Parto de Diana. Parto en hospital. Maternidad Acuario.
Me quedé embarazada de forma muy consciente. Calculé mis días de máxima fertilidad y me puse a ello con ganas… Me apetecía de una forma animal e instintiva tener otro hijo, y me apetecía tenerlo cuanto antes.
Cuando ya estaba de 10-15 semanas, comencé a “reaccionar”; algo hizo “clic” en mi cabeza. No iba a permitir no vivir un parto, ni volver a pasar por una cesárea; quería estar presente, traer a mi hijo al mundo con la dignidad que merecía…
En Semana Santa me fui con mi marido, hijo y embarazo a Marruecos. En el hotel veía TVE internacional. El pistoletazo de salida fue un programa de línea 900 sobre atención al parto en España; y me decidí. Me llené de fuerza y valor, me propuse no dejarme hacer otra vez y al poco de volver a Madrid di con la web de El Parto es Nuestro.
Gracias, gracias, gracias.
El ginecólogo que me seguía el parto (Dr. Guadalfajara, Clínica S. Francisco de Asís, Madrid) repetía la palabra “cesárea” cada 5 minutos, como un mantra para convencerme… cada día con una excusa: que el niño era grande (basándose sólo en el volumen de mi tripa!); que se me rompería el útero si intentaba un parto vaginal…
No tengo coche, ni un entorno muy tolerante para lo no-establecido, no tenía trabajo estable (¡por culpa del embarazo perdí grandes oportunidades laborales…!) ni demasiado dinero. Agarré a mi marido, y a mi hijo de 2 años y me fui en tren a Valencia, a casa de un amigo. Al día siguiente comenzaron las contracciones. Esta vez las disfruté. Puede sonar raro, pero la ilusión y el dolor producen juntos un extraño placer. Comenzaron a las 4 de la mañana, así que desperté a mi marido, le avisé y le dije que durmiera, que después le necesitaría bien despierto. Hasta las 8 de la mañana estuve haciendo las maletas, dándome un baño relajante, escribiendo en mi diario y comiendo galletas de chocolate. A las 9 cogimos un taxi a Beniarbeig, Alicante. A la clínica Acuario. Había 2 chicas con cara de estar sufriendo. Me dijeron que estaban desbordados, que si podía esperar un ratito. Cuando por fin me exploraron había dilatado 5 cms.
Y a partir de ahí el tiempo se diluye. Estaba como si hubiera ingerido MDMA. No sé cómo ni cuándo me desnudé. Recuerdo que tenía ganas de hacer caca, fui al baño y al agacharme una contracción me atravesó el cuerpo. Entonces pasaron unas 2 horas horribles… Me sorprendía como de tanto dolor no me desmayaba o moría.
Lloraba, suplicaba a la matrona algo para paliar el dolor… El niño no estaba encajado y me decían que moviera las caderas. No podía; un horrible dolor sordo me paralizaba, me “chupaba” las fuerzas.
Me “invitaron” a relajarme en la bañera. Fue horrible, las contracciones allí eran calambres.
Me di cuenta de que no era tan fuerte como yo creía y asumir eso en esos momentos fue duro. Sobre todo porque todos a mi alrededor parecían ignorarlo. Me daban entonox, un gas que yo inhalaba como una yonki desesperada, pero me sentía tan sola, tan incomprendida que el parto “no progresaba”. Pedía una epidural. Me decían (incluido mi marido) “te vas a arrepentir”. Ya lo sabía… ¿Y qué?. Me decían “entonces es muy probable que acabe en cesárea” y yo sentía que me trataban como a una niña tonta. A ninguno le dolía aquello como a mí. Me sentí incomprendida, que mi parto de nuevo era de otros, no mío.
Lloraba y suplicaba que hicieran algo, lo que sea… y sugirieron romper la bolsa. Fue una maravilla, no me dolió nada, el bebé se colocó y yo me llené de energía. De pronto no podía dejar de empujar; era incluso placentero. Ahora veo cómo influye el estado mental en todo esto. Sonaban los cd´s que habíamos hecho para este parto. Por lo visto me puse a cantar, yo no lo recuerdo.
Me invitaban a tocar la cabeza del niño, que ya asomaba. A mí me daba mucha dentera… Empujé con toda la fuerza del mundo, noté el “anillo de fuego” del que había oído hablar y Lucas salió de tres empujones. No lloré. Fue todo tan normal que nada me impresionaba. Tardó en mamar. (Los primeros días apenas comió).
Al poco rato cortaron el cordón para conservar las células madre, y salió la placenta. No me desgarré ni nada. Nos quedamos allí mi marido y yo con el recién nacido y con Polo (nuestro otro hijo) de pronto parecíamos una familia enorme ¡Cuánto abultábamos! Me vestí y fuimos a la habitación con nuestro niño en brazos.
Me felicité a mí misma por lo bien que lo había hecho. Esta vez sí.
Esto me ha enseñado que es absurdo tener una idea preconcebida del parto; y que las situaciones no tienen moral: la epidural, la rotura de la bolsa, el corte del cordón umbilical… en sí no son cosas buenas o malas, non necesarias hasta cierto punto e innecesarias hasta otro punto mayor…
A los 2 días nos vinieron a recoger mi madre y mi suegra, que dejaron de juzgar mi decisión en cuanto vieron a su nieto.
Ahora tengo un precioso bebé tranquilo, (que se llama Kurt, como el líder de Nirvana), al que alimento sin biberón. Su hermanito ya le cuida y protege. Han tenido nacimientos radicalmente distintos, espero que lo único que influya en ellos sea el deseo de ofrecerles lo mejor.