Notas de la experiencia del parto. Mi renacer. Nuestro renacer.
Notas antes de…
1 de octubre 2011
Siempre me han ocurrido cosas importantes en el mes de octubre…yo misma nací en octubre… pero sin duda, este octubre va a ser el más importante de mi vida.
Siento que por fin voy a plantar cara a la vida y dejar al miedo de lado, no dejarle guiar mi vida.
A mi alrededor siguen apareciendo voces cercanas que apelan al miedo, a la catástrofe, a lo peor; a la muerte y al dolor para hacerme desistir en mi empeño. No estoy dispuesta a que me atormenten y me disipen. Soy yo la que decido y Maya va a venir al mundo en casa, con conciencia y el dolor que haga falta; con amor y tranquilidad.
Estoy orgullosa de mi misma e intento buscar el sosiego y el proceso de interiorización y consciencia necesarios.
“Maya! Estoy contigo y juntas lo conseguiremos! y Chabi nos ayudará todo y más; va a ser un día muy bonito, ya verás!. Por fin nos conoceremos y nos miraremos”. Cada vez pienso más en ese momento.
Sobre las 18 h del 11 de octubre 2011
Maya! Han comenzado las contracciones! Parece que ya quieres salir. Tenemos muchas ganas de conocerte!
De momento el dolor es aguantable y con cada contracción pienso en que cada vez estamos más cerca.
Ánimo valiente, que vamos a hacerlo muy requetebién!
16 de noviembre 2011
Notas de la experiencia del parto.
Mi renacer.
Nuestro renacer.
El inicio…
Volcán. Olas. Sacudida interior. Sorpresa. In crecendo. Ritmo. Prueba personal. Interrogantes. Comida interruptus. Certezas. Recuerdos de lo aprendido. Escuchando mi cuerpo. Sintiendo sin miedo. Consciencia. Serenidad. Soledad. Música reggae. Respiración. Silencios. Agua. Palabras. Rugidos. Luces cálidas. Su mano. Los pañales. Sus masajes. Olor a lavanda. Su abrazo. Las cortinas sin colgar. Paseo, paseo, paseo. Calor. Frío por todo el cuerpo, tiritera después del agua. La mesa, el aparador, la cómoda, el mueble de la entrada, el cambiador. La gente en la calle. Jaleo exterior. Interior en calma.
Llamadas y mensajes. Terremoto de dolor entre actos. Chabi mirando el reloj con disimulo. Llamada a Eva, mi doula. Llega Eva son más de las 00 h. Dolor intenso desde detrás, en la zona del sacro, hacia delante, hacia ovarios. Pienso en cada contracción en lo finito del dolor.
9 de diciembre de 2011
Parto de Cruz , en casa…
Ando buscando un huequito desde hace más de un mes para contar en papel la experiencia del parto, de mi parto. Para contar el día y la noche en que nació Maya, para que ella algún día pueda leerlo y porque me gustaría que otra mucha gente que quiero pueda sentirse cerca de mí y de Maya por un momentito.
Salía de cuentas el día 10 de octubre, pero todo parecía indicar que Maya iba a esperar unos cuantos días más en llegar a nuestro exterior. Al fin y al cabo el útero dicen que es un espacio cómodo, calentito y protegido.
El martes 11 de octubre por la mañana desperté confusa, sin saber si había soñado con contracciones o las había tenido realmente. Al poco notaba de vez en cuando cierto dolor como si me fuera a venir la regla… no era eso, evidentemente!
Fui con Chabi al hospital para hacerme mi primer test basal… después de mucho esperar nos fuimos contentos sabiendo que todo iba bien, hasta el lunes 17 no había que volver a ese lugar, que no por frecuentado dejaba de seguir siendo aséptico y frío, casi inhóspito diría yo. Antes de dejar esos pasillos y mientras iba pensando “Ojalá no tenga que pisarlo más y Maya nazca pronto y según lo planeado…osea…en casa…” nos encontramos a Yolanda. Me alegré pensando que era buena señal, tenía la certeza de que estaba embarazada, pero no le dije nada de eso. Nos despedimos con un buen abrazo cariñoso y nos fuimos a la calle.
Hacía un día caluroso de mediados de octubre… después de dejar arreglando el reloj de Chabi, que justo ese día (en lo que nos pareció otra señal) había dejado de contar el tiempo… fuimos hasta las clases de postparto y crianza de Eva; le había prometido acudir y quizá era el último martes antes de tener a mi bebé. Tenía mucha curiosidad por conocer cómo se entretenía el espacio entre bebés, mamás, masajes, alfombrillas y peluches de colores.
Entré a La Madriguera entre contracciones (esporádicas, pero cada vez algo más intensas) y con la música de Carros de fuego de fondo, esa melodía que tantas veces nos había aconsejado Eva como banda sonora para un buen parto en progresión. A Eva le hizo gracia mi aparición en ese preciso momento y lo comentó, “Tenemos un inicio de parto!”.
Allí sus estiramientos al estilo japonés me aliviaron y después de ver a la pequeña María relajarse con el genial masaje Mandala y a Diego dormirse después de mamar en brazos de su mamá Pilar… me fui a la calle porque no aguantaba más los dolores sentada en la bola gigante. Quedé con Eva en que la llamaría.
De camino recuerdo la animación en la Pza. de los Sitios con las casetillas de artesanía por las fiestas del Pilar y recuerdo 2 ó 3 llamadas de Lorena, pensé “Esta brujilla me llama porque nota ya mi parto!”… apagué el móvil después de llamar a mis padres para decirles que quizá no fuéramos a la comida del día siguiente. Llegando a casa sabía que todo estaba ya en marcha… muchas dudas… cómo iba a pasar todo?... aguantaría el dolor?...todo se alargaría hasta el día siguiente?... duraría varios días?... todos los interrogantes acumulados en 40 semanas acudían raudos a mi cabeza… pero me sentía tranquila, positiva, con energía… caminaba aún por la calle y las dudas se hicieron a un lado, se quedaron atrás… ya no pensé más en ellas. Sólo existía el AHORA!
En casa comimos la acelga y esa ensalada tan rica que preparó Chabi… comí con ganas, tenía hambre, aunque tuve que levantarme varias veces, el dolor empezaba a ser mayor y no aguantaba sentada… veía a la vez las noticias lejanas, no las oía.
Chabi se fue a trabajar… “Cualquier cosa me llamas”.
“Vale, trae los pañales si han llegado a La Pantera”.
El Centro social-librería La Pantera Rossa está en San Vicente de Paúl, a tres calles de nuestra casa, así que partió poco antes de las 17 h., antes me llenó el suelo de cojines alrededor de la colchoneta. Sabía que él estaría muy cerca, así que no me preocupó quedarme sola. Ninguno de los dos, novatos, teníamos conciencia exacta de que el parto estaba allí con todas sus letras, ni cuánto se podría alargar.
Desde marzo al 2 de mayo de 2012
Toda la tarde la pasé sola. De las 17 a las 21.45 h.
Sabía que el momento había llegado, cada vez lo tenía más claro. Pensaba que igual duraba hasta el día siguiente o más… quién lo sabía. “Lo voy a intentar llevar lo más tranquila posible”, pensé.
Recordé la recomendación de Chabi antes de irse, que a su vez nos hizo Eva… ocupa el tiempo en cosas cotidianas, mecánicas, que te distraigan.
La lavadora paró, así que con mi barrigón me puse a tender la ropa, las contracciones de pie eran más soportables, pero tenía que parar a cada rato.
Después cogí el diario que había escrito durante mi embarazo, quería escribir mientras pudiera, al menos unas líneas para anotar sensaciones rápidas y dejar cuenta a Maya de que nos íbamos a ver en muy poquito.
Después todo pasó rápido… aunque el tiempo alrededor era tranquilo. Los recuerdos se agolpan y es difícil discernir con el tiempo algunas cosas… lo recuerdo a trozos… nítido y entre nieblas… en foto fija y desenfocado. Sensación de lentitud-rápida…algo extraño de explicar.
Puse música, la que me gusta, la que más me relaja, el CD que me regaló mi hermano Juan de reggae de Gregory Isaacs; después otro también de reggae, John Holt que también me grabó él, siempre hemos coincidido mucho en la música que nos gusta… disfruto con el ritmo.
Ando de un lado a otro de la casa, pasillo arriba, pasillo abajo, paro con las contracciones, me inclino formando un ángulo de 90º, me apoyo donde me pilla, en la mesa del salón, en el aparador nuevo, en el viejo que está por tirar en el pasillo al lado de la puerta, en el cambiador de Maya. Las luces cuando cae la tarde son tenues, anaranjadas, con pañuelos. Me llama mi hermana Ana “Necesitas algo?”, “ Pues no tengo naranjas”, “Te las llevo en un poco…”.
Al cabo de un rato me trae una malla llena de ricas naranjas. Ella no sabe que estoy ya a tope… le cuento que al día siguiente va a ser imposible ir a comer a casa de los papás, ella lo comprende. “¿Necesitas algo más?”. “No, tranquila, yo creo que estoy empezando, tengo contracciones”. No quiero que mi hermana esté nerviosa por la noche pensando en mi parto. Oculto mi impaciencia… noto que llega la siguiente contracción al tiempo que la despido y cierro la puerta. Sé que ella está cerca, vive en la calle de al lado, sonrío, mañana podré tomar fresco zumo de naranja. Gracias Anica!
A las 21 h. mandé un mensaje a las matronas y a Eva. Raquel me llamó por teléfono, le conté todo de manera tranquila, me dijo que todo iba bien, que intentara dormir porque podía alargarse y necesitaría el descanso. Le contesté que lo intentaría, pero que no creía que pudiera dormir mucho, la verdad. El dolor era bastante intenso.
No miraba el reloj para no intranquilizarme, pero tenía la sensación de que mis contracciones eran cada vez más fuertes y frecuentes.
Decidí llamar a mis padres para evitar que luego ellos lo hicieran y no pudiera responderles, no quería intranquilizarles. Ellos sabían que Maya podía llegar en cualquier momento y el parto en casa les daba mucho miedo. Hablé con mi padre, “¡No creo que mañana podamos ir a comer a vuestra casa, en caso de que sí yo os aviso, pero en principio lo dejamos así!”. Al día siguiente era día del Pilar y estábamos todos invitados, pero yo sabía que de una forma u otra esa cita iba a ser imposible para mi y para Chabi. En cuanto colgué el teléfono, 2 ó 3 minutos después, llegó la siguiente contracción.
Eran casi las 21.30 h. y decidí llamar a Chabi, lo necesitaba yaaa a mi lado… el rato de soledad me había sentado bien, pero ya empezaba a pesar. Los dolores eran cada vez mayores. Necesitaba su mano y sus ojos cerca de mí.
“Han llegado los pañales ecológicos! estoy cogiéndolo todo, enseguida estoy!”. Al cuarto de hora llegó cargado de pañales y toallitas ecológicas.
“Qué tal estás?”, “Creo que tengo las contracciones cada poco rato… me duele… qué bien, ya estás aquí!”.
Su serenidad y disposición, su beso y su sonrisa me tranquilizaron.
Mientras yo andaba pasillo arriba, pasillo abajo… recordando a la doula y a las matronas, “mejor el movimiento, en movimiento…”, Chabi decidió colgar rápidamente las cortinas del cuarto de Maya; su tía Bienve se las había llevado a la librería esa misma tarde… recuerdo que por la tarde había hablado dos veces con Chabi y la última le pedí que trajera la esencia de lavanda, su tía estaba con él en la librería. Chabi bajó de la escalera, quedaban preciosas, para dar la bienvenida a Maya, blancas y traslúcidas… como etéreas.
Cada vez que llegaba una contracción paraba mi deambular y me inclinaba, movía los pies y las piernas, la cadera, tal y como me había enseñado Eva, rápido, como un temblequeo desde la raíz hacia arriba… respiraba… respiraba… lento… profundo… “Que le llegue todo el oxígeno del mundo a Maya, que tiene que nacer bien sonrosadita”.
Chabi me daba masajes circulares en el sacro, coxis… rápido, rápido… también como un tembleque… justo como le había dicho a mediodía, me aliviaba no sabía cuánto! Menos mal!
Había probado la bola, esa que tanto había utilizado durante los últimos tres meses, pero no me apetecía.
Llamamos a Eva, “Cuando queráis, estoy despierta esperando vuestra llamada”; dejamos que pasara más tiempo. Tiempo juntos para Maya, tiempo en pareja, en compañía, entre olas de vida y dolor, entre calor… decidí darme otro baño.
Olor a lavanda… vapor… Chabi leía a mi lado entre luces tenues de velas; releía el libro de las matronas holandesas que compramos en La P.R. y nos recomendó MªÁngeles “Parto seguro”. Y aguantaba, me relajaba, aguantaba, me relajaba lo posible… a ratos me incorporaba… cojines bajo el agua, ruido agua, luz brumosa, aroma a lavanda, todo era tranquilizador, pero finalmente necesité estar de pie… salí del agua, me puso el albornoz nuevo, azul turquesa… era muy amoroso… de repente me entró mucho frío, temblaba. Chabi me abrazó, me dio todo su calor.
Cuando entré en calor me puse de nuevo la chilava de rayas que mi madre me había dejado en verano. Ella me contó que la llevaba cuando estaba embarazada de mí, sabía que me daría fuerza. Chabi miraba el pequeño reloj de reojo, cronometraba en silencio, para no agobiarme… me acordaba de Eva, fuera números, fuera relojes… el tiempo es otro en un parto… el ritmo lo marca una misma, no hay cantidades!
Otra contracción, otra, otra… en una de ellas se cayó el tapón de mucosidad que cierra el útero, lo recogí, lo guardamos en un tarrito para enseñárselo a Eva.
Cada tres minutos, cada menos… “Llama a Eva, no le mandes mensaje, llámala, habla tú por favor!!”. Eva estaba en camino, mensajes a las matronas.
La doula cogió un taxi y llegó en poco tiempo, poco después de las 00:00, hora bruja, apareció con su cojín de animal amoroso, sus aromas, su armonía en parsimonia. Era ya día 12 de octubre, día del Pilar…bueno, noche! La noche más importante de mi vida hasta entonces… quería hacerlo bien! Tenía que hacerlo bien! Podía hacerlo bien! Lo estaba haciendo ya muy bien!
Ahora Chabi y Eva se alternaban con los masajes en el sacro durante las contracciones… Eva lento, despacito, irradiando calor y tranquilidad. Chabi rápido, con el temblequeo que nos habían enseñado, con fuerza y energía, con pasión.
En una de las contracciones de repente levanté los talones de dolor… empezaba ya a soplar con un leve rugido…pensaba “Pasará, pasará, aguanta que se pasará, ya va a menos…” y se pasaba; seguía paseando y abanicándome, tenía calor! Me cambié de camisón… el bonito, el negro, el transparente, el más fresquito y sexy que tenía…porque no.
Eva me dijo que si me parecía bien me miraba a ver qué tal iba la dilatación… después de la siguiente contracción me tumbé en la cama. Eva se sorprendió “Vas muy bien!, has dilatado ya un trozo así!” Me señaló con el índice y el pulgar algo así como 5 ó 6 cm… “Tendréis que llamar ya a las matronas!”.
Chabi llamó a Mª Ángeles, no le había llegado el mensaje anterior…a la 1 y poco de la madrugada ya estaba en casa.
Todo iba a más, efectivamente había dilatado ya un montón, todo iba muy bien!
Les oigo hablar entre ellas en el salón, se les oye contentas y tranquilas… “Unos 6 cm. de dilatación, hay que preparar todo”.
Continúa el deambular por la casa y las contracciones, en un momento no muy preciso de todo ese rato, Chabi, que me va acompañando de cerca pero sin agobiarme, en nuestra habitación me susurra que me acuerde de nuestra excursión a las Azores, de aquella isla perdida… Pico… y su volcán, el pico más alto de Portugal , 2.351 metros de altura. Me recuerda cómo lo subí, con qué facilidad, me susurra que lo voy a conseguir igual, que nos hemos preparado mucho, que soy muy capaz… me abraza, da su calor… me transporto con él por un momento al Átlántico, a esa vista del océano inmenso desde allá arriba… lo vamos a conseguir! Lo voy a conseguir!
Eva me sugiere agacharme, aguanto unas contracciones de cuclillas. Me voy al baño, me agacho de nuevo, rápido, el dolor va de los riñones hacia el bajo vientre, es grande pero lo acompaño con las respiraciones. Me sujeto en el lavabo y me agacho rápido… se rompe la bolsa. Suena como si se hubiera explotado un pequeño globo de agua… recuerdo que pensé que no era un charco tan grande como decían. Observo el líquido… sé que es importante. Eva mira desde la puerta… observamos las dos el agua. Está clara, con un poco de meconio verdoso en una zona, la cantidad es mínima… me relaja ver que todo sigue su curso. Son las 2h y 10’.
Voy al salón de nuevo… creo que es Chabi quien limpia el suelo del baño. Ya es hora de empezar a empujar, tengo ganas de ello. Me han preparado en el suelo la colchoneta, Mª Ángeles escucha a la bebé cada poco rato con el dopleer. Estoy arrodillada, a 4 patas, arrodillada… empujo y aguanto las contracciones soplando, intento relajarme… me sobra todo, tengo calor, “fuera el camisón!” sólo llevo los calcetines morados que me regaló Inma en navidades pero ni me doy cuenta. Llega Raquel, la otra matrona, se sorprende al verme ya en la fase de expulsivo, lo noto en su cara. Me sonríe.
Eva al cabo de un rato me sugiere ir al baño, cambiar de postura. Me levanto. Sentada en la taza del w.c. quizá esté más cómoda. Voy hacia allí como una zombie… noto las hormonas, estoy algo así como en un plano distinto; entre contracción y contracción respiro, me relajo… me entra la risa! Las endorfinas cumplen su función. Me entra la risa sí, porque el baño es pequeño y la situación me resulta cómica, algo así como el camarote de los hermanos Marx.
Chabi se coloca a mi derecha agachado, está sereno, concentrado, me ayuda con la mirada, me da la mano, siento su fuerza… y él siente la mía porque le debo estar escachando la mano a cada contracción.
Mª Ángeles se coloca a mi izquierda, sentada en el borde de la bañera, me da ánimo, busco su mano, se la agarro con fuerza. Su presencia me da confianza. Siento que Maya va bajando, el dolor es distinto, intenso, más bajo. A cada rato Mª Ángeles sigue escuchando el corazón de Maya, está perfecta, todo va bien.
Raquel y Eva se van turnando de pie, al lado de la puerta, frente a mí. Eva me da varios masajes circulares en el sacro con un aceite con esencia de jazmín… me producen tal calor y bienestar en la zona que los siento casi mágicos; también me aplica en los labios que están resecos y me alivia, es como una vaselina con aroma a jazmín! Qué bien huele! Me recuerda a Sevilla y el aceite que de vuelta me regaló Chabi. Estuvimos allí un buen rato…
Eva vuelve a sugerir otro cambio, “vamos al salón”. Me ayudan a moverme, pero voy bastante bien. No sé si antes o después, porque lo recuerdo como en una medio neblina, como en esas películas en blanco y negro, pero sé que Raquel me cogió las manos y me miró tranquila a los ojos, me explicó que lo más difícil y duro había pasado ya, que ahora quedaba lo más fácil y que lo estaba haciendo muy bien. Se lo agradezco en el alma… yo tenía la sensación de que pasaba todo lo contrario, que el momento más crítico había llegado y me tranquilizó oír sus palabras.
Eva me había preparado un nuevo espacio, el puf que me trajeron Ágata y mi hermano Juan de Túnez lo había forrado con una toalla blanca, detrás estaba el sofá; me siento allí, me coloco con las piernas abiertas y las plantas de los pies en el suelo. Chabi se sienta detrás de mi, en el sofá, a mi espalda, me coge de las manos, siento su calor. Me apoyo la espalda en él, aprieto con fuerza sus manos en cada contracción.
“Apagad la luz, por favor!”, me molestaba, aunque era tenue y anaranjada, está enfrente y les sugiero que enciendan el flexo de encima de la mesa, está lejos y en un lado… lo hacen. Respiro aliviada, viene otra contracción.
Parece que el cambio me ha parado algo el proceso. Todo es silencio, sigo ahí empujando con cada impulso del útero… veo sus caras enfrente mío, están sentadas en el suelo, noto que están con sueño, ¿estarán cansadas? sigo a lo mío, sigo a las olas de fuerza, mi útero está respondiendo muy bien… Eva me recuerda que sople todo el rato… no sé si es ella la que me lo sugiere o soy yo la que lo piensa. Me concentro y pienso en las clases de preparación, también en el libro de la francesa… cómo se llamaba… “Con el consentimiento del cuerpo”; ese libro que me recomendó Mar, y luego MªÁngeles y luego Eva… que me gustó tantísimo… pienso en la respiración, en su importancia, respirar con todo el cuerpo, desde arriba hacia abajo, con la vagina, soplo, soplo, soplo desde el interior… siento que todo se ha parado (esa es mi sensación)… realmente va lento… pero va muy bien.
En una contracción Raquel me anima diciéndome que ya casi lo tengo, que aproveche la siguiente. Pienso que lo dice para animarme…
Es la fase del expulsivo… llevo rato en ella… me inquieta verles enfrente, esperando… aunque no lo verbalizo. Estoy sin fuerzas a ratos, me duermo algún segundo. Cierro los ojos. Contracción, soplo… me duermo.
Eva vuelve a sugerir el que será el último cambio… “¿Quieres volver a moverte?, cambiar?”. “Sí”.
Me muevo poco, justo al lado está la colchoneta, me coloco a 4 patas, me animan... Siento a Maya cerca, me duele… ¿será el anillo de fuego? Otro empujón más… doy todo de mi… mi cuerpo es aire, soplo con él… Maya será libra, signo de aire, será libre… nace en casa… pienso en que dentro de muy poco veré a mi pequeña.
Chabi está delante de mí, me anima, me mira, me coge de las muñecas; ellas están detrás… estoy más cómoda.
Pienso en que no quiero estar así más tiempo, pienso en mi, pienso en Maya, “Voy a sacar toda mi fuerza, voy a soplar con todos los poros”… al inspirar soplo, al expirar soplo… suave, enérgico. Maya tienen que salir, quiero verla, quiero oírla, quiero tocarla. En el siguiente empujón me dicen que se ve su cabeza. Chabi se agacha, la ve, me dice que está ahí, me dicen que toque si quiero, que la sentiré.
Me acuerdo de leer otros partos y de que las mujeres contaban que tocar la cabeza de su bebé en ese último momento les había dado fuerzas para el último empujón y que la sensación era muy especial. No me quiero perder nada, me cuesta pero muevo el brazo lentamente y toco… está húmedo, duro, es su cabeza, es extraño, es mágico.
Me agarro a la colchoneta, aprovecho la siguiente contracción… ahora o nunca! Bufffffffff… soplo desde el corazón hacia fuera, empujo a Maya, ella lucha por salir…
¡¡Ya está, ya está aquí, ya está aquí Maya!!
La recoge Raquel desde detrás y me la pasa hacia delante rápido, por entre las piernas, como en el rugby.
Sensación de alivio, de humedad, olores intensos, dulzones, me siento viva, especial… ya está! Ya lo hemos conseguido! Expectación… Noto su cuerpo húmedo, como una anguila, como sirena; Chabi la para porque no se escurra, la tengo entre mis brazos “¡Achís, achís, buaaaaaaaa!”, buena señal, estornuda y llora, limpia y abre sola sus pulmones.
Sus ojos, todo ojos, unos ojos grandes, oscuros, limpios, curiosos, redondos y preciosos me miran desde el más allá, desde mi propio interior; es ella, es Maya, es preciosa, es perfecta, está bien… qué lindo momento, soy consciente de ello, saboreo todo, lo guardo; se puede sentir la emoción en el aire. Son las 4 h y 57’ de la madrugada. La abrazo… miro a Chabi… ahora somos 3…Amor triple!
Sugieren que me siente en el sofá, sé que aún no ha acabado todo, además lo que queda es importante. “Maya ha nacido con el puño en alto, por delante”, sonrío, y me ha desgarrado un poquitín.
Para poder levantarme se la paso a Chabi, quiero que comparta esta sensación, cálida y preciosa. Única. Chabi está emocionado.
Me ayudan a levantar, me tiemblan las piernas, me flojea todo el cuerpo, pero me encuentro muy bien. Me siento en el sofá del salón de mi casa, acabo de dar a luz. Mª Ángeles limpia y frota con cuidado a Maya con el arrullo que elegí para que Maya sintiera primero, uno de los que le hizo su abuela Cruz.
Me entregan de nuevo a nuestra hija, es suave, es tierna, la pongo sobre mi.
Me acercan luz para ver bien. Sigue el cordón uniéndome a Maya… han pasado unos 15 minutos o así… en el recuerdo todo es continuo y como más rápido de lo que en realidad es, todo es muy intenso. El cordón ya ha dejado de latir; Raquel va a cortarlo pero le ofrece hacerlo a Chabi, que coge las tijeras especiales y corta, “Rrraaassss”, suena como cuando se corta una goma ancha y dura. Maya empieza su andadura por el mundo sola!
Raquel me sugiere que con la siguiente contracción empuje un poquitico… aún queda expulsar la placenta. Recuerdo entonces haber leído que con la expulsión de la placenta se siente un alivio grande. Empujo y a las siguientes dos contracciones sale entera. La cogen, la observan, todo en regla, “Qué grande!”, pienso. “Qué descanso!, siento. Se la llevaron en un recipiente que compramos para ello unos días antes. La congelamos hasta que sepamos qué hacer con ella.
El rasgoncillo es pequeño, pero quizá es bueno poner dos puntillos interiores, cicatrizará mejor. Se dejan libres los bordes del periné. Raquel me pregunta en todo momento si me parece bien, si es lo que quiero, si estoy de acuerdo. A mi todo me parecía ya bien, lo más difícil había pasado con bien, Maya estaba encima mío y el alrededor seguía existiendo pero en otro plano. “¿Quieres que te ponga algo de anestesia?”, “No, no hace falta”. Sentía que podía con todo y quería acabar cuanto antes para disfrutar relajada y con Chabi de Maya. Dolió algo, la verdad.
Me aplican arcilla verde, ayuda a secar y cicatrizar rápido. Raquel ya había acabado, ya podía ir hasta la cama; Chabi me había hecho antes unas fotos, con lo efímero del momento y lo tenue de las luces, las fotos que había sacado M.Ángeles justo en el momento del nacimiento de Maya salen todas movidas. En el fondo me alegro, pienso que ese momento ha de quedar movido en el recuerdo.
Me fijo en Chabi, se le ve cansado y feliz, lleva la camiseta de tirantes que tanto me gusta, está guapo! Siento cómo le quiero!
Maya es una niña preciosa. Todo ha salido genial. Siento euforia en las venas. Sensación de magia recorriendo las cuatro esquinas de la casa. Calor.
Ya no se oye nada en la calle, la juerga se ha ido a otro lado. Es la noche del 12 de octubre. La noche más larga del año en Zaragoza. Las calles deben seguir bullendo, pero ya no cerca de casa. Recuerdo el jaleo nocturno en contraste con el silencio y la concentración en muchos momentos de la dilatación.
Ahora… silencio, lentitud, calor de Maya. Qué ternura! Me emociono.
Las matronas comprueban el útero y los puntos internos. Todo va bien.
Eva trae unas uvas de la nevera, fresquitas, riquísimas.
Chabi sigue a nuestro lado.
Compartimos una tableta de chocolate negro… qué rico!
Chabi me trae una barrita energética. El desgaste de un parto es similar en calorías al de una maratón. Pero a mi no me apetece mucho… como la mitad… me da sed.
Eva se sienta conmigo en la cama y me dice que ha sido un parto muy bueno, que mi útero ha cumplido como un reloj, que en 27 años de partos naturales había visto a muy pocas mujeres con tanta entereza y valentía frente al dolor. Me sorprendo. Me siento orgullosa.
Las matronas siguen con lo suyo… al cabo de una hora y algo Maya ha ido subiendo poco a poco desde el vientre hasta el pecho y succiona!. “¡Qué sensación tan extraña!”. Es importante este momento porque su aventura sola hasta allí es simiente para asentar una buena lactancia… ha de buscar ella aunque se le ayude un poquitín. Son momentos de expectación, de sorpresas, de gozo.
Nos estamos empezando a conocer, bueno Maya me lleva ventaja en eso. Ella me conoce desde hace nueve meses desde lo más profundo de mi propio interior. Ahora soy yo la que observo; piel con piel. Tardaremos tres días más en ponernos ropa.
Antes de irse las matronas pesan y miden a Maya. Pesa 3 kg 200 gr. Y mide 50 cm. Su cabecita 32’5 cm. Su color de piel es rosado. Seguirán mañana el reconocimiento… bueno, esa misma tarde.
Ahora es nuestro momento…
Raquel se va, Eva se va. Ya hay luz tras las ventanas. Queda Mª Ángeles… recoge todo… nos hace dos fotos de recuerdo. Vuelve a mirar el útero. Nos dice que volverá por la tarde. “Ahora a disfrutar del momento y a descansar”, se va.
La felicidad y la sensación de haber hecho todo bien están ahí. Es como si cada persona que estuvo en el parto cumpliera a la perfección con un papel importante y trascendente: Eva, Mª Ángeles, Raquel, Chabi, Maya y Cruz. Un buen tandem.
Satisfechas y cansadas! Sonrío.
Pienso en las miles de generaciones de mujeres que han parido de forma natural, nos une ese sentimiento pleno; me alegro mucho de ser una de ellas.
Tengo unas ganas tremendas de contárselo todo a mi familia. De decirles que todo ha ido bien. Llamo a mis padres… me emociono, mi padre se emociona recién salido de sus sueños! Se lo dice contento a mi madre! Escribo un mensaje a mis hermanos. Son algo más de las 7 h de la mañana.
Pienso en que quiero escribir todo lo ocurrido; quiero que Maya pueda leerlo algún día.
Sus manitas, sus pies, recorro todos sus dedos… son perfectos. Su naricilla en mi pecho. Chabi con nosotras. Los tres juntos en nuestra cama, bajo las sábanas que mi abuela Pascuala bordó hace mucho tiempo para mi madre, quería que Maya durmiera su primera noche bajo esas sábanas blancas con flores naranjas y fucsias y hojas verde oliva, cuatro generaciones de mujeres.
La miramos, parece increíble! Ya está aquí con nosotros!
Maya duerme.
Me duermo.
Chabi vela nuestros sueños.
Sueño.
Dicen que las noches de luna llena los hospitales se colman de embarazadas que dan a luz… esa noche brillaba una luna grandota y llena y su luz se reflejaba en la ventana de nuestra habitación.