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NACIMIENTO DE LÉON en casa

NACIMIENTO DE LÉON

Escribo estas palabras cuando hace tres semanas que nació nuestro pequeño León, el 16 de mayo de 2021. Nació en nuestra casa, como hizo su hermana dos años y medio antes, de una forma muy rápida, con mucho amor y calma, acompañado por su papá Félix y su hermana Río.

Estaba de 37 semanas y todo comenzó un sábado por la noche, después de haber pasado el día bañándome en la piscina. Cuando llevaba un rato en la cama comencé a sentir contracciones muy intensas, aunque no dolorosas. Había bastante espacio entre unas y otras pero no cesaban. Sabía que, aunque de una forma dulce y suave, el parto estaba en marcha. Bajé al salón, me preparé una infusión y me la tomé paseando lentamente por casa, meciéndome en cada contracción y disfrutando de saber que nuestro encuentro llegaría pronto. Pasado un rato volví a la cama, las contracciones comenzaron a ser un poco dolorosas, pero muy llevaderas. Pasé toda la noche así, durmiendo entre contracción y contracción. Por la mañana nos levantamos y desayunamos todos juntos, las contracciones seguían y en cada una yo necesitaba ponerme de pie, apoyarme en algún sitio, mover mi caderas y cantar la A muy suavemente. Comenzó a salir mucho moco de mi vagina, con algunas hebras de sangre y tenía ganas de orinar a cada momento, así que decidí desnudarme y poner empapadores debajo para relajar mi cuerpo y dejar salir los fluidos de forma libre. Así pasé la mañana, a ratos me sentaba en el sofá a descansar, a ratos paseaba por casa, a ratos me sentaba en la pelota de pilates, me mecía en cada contracción mientras abría la boca y dejaba a mi voz aullar la A.

Llamé a nuestra matrona, S., para contarle que el parto estaba en marcha, pero que aún no era necesario que viniesen, pues todo iba con mucha calma. Estaba disfrutando, sabiendo que ya quedaba poco para encontrarme con mi bebé, lo sentía moverse, haciendo su parte. Comimos todos juntos, yo no tenía mucho apetito pero comí para tener energía, pues no sabía cuanto podía durar aquel baile de contracciones. Después de comer me subí a la habitación a intentar descansar, me apetecía estar sola. Tras estar un rato en la cama tumbada, mi cuerpo me pidió caminar y me puse a hacerlo por la habitación. Las contracciones comenzaron a ser muy dolorosas y seguidas lo que me indicaba que el nacimiento estaba cerca. Pedí a Félix que llamase a S. para decirle que viniesen ya.

Eran las 16:45. Seguí paseando y cantando por la habitación en los breves descansos entre contracciones y agachándome apoyada en la cama, aullando la A cada vez mas fuerte en cada contracción. Sentía como me iba abriendo, notaba a León moverse y conectaba con él. Aunque era muy doloroso, me sentía muy feliz y poderosa, estaba disfrutando y siendo consciente de los cambios que se producían en mi cuerpo. Félix mientras tanto jugaba en el salón con nuestra hija. En uno de los descansos me arrodillé en el suelo para descansar y en la siguiente contracción mi cuerpo empujó, mi voz cambió y sentí que me partía por la mitad. Supe que el expulsivo había comenzado ya, aunque era demasiado pronto y la matrona aún no había llegado. Félix subió porque él también noto el cambio en mi voz, sabía que algo pasaba. Le dije que nuestro hijo iba a nacer ya, que mi cuerpo estaba empujando. Él rápidamente trajo toallas, puso mas empapadores en el suelo y bajó a poner música a nuestra hija. Yo, mientras tanto, de pie, agarrada a un mueble, me ponía en cuclillas en cada contracción y notaba como la cabecita de nuestro hijo asomaba por mi vagina y se volvía a meter.

Gritaba salvajemente con una voz que no era mía, una voz formada por la voces de todas las mujeres que han parido. Pedí a Félix que no me dejase sola, me agarré a sus brazos y en dos contracciones más la cabecita de mi hijo ya no volvió a meterse, sentí el fuego en mi vagina y le dije a Félix que cogiese a nuestro hijo porque ya salía. En la siguiente contracción salió su cabeza, la podía ver entre mis piernas, nuestro hijo estaba naciendo y lo estábamos haciendo los dos solos. Una contracción más y su cuerpecito salió del mío, como un pez, acompañado por el cálido líquido en el que había flotado durante 8 meses. Félix lo cogió, le quitó con mucho cuidado las dos vueltas de cordón y me lo dio. Yo lo apreté contra mi pecho, sentí que respiraba y que su corazón latía, estaba bien.

Me tumbé en la cama con él encima, en mi pecho, lo tapamos con toallas, aún nos unía el cordón umbilical que notaba entre mis piernas. Eran las 17:45, una hora de parto, no lo podíamos creer. Félix trajo a nuestra hija para que conociese a su hermano, nuestro hijo acababa de nacer y estábamos los cuatro juntos, en calma, inmesamente felices. Al ratito llegaron S. y A., León ya mamaba de mi pecho y alumbré la placenta. La examinamos, era grande y preciosa. Hicimos una foto a León junto a su placenta. Pasadas dos horas, Félix cortó el cordón y S. hizo una estampación de la placenta. Luego cortaron un pequeño trozo y A. lo añadió a un delicioso batido de frutas que me preparó.

Parir a nuestro hijo León sin más ayuda que los brazos de mi pareja, en la calma de nuestro hogar y dejando a mi cuerpo hacer, ha sido la experiencia más salvaje y brutal de nuestras vidas. Gracias León por hacernos ese regalo, por hacerme sentir capaz de todo, por elegirme para ser tu mamá.

Gracias S. por volvernos acompañar con tanta sabiduría, ternura y calma durante este maravilloso embarazo, parto y postparto.