Nacimiento de Oriol. Clínica VIC.
Llevaba ya días con contracciones algo dolorosas que a ratos se sucedían cada 10 min. Así que cuando el sábado 10 de febrero comencé a tenerlas sobre las 5 de la tarde, no les di más importancia; me duché con mi hijo, y nos arreglamos los dos para ir a una tienda del centro a mirar unos muebles.
Con el trajín, las contracciones se volvieron cada 5 min., y le dije a mi marido que mejor fuera solo, yo prefería quedarme a descansar.
Para cuando mi marido volvió, sobre las 19:30, yo ya llevaba rato con contracciones cada 8-12 min., pero estas, ya empezaban a doler más de la cuenta, ya no las pasaba tumbada en el sofá y respirando lenta y profundamente, el cuerpo empezaba a pedirme hacer círculos con la cadera, de pie, o de rodillas, y tuve que llamar a mi tía para preguntarle como podía respirar, ya no sabía como hacerlo.
Me dijo que echara el aire con la boca bien abierta, intentando abrir la garganta al exhalar, y visualizando que era la vagina la que se abría en cada contracción. Como parecía que la cosa podía ir en serio, me metí en la bañera, serian las 21h., si era una falsa alarma, las contracciones pararían, si la cosa iba en serio, no.
Mientras Joan le dio la cena a Miquel y le puso el pijama, supe que la cosa iba en serio, llamemos a mi hermano para que viniera a dormir a casa, y yo me metí con Miquel a la cama para que se durmiera, como cada noche; el par de contracciones que pasé tumbada, fueron horribles.
Entre unas cosas y otras, salimos de casa a las 23h., ya llevaba rato con contracciones cada 5-8 min., no eran completamente exactas, oscilaban ese tiempo, y me dolían un montón, pensé, que si el dolor iba a más, no sabía si podría soportarlas.
En el coche iba tumbada en el asiento de atrás, con cojines, intenté pasar alguna contracción así, pero me era imposible pasarlas tumbada, el dolor se intensificaba muchísimo, así que las 6 ó 7 que pasé en el coche, también fueron de rodillas, agarrada al reposa cabezas trasero, y moviendo las caderas, los sonidos que salían por mi boca, bien abierta, creo que iban subiendo de tono.
Llegamos a la clínica, a Vic, a las 12 de la noche, y fui andando hasta la sala de partos, no sé como alguien puede sentarse en una silla de ruedas estando de parto.
Al llegar, la comadrona, viendo como llegaba, pensó que debía estar bastante dilatada, y me sugirió un tacto: ¡Un dedo!, cuando me lo dijo, pensé que me moría, ¡Cómo iba a aguantar todavía 9 cm. más!, si ya no soportaba dolores más fuertes que aquellos!
Me puso un monitor, sentada en una silla, para comprobar que todo estaba bien, allí, sentada en la silla, me costaba mucho soportarlas, me tensaba, no lo podía evitar, descontrolaba la respiración, la comadrona, un poco seca, intentaba decirme como respirar, pero yo ya solo podía pensar “¡Me muero!”.
Era consciente de que así no iba bien, así que, cuando llevábamos media hora de monitor, le dije que me tenía que levantar de allí, que no aguantaba ni una más sentada.
Me dijo que vale, que el bebé estaba bien, pero que iba para largo, así que, como éramos de fuera, me ponían en una habitación, que intentara descansar, que respirara normal durante las contracciones, y me aconsejó que me tomara una pastillita de buscapina, (no lo había oído nunca, pero me dijo que era un relajante muscular y que me ayudaría a dilatar, así que la tomé).
Me metí en la cama sobre la una, mi marido, Joan, puso unas velas de las que yo llevaba, apagamos la luz, y se acostó también. Entre contracciones, solo quería dormir, pero cuando llegaba la contracción, me ponía de rodillas encima de la cama, agarrada al cabezal, hacía círculos con la cadera, y abría bien la boca y la garganta al exhalar, mientras pensaba en cosas que me había apuntado, como: no ofrecer resistencia al dolor, sino considerarlo un aliado para ayudar a mi hijo a nacer, le hablaba y le pedía que fuese bajando; pensaba en todas las compañeras de Apoyocesáreas, en mis comadronas virtuales, Inma y Joni, en los dos años que llevaba preparando y deseando ese momento. Aunque en algún momento se me pasó por la cabeza que no podría aguantar ese dolor muchas horas más, y sentía como la sombra de la cesárea se acercaba; enseguida me volvía a centrar con todas mis fuerzas en mi monologo positivo, en cada historia de PVDC leída en la lista, que me daban unas ganas locas de parir, y que ahora estaba ahí, justo en el momento soñado, no podía rendirme. Además, ahora el parto era como tantas veces lo había soñado, a oscuras, yo sola, sin nadie hablándome ni observándome.
De repente, sobre las 3:40, cuando llevaba así casi tres horas, en medio de una contracción, sentí una explosión dentro de mí, una cascada de algo muy caliente y abundante me cayó por las piernas, creo que grité, y Joan encendió la luz, enseguida miré la cama, chorreando y caliente, pero las sábanas, blancas, inmaculadas, dentro del dolor, era toda una alegría.
Al ponerme de pie para quitarme la ropa, las contracciones empezaron a sucederse una tras otra, casi sin descanso; al dolor de las anteriores, se sumaba una sensación muy extraña en la vagina y en el ano, me senté en el vater, pero al apretar, notaba que apretaba por delante también, y sabía que no se debe apretar hasta que no hay dilatación completa, así que empecé a jadear para evitar empujar; mientras, alguien pretendió que me sentara en una silla de ruedas para ir al paritorio, ya no podía hablar, dije que no con la cabeza, y salí de la habitación parándome por el camino en cada contracción, que me dejaban apenas 1 minuto de descanso.
Al llegar a la sala de partos, la comadrona me tactó (creo que de pie), ¡8 centímetros!, una ola de esperanza me invadió. A pesar de todo, parecía que iba a ser posible.
-“¿Quieres meterte en la bañera?
-“¡SI!”
Lo que fuera, necesitaba algo que me aliviara de todo aquello que estaba sintiendo, aquel torrente de sensaciones tan extrañas, seguro que el agua caliente me aliviaría.
Mientras llenaban la bañera, me metí en el water, creí que me estaba cagando, pero nada, notaba como se me abría todo una barbaridad, pero no salía nada; oí que me estaban buscando, la bañera ya estaba llena, salí, y me encantó lo que vi, la habitación iluminada por una tenue luz indirecta y por todas las velas que rodeaban la bañera, me preguntó Joan si ponía la música, le dije que sí, y me tiré de cabeza a la bañera; en la contracción, me llevaba las manos instintivamente a la vagina , notaba que quemaba y estaba muy abierta, yo jadeaba para no empujar, aunque mi cuerpo, por su cuenta, empujaba como una bestia.
-“¿Porque te aguantas de empujar?”, me preguntó la comadrona, le dije que porque aún me faltaba dilatación. Me contestó que no, que ya estaba completa, “Es que no notas que lo que estás tocando es la cabeza del bebé?”.
Así que en la siguiente contracción dejé de jadear, aunque tampoco empujé, intenté relajarme y dejar a mi cuerpo hacer, no sé si fue en esa, o en la siguiente, pero cuando llevaba entre 10 y 15 minutos en el agua, de repente, mi hijo se escurrió hacia fuera, de golpe, en una sola contracción.
No podía creerlo-¡ya está! ¡Lo hemos conseguido!, me ayudó la comadrona a cogerlo, le quitó una vuelta de cordón que llevaba al cuello, y me lo coloqué encima, empecé a llorar como loca, no sé porqué, me pasaron tantas cosas por la cabeza con mi hijo recién nacido sobre mi pecho, ¡Hasta pensé si no sería un sueño!!, de hecho, había soñado exactamente eso tantas veces!, lo tapamos y hicieron un par de fotos, entonces me di cuenta que había un ginecólogo en la habitación, no sé el rato que llevaba, pero estuvo en un rincón sin moverse ni hablar hasta después del nacimiento.
Cuando el cordón dejó de latir, mi marido lo cortó, y me dijeron que debía salir del agua, ya que Oriol había hecho bastante caca en el agua nada más salir, y había riesgo de infección. Mientras salía del agua para ir a la sala de al lado a una camilla, Joan se llevó a Oriol a secar, vestir y hacer el test de Apgar (9-10), enseguida me lo volvieron a poner encima, justo después de expulsar la placenta, cuando me comunicó la comadrona que tenía un pequeño desgarro, la verdad es que ni había pensado, no noté nada!, estaba segura de que estaba entera…pero no, tres puntos “porque te los hago bien juntitos”, menos mal que tenía a mi niño encima y no podía pensar en otra cosa!.
Después de coserme, me metí a una cama con él, y aún no nos hemos separado, los dos días y medio ingresada, no me lo separé de mi piel, nada más que para ir al baño, es un niño súper tranquilo, y precioso.
Hoy, diez días después, sigo notando los puntos, pero ya no duelen, recuerdo que fue muy doloroso, pero desde luego, valió la pena, valió la pena prepararlo tanto, leer tanto, y buscar tanto, para saber lo que es parir a una hijo de esta manera, con un recibimiento tan cálido.
Sé que esto, no hubiera sido posible sin la lista Apoyocesáreas, así que, el haber podido tener esta maravillosa experiencia, os lo debo, sin duda, a las fundadoras de la lista, y a todas/os las que compartís vuestra sabiduría día a día. Gracias.