Nacimiento de Olivia
RELATO DEL PARTO DE OLIVIA
Es imposible hablar del parto de ella sin hacer retrospectiva al parto de su hermano, Lorenzo. En mayo de 2017 nacía mi primer hijo por parto vaginal, como primeriza y carente de información jamás creí que debía cuestionar al médico, confié ciegamente creyendo que esa persona instruida iba a hacer lo correcto, pero no fue así, en su momento pensé que esa era la manera de que mi bebé llegue a este mundo, naturalizándolo, creyendo que el goteo era necesario, las luces, el movimiento y ruido de decenas de personas entrando y saliendo del quirófano, la restricción de movimiento, vías y cables por todo mi cuerpo, la prohibición rotunda de ingerir cualquier tipo de alimento o bebida a pesar de mi malestar, la episiotomía de rutina con la justificación de que mi hijo era grande 3.800kg y yo era primeriza entonces mi cuerpo no se podía adaptar a su tamaño y por supuesto tal como en las películas, la triunfal salida del padre con el bebé con solo minutos de vida en brazos para que lo vean los familiares cual zoológico a través de un vidrio luego de que fuera bañado, pinchado, cambiado, lejos de su mamá, que lo estaba esperando lejos, sola en un pasillo sintiéndose vacía, desorientada y con la única y más fuerte necesidad, tener a su hijo cerca, en su pecho.
Abril de 2019, después de cuatro meses de búsqueda y operación laparoscópica de por medio, llegan las dos rayitas positivas del evatest, en ese momento me inundó la felicidad pero el miedo al mismo tiempo, no quería volver a repetir la experiencia vivida en mi primer parto, por decisión mía y de mi pareja, Rodrigo, este sería nuestro último bebé, no podía permitir que me roben nuevamente mi parto, esta vez iba a ser diferente, me informé durante meses, leí miles de relatos de partos que fueron claves para mi búsqueda por eso esta vez aporto mi granito de arena escribiendo nuestro relato.
Comenzó la búsqueda del equipo que me acompañaría en este camino, estaba sólo de cuatro semanas, así que el tiempo estaba a mi favor pero no fue tan simple como creía. Primer médico, lo retó a mi nene de un año y diez meses por seguir tomando el pecho y me dijo que no estábamos en Somalia así que ya podía dejar de darle, obviamente no volví. Pasamos al segundo, por una cuestión de distancia, parecía todo estar bien hasta que una simple búsqueda en internet develó decenas de casos de mala praxis. Volvimos al ruedo, tercer médico, buenas referencias, paciente pero en cuanto tuve molestias debido a una congestión pélvica preexistente, dos días después me dijo por WhatsApp que cualquier molestia fuese a una guardia, sabiendo el manoseo innecesario que eso conlleva, decidí continuar con él y en paralelo ver al siguiente, en la primer consulta al mencionarle que quería un parto sin intervenciones me dijo textualmente que el parto respetado estaba de moda, que no todas las mujeres pueden parir y que respetado no es en el living con una palangana como muchas quieren y que el expulsivo debía ser si o si en la camilla porque él no se iba a tirar al piso como mecánico, y por si eso no era suficiente para saber que no era el médico que buscaba justificó mi episiotomía anterior porque mi bebé era grande.
Las semanas seguían pasando y cada vez el miedo era mayor, había leído partos soñados acompañados por el Dr. G. y su equipo, lo único que me hacía dudar era la distancia, ya que soy de Vicente López y tendría que ir hasta Ramos Mejía, pero decidí llamar para concretar un turno, para ese momento ya estaba de 31sdg, sí, ¡31 semanas! Al entrar al consultorio lo único que sentí fue paz, nos preguntó que buscábamos nosotros y nos contó como trabajaba él y su equipo, ese mismo día entendí que G. sería la persona que nos acompañaría sin ninguna duda. En la semana 34 comenzamos el curso de pre-parto, fue una experiencia hermosa, las chicas tenían esa misma paz que transmitía el Dr. nos explicaron todo lo que necesitábamos escuchar.
Último control, semana 39.2, si bien tenía algunas contracciones más que nada cuando estaba en movimiento no se desencadenaba el trabajo de parto. En esa consulta G. me dijo que me quede tranquila y que confiara en mi cuerpo, que el día lunes, semana 40, estaría de guardia y que si queríamos podíamos ir a verlo a las 21 hs para que realice desprendimiento de membranas a ver si se desencadenaba en el transcurso de esa semana o sino esperaríamos hasta la semana 41 a ver si Olivia quería nacer, jamás nos presionó , todo lo contrario, nos informó cada cosa y dejó la decisión en nuestras manos. Los días pasaron y yo trataba de mantenerme en movimiento, hablarle a mi bebé todas las noches.
Sábado 14 de Diciembre, ya sabía que era cuestión de tiempo para que naciera, mi mamá del corazón, mi abuela estaba internada en terapia intensiva, la noche anterior la habían intubado y sentí que había llegado el momento de despedirnos, ella me había prometido que iba a aguantar hasta que Olivia naciera pero en esa visita le agarré la mano, la puse sobre la panza y juntas le hablamos, le dijimos que la perdonábamos, que podía irse en paz, que siempre la íbamos a amar y como consuelo acepté que debía dejar ir una de las vidas más preciadas para mí para darle lugar a una nueva, la de Olivia. Madrugada del día 15 de Diciembre, me despierto a las 4 a.m. con molestias, no llegaban a ser contracciones fuertes pero se sentían como un dolor de ovarios que por momentos mermaba, dí muchas vueltas en la cama, estaba incómoda acostada así que decidí levantarme despacio para no despertar a mi compañero, bajé a la cocina, me senté mirando al patio tomando un té esperando a que amanezca, sabía que se acercaba el momento y la locura del anidamiento afloró, a las 6 am. La loca con panza se puso a ordenar la casa, mover sillas, alfombra y todo lo que había corrido para limpiar el día anterior. 7.30 a.m. me acuesto nuevamente, Rodrigo se despierta y le conté que Olivia iba a nacer ese día, empezamos a contar las contracciones y eran regulares, pero cada 15 minutos. A eso de las 8.30 a.m. quiso llamar a sus papás para que vinieran a buscar a Lorenzo, las contracciones me dejaban inmóvil durante los segundos que duraban pero en cuanto pasaban seguía lo más bien, así que cuando llegaron mis suegros les dije que se quedaran a desayunar con nosotros, desayunamos, charlamos y pasamos un lindo momento todos juntos, mi suegra por momentos me quería arrastrar al hospital pero yo prefería esperar en casa, estaba bien, eran solo intervalos cada 5 minutos, durante 40 segundos en los que quedaba inmóvil y no quería escuchar ni una palabra, todos respetaban el silencio y luego continuábamos con la charla, ya habían sido advertidos por Rodrigo que en el momento de la contracción si me hablaban iban a ser golpeados por la psicótica hormonal. 11 a.m. ya se habían ido mis suegros y nos habíamos despedido de Lorenzo. Subimos a la habitación, armé una pila de almohadas y apoyé la cabeza en ella tirándome hacia adelante, pasé varios minutos así comiendo confites sugus, obviamente el trabajo de parto no iba a interferir con la lombriz solitaria que tenía hace nueve meses en la panza. En ese momento decidimos llamar a B. que era con quien habíamos tenido contacto desde el principio, ella me habló super tranquila, me dijo que no me preocupe por contar las contracciones, que me relaje, me meta en la bañera si quería y transite ese momento con tranquilidad, que ese día ella no estaba de guardia pero que ya la llamaba a G. que era quien estaba ese día. Pasaron unos minutos y me llamó G., esa persona única que me hacía sentir que la conocía de toda la vida, me pregunto cómo me sentía, si quería esperábamos un poco más y me comunicaba en una hora de nuevo. 12.20 p.m la llamamos nuevamente para decirle que ya estaba perdiendo el tapón mucoso y se habían acortado las contracciones siendo cada 2/3 minutos y eran más intensas. Me preguntó si quería ir al Sanatorio o esperar un poco más, en ese momento me invadieron los miedos de mi primer parto, no sabía que responder, le consulté que era lo que ella me recomendaba, me dijo que si me parecía esperemos un poco más. 13.10 p.m. sentí que ya era hora de ir a encontrarnos con Olivia, acordamos estar en la Trinidad a las 14 p.m., en el auto íbamos hablando con Rodrigo de con cuánta dilatación llegaría ya que con Lorenzo había llegado con 4, esta vez suponía que tendría 6/7 como mucho, tenía muchas contracciones dolorosas, pero las transitaba en silencio y cuando la ola pasaba seguía normal, sin ningún tipo de molestia. Llegó G. y desde un principio defendió mi parto como una leona, dijo ellos están conmigo dando a entender que nadie intervenga, me llevó a un consultorio y me pidió permiso para hacer un tacto y ahí fue felicidad pura, me dice sorprendida tenés 8/9, yo no lo podía creer. Me dio una bata para cambiarme y mi pareja se fue a hacer el papelerío para el ingreso. Me llevaron a una habitación y ahí comenzó la magia, G. puso lámparas de sal, colchoneta, pelota, cerró las cortinas, iba y venía cada un rato a controlar pero dándonos lugar para que vivamos este momento solos con mi marido, sin interrupciones bruscas, con música, me hizo masajes en el sacro que en ese momento fueron lo mejor que me pudo pasar, ya que todo se estaba intensificando y sentía que me iba a partir en dos. Pasaban las horas y yo pasaba de la cama a la colchoneta, de la colchoneta a la pelota, me paraba, me sentaba, sentía comodidad sentada en el inodoro ya que no me hacía presión en la zona, me volvía a parar, gise me preguntó si quería comer, me dio unas nueces y agua, repuse un poco de energía y seguí en ese mundo extraño del trabajo de parto, por momentos se sentía hasta sobrenatural, como si estuviese ahí y a la vez no. Ya sentía que no aguantaba más, eran las 17 p.m. comenzaba a desesperarme, estaba cansada y creía que no iba a poder, Rodrigo me hacía masajes, me apantallaba cuando sentía calor y me cambiaba la colchoneta de lugar lejos del aire cuando tenía frío, todas esas sensaciones cambiaban segundo a segundo. Le pido a G. que se fije como íbamos, estábamos con 9 pero Olivia no bajaba, yo ya creía que no iba a poder, me insistió para que camine, fui, volví, me agaché, volví a la cama y al inodoro por milésima vez. Entra G. a la habitación, en ese momento fue como ver a un ángel, era indicio de que mi bebé estaba más cerca, me habló para ver cómo estaba y me dijo que se iba a preparar así bajábamos a la sala de parto.
17.30 p.m. todos listos para ir al quirófano, por suerte era domingo, no había nadie en todo el hospital, G. y G. prepararon la camilla transformándola casi en una silla, apagaron las luces y se sentaron en el piso con las linternas de sus teléfonos a escribir, era una imagen increíble e impensada para mí en comparación a mi parto anterior. En esa paz absoluta Olivia se acercaba, cada vez más. Los dolores se hacían insoportables al igual que el cansancio físico y emocional, estaba perdiendo el foco y decía que no podía más, que estaba cansada, pregunté incansables veces cuánto faltaba y todos seguían ahí alentándome, diciendo las palabras justas para confiar en mí, pero mi cansancio me estaba jugando en contra y Olivia seguía sin bajar. G. me dijo que los monitoreos venían perfectos, que podíamos esperar o romper bolsa, decidí que rompa la bolsa, automáticamente los dolores se intensificaron y las contracciones de alargaron, eran una detrás de la otra, dolorosas pero hermosas comparadas a las que tuve en mi primer parto con oxitocina sintética. Ya no quería pararme, G. me traía jeringuitas con agua, Rodrigo me apantallaba para aliviarme el calor y G. me hablaba diciéndome que ya venía Olivia, que necesitaba que me moviera para que termine de bajar, G. me revisó de nuevo y ahí estaba la cabeza! Me hizo tocarla, todos mis miedos desaparecieron, empecé a sentir una presión insoportable, llamaron a neonatología y se prepararon para recibirla. G. me agarró la mano y me dijo que puje despacio con toda la tranquilidad que transmitía su voz, Rodrigo me tenía de la otra mano diciéndome que ya nacía Olivia, que yo podía, esas personas eran lo único que necesitaba y con las que quería compartir ese momento tan especial, eran amor, contención y paz representados en tres personas, ya no había un padre, una partera y un médico, eran un equipo, todos yendo para el mismo lado, sintiendo juntos cada sensación y en eso escucho ¡tocá, ya está la cabeza! Y G. que me dice ahora va a arder, no hagas fuerza, puja despacio y eso traté de hacer en todos los pujos restantes ya que la gorda se hacía desear, llegó ese último pujo donde sentí que tenía que soltarla y salió ese cuerpito resbaladizo y calentito, todos los dolores desaparecieron, 19.28 p.m. nació Olivia rodeada de amor. Me la pusieron en el pecho mientras esperaban a que el cordón deje de latir para que deje de ser parte de mí. G. y G. se miraron y dijeron debe andar por los 4 kg no?. Cortaron el cordón y me pidieron permiso para pesarla al lado mío. G. se corre a un costado para despejar mi vista y me dice con una sonrisa de alegría y sorpresa: “Brenda, mirá lo que pesa tu hija” y ahí logro ver la balanza 4.458 kg y 51 cm. No la sacaron ni un segundo de mi lado, todos juntos nos fuimos a la habitación.
Si tengo que describirlo en una palabra diría mágico y hasta me quedaría corta. Feliz de haber elegido al Dr. G. y al equipo de N., les voy a estar agradecida el resto de mi vida por haber recibido a mi hija de la mejor manera y por haber sanado mi primer parto, siempre va a quedar una cicatriz, pero lo que hicieron fue un mimo al alma. Gracias!