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Nacimiento de Éric. Parto en casa

Nacimiento de Éric. Parto natural en el agua, en casa.

Sábado, 19 de mayo de 2018.

Esa mañana de sábado me desperté con la intuición de que antes de que acabara el día ya estaría nuestro hijo en el mundo. Estuve incómoda durante toda la noche, sentía molestias en la barriga, las contracciones estaban empezando a hacer su labor. Eran las 8:30 de la mañana cuando me levanté y unas gotitas rosadas cayeron en el suelo, así que avisé a mis matronas por el grupo de whatsapp que habíamos creado para la ocasión y les dije que esto se estaba animando. Nos comentaron que siguiéramos con nuestro plan del día. Así que salimos a desayunar e hicimos unos recados. Para las 12 del mediodía ya estábamos de vuelta en casa. Nada más llegar me puse cómoda y bajé las persianas de nuestro cuarto, me apetecía estar a oscuras (preparaba "mi cueva"). Ya había avisado también a las otras dos personas que quería que estuvieran acompañándonos ese día: mi amiga Nuria y mi primo y ahijado Raúl, que sería el encargado de fotografiar y filmar todo el proceso. Sobre las 12:30 fui al baño y también vomité el desayuno enterito, mi cuerpo necesitaba vaciarse. "Tengo frío", les escribí a las matronas, y pusimos el calefactor en el salón.

En ese momento no sabíamos muy bien qué hacer. Te recomiendan que hagas cosas que te mantengan entretenida (un bizcocho, cocinar, ver una película…). Luis bajó el toldo de la terraza para oscurecer todo lo posible el salón (mi casa es muy luminosa y no es fácil), preparó la cama del cuarto, la deshizo para cubrir el colchón con un plástico por si paría ahí y puso las sábanas encima. Pedimos unas pizzas y decidimos poner algo entretenido y que nos gustase: La la land: City of stars por cuarta vez... No llegué a terminar la primera escena de la autovía ni a ver las pizzas. Necesitaba todo lo contrario a distraerme, tenía que concentrarme y escuchar a mi cuerpo. Así que cogí la pelota de pilates (¡bendita fitball!) y me fui al cuarto a oscuras. Aún estaba bien y le dije a Luis que comiese él tranquilo, que a lo mejor luego lo necesitaría más presente y no iba a poder comer hasta después de muchas horas.

Ya en el cuarto recuerdo querer dormir, pero no podía ni tumbarme, así que me senté en la pelota, entre el lateral de la cama y el armario, y empecé a balancearme sobre ella. Moverme sobre la pelota me ayudaba a estar cómoda. Me bajé una app para ver cada cuánto tenía contracciones, pero fue en vano... dejé de estar pendiente de controlarlas. Puse una lista de Spotify llamada Yoga & Meditation (me la ponía a menudo para dormir en las últimas semanas del embarazo), eso era lo que me apetecía tener de fondo, para concentrarme en mí y en mi parto y ya me olvidé del móvil. Luis se encargaría de trasladarles a las matronas mis mensajes. Necesitaba abandonarme y desconectar de todo lo exterior.

Sobre las 14 horas, con Luis en el cuarto, les escribimos para decirles que las contracciones me dolían cada vez más y que acababa de vomitar de nuevo, ellas contestaron: “¿Sientes ya que quieres que te acompañemos? Llámanos cuando así sea”. Pero yo no sabía qué momento sería ese, tampoco quería hacerlas venir demasiado pronto, era la primera vez que paría, sabía que muchos partos pueden durar horas y días, y no sabía cuál sería el momento en el que ya tendrían que estar conmigo. Así que les dijimos que comieran tranquilas, que iríamos informando.

Luis se sentó en la cama detrás de mí con las piernas abiertas para estar más cerca de mi espalda y yo me apoyaba en el armario. Sus manos aliviaban mi pelvis en las contracciones, cada vez eran más intensas y mis gemidos, más profundos. Por alguna extraña razón, le pareció conveniente ponerse a canturrearme una canción de Los Planetas, no recordamos cuál, “puf... cariño, por favor, ahora no”. No sé en qué estaría pensando él, pero a posteriori me resultó gracioso, muy de Luis.

A las tres y media de la tarde, tapón mucoso fuera; después de una contracción increíble le digo que las avise, ya las necesito en casa. Y así fue, al ratito apareció Tanti (16:25), entró sigilosa al cuarto a oscuras y después de una contracción se acercó a escuchar el latido de Éric con el ultrasonido… Y básicamente para eso se acercaba a mí si yo no requería nada más. Se fue al cuarto de al lado para estar cerca y poder escucharme. Le dije que tenía sueño y que iba mucho al baño porque perdía líquido, mi sensación era de que me hacía pis todo el rato, así que me sentaba un rato en el inodoro, me secaba y me cambiaba las bragas. Al tercer cambio dejé de hacerlo, era una pérdida de tiempo y podía estar sin ellas. Puse una toalla sobre la pelota para ir secándome y sentarme encima.

El siguiente en llegar a casa fue mi primo Raúl con su material para grabar. Ni lo saludé, pobre. Hizo un trabajo estupendo a pesar de que yo se lo puse difícil estando siempre en la oscuridad de la casa (en la edición posterior consiguió que los vídeos y las fotos tuvieran más luz y se vieran preciosas). Yo seguía moviéndome sobre la pelota, pasando las contracciones, Luis no se despegaba de mí, aliviaba cada momento con sus manos en mi espalda, me daba agua, me abanicaba, se movía conmigo…

Más tarde llegó Carol, mi otra matrona. A las 18:30 aparece mi amiga Nuria. Trajo una olla grande y otro radiador. Creo recordar que fue a la única a la que saludé. Entró en el cuarto, se puso en cuclillas, la miré por el rabillo del ojo y le dije “hola” como pude. Ella estaba inquieta porque no sabía qué hacer ¡y es que no tenía que hacer nada! Simplemente estar y acompañar; si algo era necesario, ya se lo dirían las matronas. Yo no sabía qué pasaba más allá de la puerta de mi cuarto ni del camino al baño. Por las fotos sé que Tanti leyó un rato en el cuarto de al lado mientras seguía pendiente de mí, Nuria y Carol se tomaron un té en la cocina y empezaron a calentar agua y a montar la piscina. Yo no me enteraba de nada, había entrado en trance, desconectado del exterior y conectado con mi cuerpo y mi bebé. En algún momento llego a quedarme dormida por unos segundos sobre la pelota, no es peligroso, tengo delante el armario y detrás a Luis sujetándome.

Empiezo a quejarme cada vez más, las contracciones son más intensas y mis gemidos cada vez más guturales. Los trayectos al baño los hago con los ojos cerrados, no quiero deslumbrarme con la luz del pasillo. Paro en algunos momentos y me abrazo/cuelgo de los brazos de Luis, me hundo en su cuello, qué bien.

A las 19:15, más gemidos, me siento en el váter y me apetece empujar. Carol se asoma agachada a mi altura y me dice que avise si voy a dar a luz ahí. Risas y complicidad. De repente, ya no quiero sentarme más en la pelota, no puedo, me incomoda, ha sido imprescindible en esta primera parte, pero ya ha cumplido su función, gracias.

Me dicen que si me apetece puedo meterme en la piscina que han preparado en el salón. Sí, me apetece mucho, tengo frío por el pasillo. En el salón está todo preparado, está calentito, luz tenue, sofá cubierto con otro plástico y sábana, toallas sobre el radiador, las puertas se cierran… 19:30 horas: Ufff, qué bien, digo al meterme en la piscina con el agua muy caliente. ¿Cuándo han hecho todo esto? Qué tranquilidad.

Me coloco sobre las rodillas, con el pecho y los brazos apoyados sobre el borde de la piscina y hundo mi cabeza en el pecho de Luis. Esta es la posición que me sale natural y me apetece. Estoy cómoda, el agua caliente me reconforta muchísimo y me relaja. Sigo moviéndome de un lado al otro, bailo con las contracciones. Me duele el ano, tengo la sensación de que me voy a hacer caca. No sé muy bien qué hacen las demás, todo es silencio y algún susurro que otro, se descalzaron al entrar en casa y se mueven sigilosas en calcetines. Solo sé dónde está Luis, el contacto con su cuerpo me hace sentir bien. En un momento abro los ojos, lo miro y me doy cuenta de que llevo casi todo el rato con los ojos cerrados y sin mirarlo a la cara. Nos besamos, él me masajea la parte baja de la espalda y va echándome agua caliente. Acaricio su barba. Bebo agua, me abanica, qué calor tengo ahora, ultrasonido: pumpum... pumpum... pumpum… ¿Qué tal? Está perfecto (hablamos del latido de Éric). Tanti va y viene de la piscina a la mesa, apunta cosas alumbrada por una lamparita. Ella también masajea mi pelvis, justo donde lo necesito y con la intensidad perfecta. Carol está sentada en el suelo al lado de uno de los sofás, me observa en silencio y, a veces, cuando siente que contengo un poco los gemidos (¿me estarán escuchando los vecinos?) me acompaña y ella también los hace, eso me ayuda a sacarlos mejor, aaaaaaaah... muy bien, Jara, eso es. Me siento segura, se respira tranquilidad en el ambiente y amor, mucho amor. Suspiro profundamente. Estoy justo donde quiero, como quiero y con quien quiero estar. Mi casa, la seguridad de mi hogar, la confianza en las personas que he elegido, Luis abrazándome. Tengo un subidón de hormonas buenísimo, vaya “viaje”, la oxitocina corre por mis venas. Y duele, claro que duele, pero no estoy sufriendo y ese dolor lo necesito para parir a mi hijo. Me dejo llevar en cada contracción, no las intento evitar, al revés, guaaaaaaahhh exhalo todo el aire y mis caderas se van abriendo.

Hay un momento que flipo con una contracción, ¡Ufff, jodeeer! Y pienso que como siga subiendo la intensidad va a superarme, pero no, curiosamente esa fue la más fuerte de todas. Siento que me voy a partir, lo noto en el coxis (son las ocho de la tarde). Pero confío plenamente en mi cuerpo y en mi capacidad para parir, mi cuerpo sabe hacerlo, soy mamífera. Estoy preparada mental y físicamente, este es mi momento. Sigo moviéndome sobre mis rodillas, durante las contracciones me incorporo un poco hacia delante acercándome a Luis, que se inclina por encima para llegar a mi pelvis y masajearme, me sujeto y aprieto sus piernas. Uaaaaahhh. “Lo estás haciendo muy bien, mi amor”, me dice. Cuando terminan intento descansar un poco sentándome de lado y apoyando la cabeza en el borde de la piscina. Aprovechan para escuchar el latido del bebé. Silencio y tranquilidad. Nuria viene con la olla y echa más agua caliente en la piscina. A mi primo, que lo está grabando y fotografiando todo, ni lo siento, no me entero de que está ahí, mejor, por eso también quería que fuese él, por su discreción y saber estar. Se mueve invisible por el salón. Sigo en mi trance maravilloso, ya queda menos.

Noto perfectamente cómo la cabeza está bajando, ¡qué pasada!, se me abren más las caderas y presiona más el ano. Me sugieren las matronas que si meto mis dedos en la vagina podré tocarlo, pero no me apetece hacerlo en ese momento. Un poco más tarde, a las 20:55, sí lo hago y toco su cabeza y sus pelitos, ¡qué sensación! Ellas están detrás alumbrando con una linterna y pueden verlo. Guaaaaahhh, me quema mucho, digo. Es el aro de fuego, me dice Carol, es el periné al dilatarse al máximo cuando la cabeza del bebé está coronando. Muy bien, Jara. "Poquito a poco", me digo a mí misma en bajito. Noto quemazón, fuego puro en los labios de la vulva estirándose completamente. En un momento pienso que aquí es donde puedo desgarrarme, no quiero que ese miedo se apodere de mí y pienso que no hay prisa. Sigo con la mano ahí, sujetando la cabeza de mi bebé para ir poco a poco. Cuando salga la cabeza será todo más fácil, pienso. Jadeo, respiro profundamente, guaguaguaguaaaaaaa, me sale de lo más profundo de mi garganta, superanimal… la cabeza sale, ahí está, digo. Lo he notado perfectamente. Muy bien, Jara, la carita está fuera. Con mi mano en el mismo sitio, quiero confirmar (aunque lo sé) hacia dónde mira, ¿hacia atrás? Sí, Jara, hacia nosotras, está perfecto. Pienso que Luis no se puede perder este momento y lo animo a que rodee la piscina y lo vea, vuelve a “su puesto”, ¿cómo está? Está ahí, mi amor. Me besa. Este momento corto antes de salir del todo, con la cabeza de mi bebé fuera de mi cuerpo y dentro del agua, lo disfruto, ya no queda nada, esto ya está hecho. Ahhhh, noto que sale algo, es líquido, pienso que ahora es muy fácil y sigo empujando suave. "Está rotando, Jara, muy bien". Éric va girando tranquilo para ponerse mirando hacia mí, todo el cuerpo sale fluido y sujetándolo con mis manos lo saco del agua y me lo acerco al pecho. "Oh, dios mío", dice Luis. Son las 21:05. Me giro y apoyo mi espalda en la piscina. Éric está sobre mí, desnuditos los dos. A los segundos llora, ¡eso es! Luis me abraza por detrás. Impresionante. Qué sensación más maravillosa, brutal.

Me hundo un poco en la piscina para que siga calentito, el cordón es corto y no puedo subirlo mucho, pero quiero que Luis lo tenga cerca y lo vea bien. Más besos, caricias en su cabecita. Comentamos y lo admiramos, ¡qué bonito es y qué labios! Siento mi cuerpo y me parece que no he parido, no noto dolor ni nada, como si no acabase de pasar un bebé por mi vagina, me siento como antes. De repente he despertado de mi trance y no paro de hablar, saludo a todo el mundo y pido perdón por no haberles hecho caso en todo el rato (qué tonta). Qué limpio está mi niño y qué color más bueno tiene. Me imaginaba que saldría cubierto de vérnix, pero no es así. Y el agua está clara, no me he hecho caca, digo… era lo único que me daba pudor. Pero nada, mi cuerpo se había vaciado mucho antes, en las idas y venidas al baño. Miro a mi alrededor y veo el trípode con la cámara, ¿lo has grabado? Claro, Jara. Puf, no me he enterado de nada. ¿Habrán comido y bebido algo? Pienso. Sigo parloteando sin parar, qué subidón. Tanti me invita a tocar el cordón y sentir su latido, palpita y veo la sangre fluir por dentro. Es mío, digo. Claro, Jara. Quiero decir... "¡que es mi hijo!" Risas.

Al rato me sugieren salir de la piscina y tumbarme en el sofá para alumbrar fuera la placenta. Lo hago sin soltar a mi bebé, que sigue en mi pecho y al que cubren con una toalla. No me pareció muy agradable la salida de la placenta, me pilla desprevenida, tal vez tendría que haber seguido en mi trance. Más tarde, con el cordón ya sin latir y blanco Luis lo corta, ¡bien, toda la sangre para mi niño, suya es! Carol nos enseña y explica la placenta, yo sigo completamente flipada por todo lo que ha pasado. Lo hemos conseguido, y sin una sola intervención, solo escuchando el latido del bebé y mis gemidos. También viendo la línea púrpura que sube desde el ano hasta el coxis, pero de eso me entero después, cuando me lo cuentan. Impresionante.

Tengo sangrado abundante y me lo controlan con oxitocina inyectada en el muslo. Más tarde, para que Tanti pueda verme mejor, Luis se quita la camiseta y coge a Éric y lo pone en su pecho, ahora piel con piel con papá. Aprovechan para pesarlo, darle la vitamina K vía oral (fue lo único que quisimos que se le administrara al niño), limpiar el primer meconio y ponerle su primer pañal. Tanti me examina más exhaustivamente con una linterna sujeta en su frente, tipo minero, así me ve perfectamente sin necesidad de encender más luces de las que hay y poder mantener el ambiente íntimo. Me comenta que no tengo desgarro, el periné está intacto, ¡genial! Efectivamente, no noto dolor ni nada, como si hubiese vuelto a su ser de forma rápida. Éric vuelve a mi pecho y se engancha a la teta, ahí comienza nuestra disfrutada lactancia. Me preparan un batido de frutas, qué rico. Nuria me abanica porque estoy un poco floja. Hacemos foto de grupo. Qué bien, estoy feliz. Ni en mis mejores sueños habría sido así. He conseguido mi parto deseado.

La casa se va vaciando poco a poco. Para trasladarme al cuarto, Nuria coge a Éric y Luis me coge en brazos y a cada lado las matronas, pierdo el conocimiento por un momento muy breve y me tumban en el suelo del pasillo. Cuando recobro la conciencia, yo, que sigo encantada con la vida, me río "¿qué hago aquí?" Pregunto. Seguimos el camino al cuarto. Me dejan en la cama con mi bebé. Tanti y Carol se van después de recoger todo, de asegurarse de que todo está bien y de comentarnos algunas cosas, como que es normal que la primera noche el bebé duerma mucho, y así fue. Mañana por la mañana vendrán a vernos. No sé cuántas veces les doy las gracias, qué trabajo más bueno han realizado haciendo todo y "nada" a la vez, dejándome parir en libertad. Nuria se queda a dormir en el cuarto de al lado.

Luis y yo nos quedamos hasta las 5 o 6 de la mañana hablando y rememorando todo lo que ha pasado mientras no paramos de mirar a nuestro hijo, que duerme tranquilamente entre los dos. Me siento pletórica y poderosa. Estamos alucinando. Ya amaneciendo nos dormimos.

¡Qué placer parir y nacer en casa!

Jara.

Mayo 2019.

Nota: como comento, yo entro en trance y casi no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Sí recuerdo mis sensaciones y pensamientos. He podido ser más precisa y dar más detalles de todo lo demás porque he vuelto a leer las conversaciones de whatsapp, por el material fotográfico y de vídeo, por el registro que hace Tanti sobre lo que va pasando (mi "partograma") y por las conversaciones que hemos tenido después rememorando ese día.