyaban, que no me mentían y que seguían conmigo a pesar de todo. Y entonces Gaia me empezó a explicar que en cuanto el bebé entraba en el canal de parto, al empujar iba a notar un gran alivio y me pidió que lo intentara. Yo lo intenté, empujé… pero no había alivio… ¡No puedo! ¡ No puedo!.... volví a empujar… nada. Maldita sea, empujé de nuevo… ahhhh, parece que algo cambia… duele a morir pero noto algo de alivio… otra vez el dolor…empujo… ¡no puedo!! Escucho a Nuria decirme que la cabeza está ahí... me coge la mano y me la lleva hasta la entrada… noto los labios hinchados y muy calientes y entre ellos algo que parece blandito… dios mío… oigo a mi chico decir "está ahí… está ahí". Vuelvo a empujar y a pesar de que sigo diciendo que no puedo más sé que algo ha cambiado, al empujar noto alivio y eso me permite recuperar el control. Nuria me dice que el suero se ha acabado y que si quiero va a llamar al anestesista… le hago un gesto remolón negando, me da miedo renunciar a la anestesia, me da miedo volver al descontrol… pero siento que ahora sí puedo, algo ha cambiado desde que el bebé entró en el canal de parto.
En ese momento estoy tumbada de lado con la pierna elevada y apoyando el pie en el abdomen de Gaia. Vuelvo a empujar a ver… me hago caca… joer que corte… no pasa nada, actúan con total naturalidad, me han limpiado ya, no pasa nada, otro empujón… y noto que vuelvo a hacerme caca… a ver, si llevo sin ir al baño un montón… da igual, da igual, pues me hago caca, tengo que empujar… ¿dónde estas Gaia? Cógeme la pierna, la pierna… y vuelve en el acto, otra contracción… ¡Ahhhhhhh! la grito y empujo, y siento como se abre paso la cabeza, aún no sale, voy a tener que empujar más fuerte, diossss, me voy a romper… oigo a Gaia que me avisa, me dice que intente ir suave pero me resulta imposible, cuando empiezo a empujar ya no puedo parar… otra vez… ¡¡¡Ahhhhhhhh!!! Siento cómo me abro a lo bestia, el aro de fuego, que no es aro de fuego, es que me voy a desgarrar por mil sitios, pero ya me da igual todo, no puedo parar de empujar y sigo ¡¡¡¡¡AHHHHHHH!!!!! Me escucho y me asombro del sonido de mi grito, porque es tremendo y profundo, no sale de la garganta sale de más adentro, desde el pecho y las entrañas, no sabía que pudiera producir ese sonido… ya ha salido la cabeza, no puedo parar de empujar, empujo más fuerte, me incorporo y veo deslizarse el cuerpo entero rápidamente, ¡Dios mío, mi niña, mi niña! En menos de 3 segundos la tenía en mi pecho… y todo el dolor se había esfumado por completo. Mi hija había nacido.
Es increíble, aun estoy confundida, la tengo en mi pecho, llora un poco y busca la teta, quiero ponerla pero no me atrevo a moverme, estoy exhausta y muy incrédula.. ¿ya la he parido? ¿Es ella? Y veo unos ojos enormes que me miran fijamente desde abajo… cómo me mira… mi pequeña, caliente y despierta, tan llena de vida.
La paz que se respira en la sala es increíble. Después del dolor, del descontrol y de aquellos tremendos gritos de última hora, ya no queda nada, solo paz, susurros, amor y respeto.
Supe después, cuando vi el vídeo que grabó el chico, que la niña nació con una vuelta de cordón que Gaia quitó con un giro magistral según me la estaba entregando. No hizo ni mención pero imaginé la importancia que se habría dado más de uno por aquello, o la episiotomía que me hubiera llevado con esa excusa.Escucho a Nuria decirme con su voz dulce, "al final has podido, ¿eh?" Yo les doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón y ella me contesta "nosotras no hemos hecho nada, lo has hecho todo tú".
Mi chico le pregunta si era cierto que me iban a poner la epidural o si me estaban engañando y ella le contesta que no me engañaban, que me hubieran puesto la epidural si aquello se hubiera demorado y la hubiera necesitado, pero que en realidad ellas sabían que todo iba a acabar antes de lo que me imaginaba y que no la iba a necesitar. Lo cierto es que si en ese momento de desesperación en que la pedí me la hubieran negado, me habría derrumbado por completo, me habría desesperado al máximo, sin embargo me dijeron exactamente lo que necesitaba oír, me apoyaron con las palabras adecuadas, sin imponerme nada, relajándome mientras me informaban de que aquello iba a acabar pronto y me invitaban a empujar para ayudar a la niña a entrar en el canal de parto y pasar a la siguiente fase en la que, al notar cierto alivio al empujar, pude recuperar de algún modo el control.
Al poco de dar a luz, Gaia me dijo que iba a cortar el cordón, que ya había dejado de latir, y agradecí muchísimo que se tratase de ella porque entre pitos y flautas ni siquiera le había hecho mención del tema, menos mal que ella siempre espera a que deje de latir el cordón antes de cortarlo. De pronto sale la placenta… señorrrrrrrr, ¡ahora sí que hay alivio absoluto! Qué gozada cuando sale. Finalmente, me pide perdón por la molestia pero me tiene que coser un pequeño desgarro, 4 puntos, y pienso que considerando que no me preparé el periné tampoco está tan mal. Me avisa del par de pinchazos de la anestesia local, "Auuuuuuuu, ya". Noto que me cose pero ya apenas duele, la anestesia ha hecho efecto. A los pocos días estaba totalmente curada, sin molestias ni nada, totalmente recuperada. Y se me pone una sonrisa de oreja a oreja cada vez que pienso que me libré de la episiotomía.
Al rato me pregunta si quiero que vaya la pediatra a ver a la niña y accedo. Luego me contó que siempre la regaña por haberla llamado después de nacer el bebé, pero que ella se niega a llamarla antes y romper ese momento de magia entre la madre y el peque, nada más nacer. Cuando llega se nota un cambio de energía en la habitación impresionante… es curioso. Ella es educada pero está totalmente en otro rollo y se nota… creo que incluso ella misma debía de sentirse incómoda, como fuera de lugar entre nosotros, que estábamos en perfecta paz y sintonía. Miran a la niña en una cuna pegada a mi cama… Apgar 9/10, está perfecta. Y me la devuelven rápidamente. Cuando se marcha comentamos el cambio de energía al entrar la pediatra, que va a otro ritmo… es curioso pero todos lo hemos notado.
Bien, es hora de ir a la habitación, allí ya está todo hecho.
CONCLUSIONES
Puse a la niña al pecho tan pronto como pude y se enganchó rápidamente. Es fascinante ver cómo saben lo que hay que hacer y se ponen a ello siempre que nadie interfiera y se lo impida. Hoy, 14 meses después, seguimos con la teta y cada vez que la siento mamar me deshago de felicidad. Espero que sigamos así mucho tiempo.También colechamos desde el primer día, ya en el hospital dormí con ella y ahora en casa los tres juntitos, y también espero que sigamos así mucho tiempo, a pesar de los comentarios y los consejos no solicitados que alguna gente se empeña en dar.
Decir, por lo demás, que a las 2 horas de dar a luz yo ya me quería ir a mi casa. Me encontraba increíblemente bien, eufórica, sin un dolor ni nada… La gente al ir a verme alucinaba y me decían que me tumbara o que al menos me sentara… no comprendían que lo único que quería era irme a casa con mi chico y mi niña, no entendían que no estuviera rota, hecha añicos, traumatizada perdida… Y cuando encima se enteraban de que había sido sin epidural me miraban como si tuviera una enfermedad mental. Daba igual que les intentara explicar que, precisamente gracias a lo natural que fue todo, yo me encontraba así de bien. Daba igual, la mayoría de la gente no escucha (o no quiere escuchar), y se limitan a decir que ha sido suerte. En fin… yo sé que todo se dio muy bien, que a veces las cosas se pueden torcer a pesar de todo, pero creo firmemente que la forma en que se desarrolló el parto, la atención recibida y los profesionales que me preocupé en buscar, ayudaron tremendamente a que todo fuera así de bien.
Y aun así debo reconocer que tardé un par de días en sacarme la espinita por haber llegado a pedir la epidural… ¡me dio una rabia tremenda! Pero verdaderamente había perdido el control de la situación y el dolor no me dejaba avanzar… sé que la forma en que me llevaron Gaia y Nuria fue crucial, no me contrariaron ni me negaron nada (me hubieran hundido), me informaron de todo, no me juzgaron en ningún momento, y gracias a eso pude pasar a la siguiente fase y recuperar el control.
De todos modos, si ese descontrol hubiera sucedido estando menos dilatada, tal vez hubiera tenido que ponérmela… no lo sé, ni me importa. Lo que verdaderamente importa es el máximo respeto con que estas profesionales llevaron a cabo su tarea.
Y me permito decir a toda aquella mujer que vaya a dar a luz en breve, que tengan presente que cuando sientes que ya no puedes más es porque el fin está ya ahí, que intenten recordarlo por si no tienen a alguien que se lo diga en ese momento, que intenten empujar un poquitín para ayudar a bajar al bebé al canal del parto y verán cómo todo cambia. Y lo que viene después es imposible de explicar, es lo más inmenso que he sentido nunca, algo maravilloso que te acompañará toda tu vida y te dará fuerza en los momentos más duros... la primera mirada de tu bebé.
Y colorín colorado…