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Ni fotos, ni velas, ni música, ni silla de partos...
Más o menos fue a mitad del embarazo cuando comenzamos a informarnos sobre como se están atendiendo los partos, por regla general en la seguridad social, y a interesarnos por otras alternativas. Desde que empezamos a asistir a las reuniones de El Parto es Nuestro fue cobrando fuerza la idea de tener el parto en nuestra casa, aunque las experiencias contadas sobre la atención en el hospital del Salnés también nos hacían atractiva esa opción. Finalmente decidimos contratar una matrona para que nos acompañara en nuestra casa y mudarnos para Arousa, para tener ademas la confianza de que, si finalmente no se podía llevar a cabo en casa, ir para el hospital del Salnés.
Así que nos pusimos a buscar casa, cuando por fin la encontramos e hicimos la mudanza yo estaba en la semana 38 de gestación y de los nervios pensando que no me daría tiempo de hacer el nido. Durante esas últimas semanas leimos bastantes libros sobre el parto respetado y natural que me ayudaron a afianzar la confianza en mi cuerpo, ganada ya durante un embarazo genial. Preparamos el nido, teníamos velas, música escogida, la batería de la cámara cargada, víveres y bebidas energéticas... mi compañero me hizo una silla de partos de madera,...
Cuando llegó la primeira fecha probable de parto (basada en la primeira ecografía, 3 días antes de la fecha que me dieran basándose en mi última regla), ya llevaba varias semanas con contraciones de Braxton-Hicks que aliviaba con ejercicios rotatorios sobre la pelota de pilates, y los últimos días notaba cierta presión sobre la zona de la uretra en momentos puntuales. Durante la tarde de la segunda fecha probable de parto dimos un paseo por la playa. Allí comenzaron los pódromos, eran contracciones bastante más fuertes que las que había tenido hasta entonces, a intervalos de unos 10 minutos. Me abrazaba a mi pareja y entonabamos un intento de canto carnático, para sobrellevar el dolor. Cuando regresampos a casa, al anochecer, las contracciones cesaron. Esa noche, antes de ir para la cama, recibí una dosis de prostaglandinas, de las naturales ;-)
A las 2 de la mañana me despertaron los pódromos, tenían la misma frecuencia e intensidad que la tarde anterior. Aguanté en la cama hasta las 3 pero no conseguía dormir y me resultaba difícil llevar el dolor en posición horizontal. Me levanté de la cama para beber un zumo, sentarme en la pelota de pilates, ponerme a cuatro patas, pasear por el salón, … y así estuve hsata las 5, momento en el que desperté a mi pareja para que me presionase en la zona del sacro porque ya no conseguía aliviar el dolor con ninguna postura.
Más o menos al cabo de media hora tuve que ir al baño, estando en el váter vomité el zumo, salió el tapón mucoso y cada vez que intentaba levantarme me venía una contracción que no me dejaba mover. Fué entonces cuando avisamos a la matrona, que tenía 50 minutos de camino para llegar a nuestra casa. Ella nos había advertido que la llamáramos cuando las contracciones fuosen cada 5 minutos, durasen 1 minuto, durante una hora, pero no esperamos tanto. Me metí en la ducha, sentada en la pelota de pilates, mi pareja me echaba auga caliente.
Enseguida rompí augas. Quise salir de la ducha porque no me estaba ayudando, más bien me apetecía auga fría. Había tormenta, pensé en ir debajo de la lluvia...pero en cuanto salí de la ducha un fuerte pujo me dejó a cuatro patas, sentí cierto miedo por lo que venía, pregunté cuanto tiempo tardaría en llegar la matrona. Mi novio se arrodilló delante de mi y me abracé a el intentando recuperar el cántico de la tarde anterior, pero de mi garganta salió más bien un grito profundo, animal, ancestral...que no pude reprimir ni tan siquiera controlar, ya no sentía más miedo, entré en un mundo en el que gobernaba mi instinto. El segundo pujo vino enseguida, esta vez noté que se me abría el cuerpo e informé a mi novio de que “¡ya viene!”, él, incrédulo, dijo que no podía ser. Metí la mano entre las piernas y toqué la cabecita del bebé a ras de mi periné. Mi pareja aguantó estoicamente a mi lado, asustado por los gritos y por como se estaba precipitando el desenlace, pero sin enseñar la preocupación, preparado para ser el primero en dar la bienvida a nuestro bebé. En el siguiente pujo salió la cabeza por completo. Con mucho pelo, arrugada y morada. Yo estaba de cuclillas sin fuerza para seguir en esa posición, estiré una pierna y me apoyé en el borde del plato de la ducha, mi novio sostenía la cabecita y me dijo que no me sentase, yo casy mosqueada por la advertencia: “¿cómo me voy a sentar?” En medio de esa conversación vino el cuarto pujo y el bebé salió por completo. Inmóvil por unos pocos segundos y morado, cubierto por una gruesa capa de vérmix en la espalda y pelo, estornudó dos veces y su padre lo puso sobre mi, que estaba sentada en el suelo. Enseguida comezó a buscar la teta. En ese momento mi novio lo cubrió con unas gasas y empezó a dar vueltas por la casa buscando toallas, una estufa, las velas,...sin acordarse de que aun non sabíamos el sexo de nuestro bebé, entre las idas y venidas infuctuosas, preguntándome continuamente se tenía frío, se lo pregunté y miró: ¡es niño!. Yo tiritaba y me castañeaban los dientes, pero non era de frío, sentía un mal estar que non tenía previsto.
Aproximádamente después de 20 minutos de nacer el bebé, llegó la matrona. Entre los dos me ayudaron a levantar y me llevaron a la cama. Pinzó el cordón cuando ya no latía. Allí intentamos el autoenganche, nuestro bebé trepaba encima de mi pecho y movía la cabeza en busca de su alimento. Al poco tiempo volvieron las contracciones y los pujos para expulsar la placenta, cuando esta salió dejé de sentirme mal. La matrona me exploró y vió que tenía dos pequeños desgarros de 1º grado, decidió no coser. Poco después creyó conveniente dejarnos solos. Poco a poco fuimos siendo conscientes de lo que acababa de pasar. Fue todo tan rápido y tan intenso que nos sorprendió tener ya a nuestro bebé en los brazos. Un parto tan meditado, tan preparado, para que después nos sorprendiese el ímpetu y la fuerza con la que el pequeño quiso salir, la confianza que depositó en nosotros, sus padres, para nacer con nuestra única presencia. Ni fotos, ni velas, ni música, ni silla de partos...