974

Parto en el Hospital Peset de Valencia

A las 01h30 me desperté porque sentía que me mojaba. Me puse de pie y como en las pelis me chopé entera. Estaba de 38 semanas justas y aunque ya estaba a término me empezó a latir el corazón muy deprisa. No sabía muy bien por dónde empezar, aunque sabía que estaba muy preparada a todos los niveles. Avisé a mi marido que mientras fregaba el suelo me miró a los ojos y me dijo "tranquila, todo va a ir bien", yo le dije asustada “¿y ahora qué hacemos?, él respondió “pues tener a Oliver”, aquellas palabras me inundaron de la paz que necesitaba (es algo que Roberto siempre logra en mi). Como no notaba nada me tumbé en la cama a ver si me podía volver a dormir, conforme me acosté empezaron las olas, no estaba nada cómoda y me tuve que incorporar. 
Empezamos a sacar todos los recursos. Me puse en la pelota y los audios de meditación de hipnoparto y Roberto encendió el proyector y empezó a masajearme la lumbar. Creamos un universo paralelo. Mientras la ciudad dormía nosotros nos preparábamos para recibir a nuestro bebé.
Cuando me cansé de la pelota me di un baño, el agua me hacía sostener mejor las olas. Además, al estar todo el tiempo tirando líquido estaba incómoda. Entre medias tuve dos treguas en las que pude dormir un poco. Desayuné y comí entre olas.
A las 12 horas (sobre las 14h) decidimos marchar al hospital (Peset de València) como nos recomendó la coordinadora de matronas. Por el camino cerré los ojos y seguí escuchando los audios para no salirme de mi mundo parto.
Al llegar la gine que me atendió me preguntó que por qué habíamos tardado tanto en ir (un poco borde) le respondí que porque las aguas eran claras y era negativa en estreptococo. Me tactó y estaba de 4cm dilatada y 1'5cm de cuello borrado. El resto del personal me felicitó por haber aguantado tan bien. Entonces me dijeron que el protocolo era poner antibiótico y tras valorarlo con mi marido decidimos que no me lo pondría. Firmé una hoja como que lo rechazaba. A esta gine no le hizo mucha gracia, pero el resto del personal me apoyó en mi decisión.
Me pusieron en monitores y tras ver que estaba todo bien nos dieron una habitación ya que no estaba en proceso activo de parto. En ella recreamos todo de nuevo y bajo la ducha otra vez seguimos surfeando olas. 3h después empecé a sentir ganas de empujar y pedimos que nos llevarán a dilatación-paritorio (es la misma sala). Al llegar la matrona me tactó y me dijo que estaba de 7 y cuello casi borrado. La sala era preciosa, con una bañera morada, una cama articulada, un baño y decoración de hogar.
A las 18 horas de rotura de bolsa por protocolo ya no dejan usar la bañera, pero mi matrona lo consultó y le permitieron que estuviésemos una hora. Allí las olas no se sentían tan intensas. Fue una gozada. Mis recursos principales fueron la respiración (lo que más), el agua, los audios de hipnoparto, las visualizaciones, que Roberto me recitara al oído afirmaciones positivas y el peine.
Salí del agua a los 40 minutos porque la monitorización inalámbrica empezó a hacer cosas raras y la matrona me pidió salir por si acaso. Al salir con el monitor normal estaba todo bien.
Me quedé en la cama y ya las olas las sentía todo el tiempo con ganas de empujar y así lo hacía. Pedí el óxido nitroso, lo utilicé varias veces, pero no sentía que me hiciera nada y lo dejé (me dijeron que en el expulsivo casi no hace efecto). Primero estuve en lateral con el cacahuete, luego en cuadrupedia y finalmente me puse sentada, quitaron media cama de abajo y me sacaron apoyos para los pies y agarraderas para las manos. Fue clave poder hacer fuerza de tronco superior. Me pusieron el espejo y ver el progreso me motivaba mucho. Pero empezaba a sentirme cansada y la matrona me pidió introducir los dedos para saber si la cabeza era lo que empezaba a asomar. Pero no, era como un pliegue de la bolsa, me dijo que si quería podía quitármelo con la lanceta para agilizarlo y que no me quedara sin fuerzas, me dijo que no era invasivo y no me dolería nada. Acepté y lo retiró en la siguiente ola. Me ayudó mucho, porque entonces sí empezó a aparecer su cabecita. Fue mágico. Aunque llegó el temido aro de fuego (creo que es lo único doloroso que recuerdo del parto). Pero me pusieron la mano en su cabeza y en cuestión de segundos se pasó y ahí estaba. La gine (que entró al final para echar una mano porque la matrona así lo quiso y me lo consultó) me colocó paños de agua caliente en el periné y me pidió que en la siguiente ola soplase despacio para evitar desgarro. Me resultó muy difícil, perdí un poco el control de las respiraciones en la fase descendente (sobre todo al final) y el cuerpecito salió disparado en la siguiente ola a las 20h30 del 23/01/24. Lo cogí yo (momentazo). Roberto cortó el cordón cuando dejó de latir y estaba blanco por completo y la placenta salió de forma fisiológica a los 15 minutos. Me hice desgarro tipo 2. Vino un cirujano a comprobar que no había afectado al esfínter anal. Me cosieron súper bien, con anestesia local y todo el cuidado del mundo.
Y bueno el piel con piel, inexplicable. Y el equipo que me tocó inmejorable. Me trataron con un amor y un cuidado impecables. Consultándome y respetando todo el tiempo mi plan de parto.

En resumen, siento que fue un parto fácil, a pesar de que fueron en total 19 horas desde la rotura de bolsa. Pero pude sostener la situación muy bien todo el tiempo. Para mí el acompañamiento de mi marido fue clave. No tengo recuerdo de dolor, o al menos para nada de sufrimiento. Temía pedir la epidural por todas las consecuencias negativas que puede tener y en ningún momento se me pasó por la cabeza. Fui todo el proceso plenamente consciente de lo que iba ocurriendo. Cuando las olas bajaban estaba como si nada, podía dialogar, escuchar y saber todo lo que ocurría a mi alrededor. 
No viví la fase de transición que experimentan la mayoría de mujeres. En ningún momento sentí que no pudiese más o que me moría. 
Sé que es un privilegio haber vivido el parto de mis sueños (y más siendo primípara) y estoy inmensamente agradecida a todas las mujeres que me han acompañado, apoyado y enseñado, permitiéndome confiar en mi cuerpo y mi bebé.
Ha sido la experiencia más bestia, mamífera y transcendental que he vivido jamás. Y tengo un cachorro que no puede ser más bonito.