O Kristeller, o cesárea. Violencia obstétrica de principio a fin.
O Kristeller, o cesárea.
Un año y medio después de tener a mi pequeñín en casa, por fin me he decidido a contar mi experiencia para cerrar esta herida y soltar la rabia y la impotencia que tengo por no haber sabido reaccionar de otra manera. Ya que no puedo cambiar eso, solo me queda desahogarme con lo sucedido.
La cosa me empezó a oler mal cuando el ginecólogo que me llevaba, el Dr. BdP, desde su consulta privada de Badalona, me reunió un día de urgencia cuando estaba de 27 semanas. El motivo de la visita urgente era para comentarme sus problemas con mi mutua: según él, le pagaban mis consultas y ecografías a un precio menor del que él consideraba que tenía que pagar, y me invitaba sutilmente a buscarme otro ginecólogo.
No daba crédito a lo que estaba oyendo, decirle a una embarazada de 27 semanas a la que había llevado desde la semana 6 y establecido cierta confianza, que a esas alturas me buscara otro ginecólogo porque él tenía un problema con la mutua. No me podía creer que me citara de urgencia por un problema suyo, que no afectaba a mi embarazo. Me puse muy nerviosa y, entre lágrimas y nervios, le dije que me sentía muy indefensa y vulnerable cuando a estas alturas me solicitaba cambiar de ginecólogo, que yo no tenía pensado cambiar, y que si él decidía renunciar a mi seguimiento, quería que lo pusiera por escrito explicando los motivos.
El ginecólogo, viendo como estaba, entre las lágrimas y lo decidida que estaba a no renunciar o denunciar, se calmó y me tranquilizó diciendo que iba a continuar con mi embarazo y mi parto hasta el final.
Mirando hacia atrás ahora, veo que ya entonces tenía que haber renunciado y buscado otro profesional, pero entre lo avanzado de mi estado y la rabia que me daba que se saliera con la suya, me obligué a continuar y, porque hasta ese momento, había hecho bien su trabajo; además pensaba que, después de cómo se había expuesto, me iba a tratar con bastante más tacto, algo que sí que hizo durante el seguimiento del embarazo.
Ya en la recta final, el doctor detecta que mi bebé tiene ectasia piélica bilateral (inflamación de los uréteres de los riñones que algunos niños varones tienen) y me sugiere provocar el parto si en la semana 40 no ha nacido para curarle fuera, ya que de seguir dentro, la inflamación iría aumentando y eso podría ser peligroso para el bebé. Por supuesto, había pensado en un parto natural, pero cuando te dicen que está en juego la salud de tu bebé…
El día antes de cumplir la semana 40, me citó en su consulta para valorar el estado del cuello del útero, un tacto en el que me hizo un daño terrible, que me hizo retorcerme de dolor en la camilla. Luego supe que me estaba haciendo un Hamilton, por supuesto sin consentimiento y sin informar.
Al día siguiente, ya tenía cita para parto inducido en la Clínica Corachan de Barcelona; era 28 de abril, viernes, y peligrosamente cercano al del 1 de Mayo, que caía en lunes…
Al llegar a la clínica, nada más salir del ascensor en la planta de maternidad, sale a recibirme una comadrona, R., que lo primero que me dice es que me tienen que hacer cesárea porque soy muy bajita (mido 1,60), que ella es como yo de alta (me llegaba por el hombro) y que como a ella le habían hecho cesárea en su día, pues entonces por extensión a mí también me la tenían que hacer. Olé sus huevos y su razonamiento. Le digo que no, que estoy teniendo un embarazo sin complicaciones y que tengo pactado con mi ginecólogo un parto vaginal si nada se complica.
Le digo que tengo un plan de parto, que ni me pide ni quiere escuchar y automáticamente me dice que va ver si estoy dilatada, y me hace un daño horrible al hacer el tacto; le pregunto si me está haciendo un Hamilton y me dice que sí. Genial, segundo Hamilton en menos de 24 horas sin informar y sin autorizar.
Mejor me ahorro explicar las horas de espera en que me niego a que me pongan oxitocina, pero accedo a que rompan la bolsa de aguas. Llega el momento de la epidural, que me la ponen mal en tres ocasiones, llegando a tener totalmente la pierna derecha dormida y la izquierda dando patadas como para jugar al fútbol, y a pesar de que movía esa pierna sin problema, dilatada de 7 cm y notando todas las contracciones, seguían dudando de mi palabra cuando me quejaba, hasta que les dio por mirar y vieron que el catéter se había torcido. Gracias por ahorrarme todo este dolor, señores profesionales. A todo esto, la comadrona respondiéndome con sorna un “Si quieres vomitar…” a la pregunta de si podía beber algo después de 10 horas sin tomar nada…
Lo más duro fue cuando llegó el Doctor BdP, ya hacía las 9 de la noche, con la idea de sacar al bebé y marchar, fuera como fuera, supongo, porque era puente y fin de semana. Me pedían que empujara, y claro, como el bebé aún no estaba preparado, no salía. Incluso tuvo el detalle de darme 45 minutos para ver si salía por si solo o pasaba algo…
Naturalmente en esos 45 minutos no pasó nada, y entonces me dijo que me tenían que hacer un Kristeller porque no salía, y les dije que no quería; a lo que me respondió: O Kristeller o cesárea… Y claro, puestos a elegir… cedí. Se puso encima de mí, y noté un dolor muy fuerte, y se oyó un “crack”; estoy segura de que me rompió una costilla, y que se dio cuenta, porque automáticamente se quitó y le pidió a la comadrona que empujara ella.
Y mi pequeño seguía sin salir; me decían que asomaba la cabeza pero al dejar de empujar volvía dentro, por lo que me tenían que hacer una episiotomía y utilizar los fórceps. Les pedí que esperaran, que yo había estado haciendo el masaje perineal y que cuando llegara el momento, esperaba que no hiciera falta una episiotomía. Respuesta del ginecólogo: O fórceps o cesárea. Y como en la vez anterior… cedí para evitar la cesárea.
Decir que sentí que me robaron mi momento, que me sentí pequeña y manipulada, como una muñeca que no puede decidir y hacen con ella lo que quiere, y creo que sin necesidad. Me sentí vulnerable, y con rabia, porque juegan con la salud de tu bebé y te amenazan con que si no cedes, le va a pasar algo. Y saben que no nos vamos a arriesgar… que estamos en sus manos.
Debido a la actuación en el parto, el postparto fue muy doloroso. Si ya me dolían los puntos, con el dolor en la zona de la costilla casi ni me podía mover; cuando la comadrona de mi ambulatorio me vio los puntos dijo que aquello era un desastre y además un punto se había abierto y estaba infectado, y me remite al ginecólogo que me atendió en el parto, el mismo Doctor BdP, al cual no se le ocurre otra que curarme con Betadine y recetármelo para las curas cuando está contraindicado al estar dando el pecho; y digo yo que un ginecólogo debería saber al menos eso… ¿no? Suerte del personal del ambulatorio que me aconsejó.
Espero que este testimonio sirva para cerrar esta herida y para perdonarme. Para perdonarme no haber tenido el valor de cambiar de ginecólogo cuando me lo propuso y haberle denunciado al colegio de médicos por el motivo que me dio (que la mutua le pagaba poco); Perdonarme por no haber exigido después del parto que me hicieran una radiografía y denunciarle; y Perdonarme por no haberle puesto una reclamación ante su actuación, amenazas con cesárea y poco tacto en el parto.
Al menos, me consuela que sí que se llevó su reclamación ante la clínica fue la comadrona por su actuación y comentarios, aunque en el momento, no me atreví a ponerle una reclamación al ginecólogo porque no es personal contratado de la Clínica.
No me planteo tener más hijos por esta experiencia y otros motivos, pero si lo hago, seguro que me planteo un parto en casa respetado o totalmente natural en un hospital que los haga, sin miedo al dolor y sin miedo a los profesionales.
Espero que este testimonio ayude a muchas mujeres a ser más fuertes, a estar más seguras, a exigir nuestros derechos y a no tener miedo, porque no se está sola y ya está bien de que hagan con nosotras lo que quieren.
Ojalá os hubiera conocido antes y me hubiera informado más, pero como no puedo cambiar eso, solo puedo compartir mi experiencia para que se conozca la falta de ética, moral y profesionalidad de algunos profesionales, que se aprenda de ella y ayudarme a mí misma a cerrar la herida, como al final se cerró el punto abierto y continuar adelante.
Gracias por estar ahí y por leerme.