Nunca he parido
Nacimiento de Samuel. 6 de Mayo de 2012
Después de un aborto el día 1 de octubre de 2010 en la semana 9 de embarazo comenzamos la búsqueda de nuestro bebe, y al contrario que en el anterior embarazo, éste tardó en llegar. Lo buscamos durante 8 meses, y al final… llegó
Todo el embarazo fue bien, pero el bebe era muy grande desde el principio. Nunca pensamos que eso podría llegar a suponer un problema.
En la ecografía de la semana 32 detectaron un I.L.A (índice de líquido amniótico) muy bajo y me estuvieron vigilando semanalmente con monitores hasta el final del embarazo
Salía de cuentas el día 6 de Mayo, y el día 3 de mayo tenía monitores como todas las semanas y ahí detectaron una reducción significativa del I.L.A. por lo que me citaron a las 48 horas para repetir el monitor.
El día 5 de mayo llegué al hospital a las 10:00 para realizarme un nuevo monitor y ahí pudieron confirmar que el I.L.A era límite por lo que me dejaron ingresada para inducción.
Ahí comencé a darme cuenta que no tendría el parto que yo hubiera querido, no llegaría a sentir las primeras contracciones en casa con mi marido y a descubrir la emoción de saber que nuestro bebe ya llegaba.
Me ingresaron y me pusieron una tira de Prostaglandina para empezar a dilatar, y con eso estuve todo el día. Me dijeron que con eso me pondría de parto esa tarde noche, pero a las 22:00 horas no había ni borrado el cuello del útero.
El domingo 6 a las 8:00 me llevaron a paritorio y me pusieron la oxitócina para comenzar a dilatar, así que ya tuve que estar todo el rato tumbada en una cama monitorizada y con una vía para pasarme la oxitocina.
A las 10 de la mañana las contracciones ya eran una cada 2 minutos y eran desgarradoramente dolorosas (aunque si soy sincera es un dolor que ya no recuerdo), me exploraron y solo tenía uno de dilatación, así que me rompieron la bolsa para agilizar y me pusieron un monitor fetal (enganchado directamente a la cabecita del bebe, y me pusieron una sonda para hacer pipi.
Yo había dicho que quería aguantar lo máximo sin epidural e incluso probar a ver si no me la ponía, pero los dolores se hacían insoportables. Entre las 10 y las 14 horas la matrona entró varias veces para ofrecerme la epidural a cuyo ofrecimiento me negué repetidas veces ya que yo había oído que la gente hasta los 6 o 7 de dilatación no se la pone, y la enfermera me dijo que la inducción con oxitocina provoca unas contracciones más seguidas y dolorosas que las provocadas en un parto natural.
A las 14:30 me dijo por última vez, que me la pusiera, que no fuera tonta, que los anestesistas se iban a ir a comer y hasta que no volvieran no podría ponérmela, y yo que ya no aguantaba el dolor, (eso sí, respirando y sin gritar) me la puse.
A las 15:00 volvieron a explorarme y solo estaba de 2 cm. A las 15:30 mi marido se dio cuenta de que estaba manchando marrón, así que las matronas entraron corriendo y me inyectaron una botellita de suero de 1 litro directamente en la bolsa mediante una sonda.
A las 18:00 ya estaba de 4, parecía que aunque lento esto empezaba a caminar.
A las 19:30 comenzó a haber sufrimiento fetal y me tuvieron que poner oxígeno, pero inexplicablemente cuando el pulso del bebe se normalizó volvieron a dejarme sola. A las 22:00 volvieron a explorarme y llamaron a la ginecóloga que me exploró también y confirmó que aún estaba de 4 de dilatación. Me explicó que la cabeza del bebe era muy grande, no apoyaba bien en el cuello del útero y por eso no dilataba, así que me mandaron directamente a cesárea.
Ahí acabó mi esperanza de dar a luz por mí misma, me dolió más que ninguna contracción saber que no podría vivir el momento de conocer a mi bebe junto a mi marido, y que él se perdería el nacimiento de su primer hijo. Esa idea me hizo llorar muchas veces durante varias semanas. Nunca más volveré a ver a mi pequeño por primera vez junto a mi marido. Me robaron el momento.
Me despedí de mi marido y me sacaron a toda prisa de la habitación con dirección al quirófano. Yo, muerta de miedo no paraba de pensar que me iban a abrir. ¿Me dolería?, no, tenía anestesia, pero ¿Y si no era suficiente?, mejor no pensar en nada, pronto tendría a mi bebe en los brazos, eso es lo único que debía pensar.
A las 22:00 me pasaban a quirófano, yo asustadísima, me tumbaron en la camilla, me pusieron los brazos en cruz y me los ataron, me enchufaron gran cantidad de cables y comenzaron con la cesárea. Me sentí tan pequeña, tan vulnerable, parecía como si aún tuviera 5 añitos, y solo tenía ganas de llorar, pero no lo hice. Comencé a sentir muchos tirones en la tripa, que no dolían pero eran molestos, y cómo la ginecóloga aplastaba mis costillas (eso sí dolió). A las 22:15 nacía Samuel, pero no me lo enseñaron, no lo oía llorar, comencé a ponerme nerviosa y pregunté por qué no lloraba. Me dijeron que se lo habían sacado fuera los pediatras para examinarlo y que la puerta estaba cerrada y por eso no lo oía. A mí me sonó a escusa y me puse aún más nerviosa (En silencio pensaba para mi ¿Por qué no llora, por qué no llora?, ¿dónde está?...) mientras podía oír a los médicos y enfermeros discutir sobre si la hora del nacimiento había sido las 22:15 o las 22:17.
Yo empecé a temblar, no de frío, porque no tenía frío, pero temblaba como nunca, me resultaba imposible mantener el cuerpo pegado a la camilla, los dientes me castañeaban, jamás en mi vida he estado tan nerviosa, mientras la ginecóloga y una enfermera cosiéndome y pegándome unos tirones en la tripa muy molestos, y yo, temblando y temblando. Al ratito escuché de lejos un bebe llorando y las enfermeras me dijeron, “mira ese es tu bebe, se oye porque han abierto la puerta”, y entonces comencé a llorar, y me sentí tan sola… no podía compartir con nadie la felicidad de oír por primera vez a mi bebe, las lágrimas rodaban por mis mejillas y no podía limpiármelas porque tenía los brazos atados, ¿por qué no me siento tan feliz como debería?, pensé. Al ratito dejó de oírse pero yo estaba más tranquila. En seguida me lo llevaron y me lo enseñaron un poquito. (Ahí yo empecé a llorar con sonido, era el niño más bonito que he visto nunca, pero “¿era mío?, me costó reconocerlo, no lo había visto salir, podrían haberme enseñado cualquier bebe y me habría quedado igual”. Las enfermeras lo rodearon y comenzaron a exclamar “ohhh” “¡Qué guapo es!”, me dijeron que se lo llevaban los pediatras porque le costaba un poquito respirar, y se lo llevaron.
Yo seguí en el quirófano mientras me siguieron cosiendo hasta las 23:00.
Me llevaron a la sala de recuperación y allí permanecí hasta las 01:00 y cada media hora dos enfermeras me estrujaban la tripa (ellas decían que era un masaje en el útero) pero es lo más doloroso que recuerdo de todo el parto, más aún que las contracciones, ahí me agarré a la camilla con las uñas y comencé a respirar para no gritar, y se me caían las lágrimas, y eso me lo hacían cada media hora durante las tres horas que estuve en rehabilitación, tres horas en las que no hacía más que pensar,:
-“¿qué estará haciendo mi bebe?, ¿Le habrán dado de comer?, pero… ¡yo quería dar el pecho!”
Por fin a la 01:00 me sacaron para llevarme a mi habitación. En el pasillo estaban mis familiares esperando para abrazarme y felicitarme, y yo preguntando por el bebe, pero ellos solo me decían que era muy guapo (ahh, por cierto pesó 4,200 kg).
Cuando llegué a la habitación el bebe no estaba allí, y yo nerviosa preguntando dónde estaba, hasta que mi marido me dijo que el bebé estaba bien, pero que no respiraba bien y lo tenían en la UCI, y que hasta las 9:00 no lo podría ir a ver.
Al parecer, nació con el pulmón húmedo y necesitaba oxígeno para respirar. La noche pasó rápida porque estaba tan cansada y tenía una vía con medicación así que me quedé dormida enseguida, pero a las 8:00 ya estaba despierta para ir a ver a mi bebe.
A las 8:30 llamé a la enfermera para que me desenganchara la vía de la medicación y la enfermera me dijo que con una cesárea no podría salir de la cama hasta por lo menos uno o dos días porque los dolores no me lo permitirían. Yo insistí, así que me desconecto la medicación y me dispuse a levantarme de la cama. En ese momento descubrí lo que era el dolor extremo. La barriga me dolía como contracciones de parto con cada leve movimiento que intentaba hacer, incluso me dolía al respirar, es el dolor más inhumano que jamás he sentido, las peores contracciones de parto habían sido solo un paseo al lado de eso, y os aseguro que ese dolor que sentí en los primeros 2 días no se me ha olvidado, ni creo que se me olvide jamás. Aún así, y con mucho esfuerzo y tiempo conseguí salir de la cama y llegar hasta la silla de ruedas, conseguí con el mismo dolor sentarme en ella y mi marido me llevó a la UCI para ver a Samuel. Cada pequeña imperfección que tuviera el piso hacía vibrar la silla y yo veía las estrellas, así que mi marido me llevaba muy despacito.
Bueno, cuando llegué a la UCI y vi a mi bebe se me calló el alma al suelo, estaba en una cunita que parecía una tumbona inclinada hacia adelante, arropadito con una sábana de hospital, despierto y tranquilito como si fuera una persona mayor, y con cables por todas partes. Tenía unas gafitas de oxígeno puestas en la nariz y enganchadas a la carita con esparadrapo para que no se movieran, una sonda le entraba por un orificio de la nariz hasta el estómago, una vía en la manita por la que le estaban inyectando suero, la otra mano la tenía con tres pinchacitos y un moratón, el pechito lleno de electrodos y señales redondas rojitas de haber tenido los electrodos puestos en otras zonas diversas del pecho, en el pie el pulso... y allí estaba él portándose como un campeón.
Sin levantarme de la silla de ruedas me lo pusieron encima para poder darle el pecho, pero era tan difícil manejarlo con tantas cositas puestas..., Aún así aprendió a agarrarse al pecho en un solo día, era un campeón, mi campeón, entonces sí lo reconocí, era mi bebe, el que había estado dentro de mi durante nueve meses, era él, era mío, y ahora estaba sufriendo. Lloré.
Y es que a lo largo de ese primer día (lunes 7) fui a darle el pecho a mi bebe cada tres horas durante todo el día, y eso que cada vez que me levantaba o me metía en la cama rabiaba del dolor de tripa que tenía.
Al final del día en la toma de las 24:00, mi Samuel ya mamaba perfectamente, pero las enfermeras me chillaron por haberme levantado de la cama el primer día, pero yo era consciente de que si no la hubiera hecho no podría haberle dado el pecho. No es poco frustrante pensar que no pude parirlo, como para encima no poder amamantarlo, además, cada minuto que pasaba en la habitación lejos de él me invadía un sentimiento de lástima al imaginarlo tan chiquito allí solito, sin sentir a su mama. ¿Cómo no iba a ir a darle el pecho?
Samuel estuvo en la UCI hasta el miércoles 9 de mayo.
ese día fuimos a darle el pecho como todos los días, y nos encontramos con que el bebe ya no tenía nada enganchado (ni oxígeno, ni vía...) y le tenían preparada una cuna para sacarlo de la UCI. Mi marido comenzó a llorar y yo después. Desde allí lo mandaron a nidos (pediatría) y allí estuvo hasta el sábado día 12 de mayo que le dieron el alta. Allí yo iba a darle el pecho cada tres horas y el papá podía pasar un ratito para darle un besito, pero los familiares solo podían verlo a través de un cristal en horario de visitas.
Nunca podré olvidar la semana tan horrible que pasé. No me sentía feliz por el nacimiento de mi pequeño, y me sentía culpable por ello. Las tomas estaban establecidas cada 3 horas rigurosas (9-12-15-18-21-24-3-6) y en muchas ocasiones Samuel no aguantaba tanto tiempo y cuando llegaba a la siguiente toma me lo encontraba llorando. Las tomas eran agotadoras, y por la noche era peor (las tomas de las 24:00, 3:00 y 6:00), sentada en una silla dura, sin brazos con la espalda destrozada y con unos dolores en la tripa inhumanos. Dolores que se acentuaban durante las tomas debido a los entuertos. Entre toma y toma apenas me daba tiempo a volver a la habitación (recorriéndome los pasillos del hospital de punta a punta), comer, asearme, cambiarme la compresa, y vuelta a empezar. Era realmente agotador, nadie me había preparado para ello. El resto de madres tenían a sus bebes en su habitación y solo tenían que llorar para que algún familiar se los acercara a la cama y se enganchara al pecho. Yo tenía la alarma del móvil que me avisaba que era la hora de levantarme de la cama todo dolorida, ponerme la bata, salir al pasillo y, muy despacito por el inmenso dolor que sentía, recorrerme todo el hospital (incluso de madrugada) para poder dar de comer a mi pequeñín antes de que a alguna enfermera se le ocurriese prepararle un biberón.
El apoyo a la lactancia fue aún peor. Alguna enfermera fue comprensiva, pero en la mayoría de los turnos encontrabas enfermeras de la vieja escuela que te intentaban convencer de que al bebe había que acostumbrarlo a sus tomas cada 3 horas (cosa que por otra parte no podía ser de otra manera en el hospital), pero encima te intentaban convencer de que solo debían mamar 10 minutos de cada pecho y luego darle un poco biberón. Incluso una enfermera me llegó a decir que dar el pecho a demanda no era saber educar a un niño. Yo me negué en rotundo, mi bebe estaría al pecho el tiempo que necesitase, hasta que se quedase saciado, y nada de biberones. Esto hacía que las tomas se alargasen hasta 1 hora, una larga hora en la que lejos de disfrutar de mi bebé (el resto de chicas que estaban como yo les daban 10 minutos en cada pecho, luego biberón y el resto de la hora la pasaban jugando y acariciando al bebe), tenía a una enfermera pegada a mi recordándome que ya me había pasado del tiempo y que debía dejar de darle el pecho y darle el biberón. Yo me negué rotundamente, NO, NO y NO. Esto no me lo iban a quitar. Solo deseaba llevarme a mi bebe a casa y poder darle el pecho a demanda
Hoy Samuel cumple 5 meses y sigue tomando lactancia materna de forma exclusiva. Creo que es lo mínimo que puedo hacer por él, merece sentir a su mama cerca, todo lo cerca que no me tuvo en sus primeras horas de vida. Aún hoy, siento muchas veces que Samuel no me reconoce como madre, no me busca cuando llora, se consuela igual conmigo que con su papá o su abuela. Lo único que me hace sentirme una verdadera madre es amamantarlo; No fui capaz de dar a luz como cualquier mamífero, mi pequeño no pudo sentir a su mamá hasta pasadas 11 horas (perfectamente podría haber sido una mamá adoptiva); Pero fui capaz de instaurar la lactancia materna en condiciones adversas.
Cuando fui al pediatra por primera vez a la revisión de los 15 días y les conté mi experiencia se sorprendieron de la fuerza que tuve por levantarme a las pocas horas de salir de una cesárea e ir a darle el pecho, por lo campeón que fue él por agarrarse al pecho aun habiendo pasado casi 12 horas desde su nacimiento y con la dificultad añadida de tener cables por todas partes, y me felicitaron por ello. Cada vez que voy a revisión con él me dicen: -“ya vienen los campeones”-, pero eso no me ayuda a sentirme mejor, siento que mi embarazo no ha terminado, mi bebe no nació, me lo arrancaron, y yo…nunca he parido.