Parto en el Hospital Taulí de Sabadell
Mi niño Jan nació en el Taulí de Sabadell en 2021 y la verdad es que fue un parto bastante idílico.
El día anterior de madrugada yo ya había empezado a notar dolores que aún no identificaba. Es mi primer hijo y no sabía muy bien qué era lo que estaba esperando. El tapón mucoso lo fui echando ese mismo día pero nada parecido a lo que se ve en las fotos: lo mío era más un flujo rosita que me iba encontrando cada vez que iba al baño.
Más adelante ya sí que los dolores tenían un principio y un final, aunque la intensidad era baja y la frecuencia irregular así que yo seguí tranquilamente en casa preparando cosillas.
Después de comer, el flujo que encontré fue rosa pero bastante más oscuro y entonces me asusté un poco, también porque el bebé llevaba rato sin moverse a pesar de que yo le fuera estimulando desde fuera. Consulté con el ambulatorio y con amigas madres y me recomendaron ir al hospital para salir de dudas, así que para allá que nos fuimos mi madre y yo ya que mi novio estaba trabajando.
Una vez allí, escuché el latido y con eso ya me tranquilicé y me dijeron que ya que estaba allí me pondrían los monitores por si acaso. Allí conectada estuve como una hora, con contracciones que eran bastante leves, para mí eran como una regla de las malas, pero a mí la regla tampoco me ha dolido nunca demasiado así que era muy soportable, respiraba un poquito y ya. Pero claro, miraba el papel que salía del monitor (que parece el típico encefalograma que vemos en las pelis) y ahí las contracciones se veían bastante intensas, algunas incluso parecía que se iban a salir del gráfico y fue bastante curioso ir comparando lo que sentía con lo que se reflejaba en el papel e ir contándoselo a familia y amigos, que vivieron todo el proceso conmigo ya que en todo momento pude usar el móvil sin problemas. En cuanto a la frecuencia de las contracciones algunas sí fueron cada 5 minutos pero en otras pasaron más de 10.
Por la sala iban pasando matronas y enfermeras y me iban preguntando cosas pero poco más. Cuando vino la ginecóloga a mirar los resultados, me dijo que el aparato a veces era poco fiable ya que mide desde fuera lo que está pasando dentro y que yo estaba demasiado bien para que el parto fuera inminente, que si incluso podía seguir hablando en medio de una contracción era que tampoco serían tan intensas. Ahí yo ya le pregunté: “¿y si soy una supercampeona y lo estoy llevando muy bien?” y me dijo que podía ser pero que sería raro. Igualmente, me iban a hacer el tacto vaginal para asegurar.
En el consultorio había mucha gente, como 6 o 7 mujeres todas y me ayudaron a prepararme, me hicieron preguntas, etc. a pesar de ser tantas me hicieron sentir muy cómoda. Me tumbé en la camilla y la ginecóloga me metió los dedos y le cambió completamente la cara, ¡mi cuello del útero se había borrado y la dilatación era de al menos 6 centímetros! A partir de ahí todo fue muy rápido, me recordó a las películas de Disney en la que los animalitos visten a la princesa mientras vuelan a su alrededor. Llamé a mi novio y le dije que saliera ya del trabajo y viniera, que no hacía falta correr pero al tener cerca de una hora de camino cuanto antes se pusiera en marcha mejor. Me preguntaron si quería epidural y dije que sí sin dudarlo. Siempre he tenido mucho miedo al dolor y ni me planteaba la posibilidad de un parto natural. Además, como en el momento en que el parto está demasiado avanzado ya no te la ponen, preferí que fuera cuanto antes no fuera a ser.
Todavía a estas alturas (sobre las 7 de la tarde) mis contracciones no eran ni muy dolorosas ni muy regulares y no había roto aguas, así que si no llega a ser por el flujo oscuro yo todavía hubiera estado en mi casa comiendo macarrones. Ahí va mi primera recomendación: quizás la regla 5-1-1 no se aplique a tu parto, vete al hospital cuando tú creas que debes ir, que siempre puedes volverte a casa y seguir esperando.
La colocación del catéter para la epidural fue más incómoda que mis contracciones hasta ese momento. Y luego la anestesia en sí tampoco me sentó muy bien: aunque no me llegó a bajar la tensión, sí tuve muchos temblores y una sensación muy rara en el cuerpo y entonces me entró ansiedad y entre una cosa y la otra el trabajo de parto se frenó bastante (las hormonas del estrés de alguna manera bloquean la acción de la oxitocina). Yo no sentía nada, claro, pero en el monitor se veía que las contracciones eran mucho menos intensas.
En una hora me empecé a encontrar mejor pero el parto seguía como a ralentí. Entonces la matrona me planteó la posibilidad de romperme la bolsa, ya que igualmente con la epidural no iba a notar el dolor. Me dio toda la información que le pedí y me generó un dilema: ¿quiero añadirle artificialidad a mi parto o quiero estar aquí más rato esperando? Consulté con mi pareja y no se pronunció: “es completamente decisión tuya”. Me gustó que fuera tan respetuoso. Al final decidí que mejor romperla y en poco rato el trabajo de parto volvió a intensificarse, hasta el punto de que sobre las 10 pedí más epidural.
Seguimos ahí tranquilamente y poco antes de medianoche vino la ginecóloga a ver cómo iba. Al abrirme la vagina ya pudo ver la cabecita de Jan asomando (tenemos foto y es espectacular) y me dijeron que ya era momento de empezar a empujar. Me explicó que durante el expulsivo a veces me pediría que empujara con toda mi fuerza aprovechando las contracciones, a veces me pediría que empujara aumentando progresivamente la intensidad y otras veces simplemente que soplara. El problema fue que con la epidural yo no sabía cómo canalizar mi fuerza y en ese primer momento en que tenía que empujar con todo, notaba que lo que se me cansaba era la garganta y el pecho y que a la pelvis no debía de estar llegando mucho.
En ese rato algo avanzamos pero me cansé mucho y me dijeron que volverían en una hora. Yo les dije que una hora era mucho tiempo, que no necesitaba descansar tanto y que me daba miedo que se me pasara tanto el efecto de la epidural que ya no quisiera empujar, pidiera más epidural, entraramos en bucle, etc. y lo dejamos en media.
Segunda recomendación: pide por esa boquita, tu parto es tuyo y la gente que está ahí contigo puede asesorarte y guiarte pero al final lo que tú sientes solo lo sientes tú y no tiene que darte miedo expresarte.
Nos quedamos solos y fue un poco agobiante porque a esas alturas ya sí que notas toda la cabeza del niño en la vagina y, aunque no te duela, estás cansada y ves el final ya cerca. En poco tiempo volví a sentir las contracciones y aun amortiguadas empezaban a doler cada vez más. Aguanté hasta que sentí que era el momento perfecto entre dolor y fuerza, unos 20 minutos, y llamé por el timbre para que vinieran.
Al llegar ya vieron que estaba más cerca todavía y volvimos a prepararnos para empujar. Ahí sí que pude concentrarme en la pelvis y darlo todo y en dos empujones ya lo tenía casi fuera. Hicieron todos los preparativos que faltaban para darle la bienvenida y entonces me pidieron un empujón más, pero que fuera de menos a más. Y yo no pude controlar la fuerza y empujé con todo. Perfecto porque salió la cabeza y detrás el cuerpo (una sensación muy rara, como que se te escurre un calamar vagina abajo) y enseguida tenía ya a mi precioso niño encima, recubiero de líquidos varios, que me costaba mantenerlo en posición porque se me iba escurriendo, sano, perfecto, con los ojazos abiertos y ya apretándome la manita. Lo más bonito del mundo. Era la 1 de la madrugada. Lo tenemos grabado y poder reverlo es alucinante.
Lo malo fue que en ese último empujón me hice un desgarro considerable, de grado 2 porque no llegó a afectar al recto, pero que sí me iba desde el periné (aun habiendo hecho masajes semanas antes) y por el interior de la vagina. Dos horas cosiéndome y una tercera dosis de anestesia mientras hacíamos piel con piel. Pregunté si había sido por el empujón y me dijeron que yo lo había hecho perfecto, pero claro a toro pasado qué te van a decir, ¿no? Así que tercera recomendación: cuando te digan que empujes de determinada manera intenta hacerles caso. Si no hubiera sido por este último momento mi parto y postparto hubieran sido prácticamente perfectos para mí, osea rápidos, bonitos y casi indoloros. Pero con el desgarro la cosa se complica un poco, al menos los primeros días.
La atención que recibí desde que llegué a la zona de maternidad hasta que salí de la sala de partos fue absolutamente excelente. Estoy muy agradecida y si volviera a parir algún día sin duda repetiría.
Luego en planta la historia cambió. Lo primero es que llegas a una habitación compartida, en nuestro caso la pobre bebé lloraba cuando llegamos y la verdad es que en ese momento se nos cayó un poco el mundo encima, pero bueno, es lo que hay. Mi problema real fue el hecho de que allí me sentí tratada como un número, con una pauta de analgesia que es paracetamol e ibuprofeno cada cuatro horas para todo el mundo (al menos todas las que estén como tú), como si te hubieras torcido el tobillo, y a mí eso no me daba ni para empezar. La medicación te la traen a la hora en teoría pero yo en una ocasión tuve que llegar a esperar cerca de una hora de dolor intenso suplicando por un ibuprofeno hasta que vinieron. Cuando llegaron yo estaba en el lavabo sola llorando para no despertar a mi novio y al bebé. En el momento más vulnerable de mi vida sentí que muy pocas de las muchas personas que entraban en la habitación empatizaban conmigo. Hay una enfermera en particular a la que hubiera tirado por la ventana…
Cuarta y útima recomendación: mete ibuprofeno, paracetamol y compresas de hielo en la maleta por si acaso. Y quizás algún enantyum también. Ellas tendrán sus pautas, pero por un día que te mediques un poquito más de la cuenta no te va a pasar nada y en tu dolor también deberías poder mandar tú.
Al día siguiente pedí el alta precoz diciendo literalmente que para no irme a mi casa tendría que retenerme la policía y por suerte tanto el bebé como yo estábamos bien y me la dieron sin problemas. Cabe decir que a partir de ese momento en el que me quejé con una matrona que por fin me escuchó el trato general fue bastante mejor. Y una vez en casa todo muy bien, la recuperación es lenta, la lactancia es todo un reto pero por lo demás todo genial. Y mi niño hace que todo valga mucho la pena.