Parto natural, respetado y acompañado en el Hospital de Valls.
Me hizo muy feliz el nacimiento de Laia, y estoy muy contento por la forma en que tuvo lugar. El hecho de que el parto fuera a finales del verano, hizo que toda la fase final del embarazo la pudiéramos compartir mucho Ana y yo, y que tuviéramos tiempo para hablar, pasear, compartir, leer y comentar, y decidir con la paz necesaria. Todo ello hizo que pudiera implicarme y participar en esta etapa y prepararme psicológica y emocionalmente junto con mi mujer.
El parto fue momento muy intenso y emocionante. Yo tenía claro que la mamá y el bebé eran las protagonistas, pero lo viví muy consciente de que como marido y como padre tenía mi papel. Intenté que mi actitud fuera de servicio y disponibilidad, e intenté estar sintonía, atento para adivinar y anticipar las necesidades de Ana. Todo ello hizo que me sintiera muy próximo a ella.
El parto de Laia fue natural y salió muy bien. Además lo pudimos vivir plenamente.
El papel de Montse fue fundamental, tanto por el cariño con que nos acompañó, como por la confianza y seguridad que nos transmitió y como con el respeto absoluto en todo el proceso.
Gracias Montse.
Es un privilegio y una gozada el poder vivir de esta manera el momento de la venida al mundo de una hija. Y poderlo vivir como pareja, consciente y activamente.
Parto natural, respetado y acompañado en el Hospital de Valls.
Laia, nuestra tercera hija, llegó al mundo felizmente el 27 de agosto en el Hospital Pius de Valls. La recibieron las manos de Montse, el regazo de su madre y el amor acompañante de su padre. Creo que en la aventura de su nacimiento se sintió amada, acompañada y respetada, al igual que sus padres.
La decisión sobre el lugar y modo de su nacimiento se gestó mucho antes. Laia es la tercera de nuestras hijas y con los partos anteriores y la formación de mano de buenos libros y algunas páginas web habíamos llegado a las siguientes convicciones:
- Lo mejor para el bebé y la madre es un parto natural, tanto a nivel físico como emocional. Habiendo “sufrido” un parto convencional y habiendo disfrutado de uno natural, estábamos convencidos de que queríamos regalar a nuestra hija esta bienvenida.
- Es muy difícil ser respetado en un hospital público, donde el que toma las decisiones es el médico y los padres convertidos en “pacientes” se convierten en “sujetos pasivos”. La oferta privada no nos convencía.
- La opción de parto en casa nos parece muy loable y nos la planteamos, incluso deseamos, pero finalmente nos pareció que no era lo mejor en nuestro caso.
- Queríamos que Montse Bach, comadrona amiga, nos acompañara en el parto.
El hecho de que Montse trabajara en un hospital que promueve el parto natural facilitó mucho las cosas. Nos pusimos en contacto con el centro y nos acogieron a pesar de que no es nuestro hospital de referencia.
La noche anterior al parto, cuando las contracciones ya parecían indicar que Laia estaba decidida a nos pusimos en marcha hacia el hospital. Allí nos instalaron en la sala de dilatación, una habitación en la que gozamos de intimidad y tranquilidad. La comadrona fue viniendo regularmente…algún monitor, controlar la dilatación y mucho ánimo.
Pude bajar la persiana, andar, bailar, moverme, sentarme, echarme, ir al baño, beber y comer… En los momentos de contracción respiraba profundamente y me concentraba, enviaba mensajes a Laia “benvinguda, vinga carinyo, ja estàs aquí, tot anirà bé..”, la imaginaba haciendo su recorrido para nacer, rezaba y daba gracias a Dios, me abrazaba a Pepe, hacía esfuerzos por acoger el dolor y relajarme.
Mi marido pudo acompañarme y me sentí querida y sostenida en un modo especial, como me había sentido en el parto anterior. Me abrazó, me cantó, me habló, me hizo reír. Acarició y habló a Laia que estaba en camino.
Llegamos al hospital a las 4 de la madrugada, a las 8 las contracciones eran bastante regulares y fuertes. A las 10 se convirtieron en realmente fuertes. A las 11 empecé a tener ganas de empujar pero todavía no había dilatado del todo y nos fuimos a la ducha, donde con agua caliente me alivié un poco. A las 11:30 pasamos a la sala de partos, donde me esperaba una camilla magnífica que me permitió estar sentada, controlar mi fuerza y ver lo que sucedía. Tras unos pocos pujos…LAIA, el milagro de la vida. La puede sostener al salir y ponerla junto a mi pecho, donde se quedó las dos horas siguientes, compartiendo emoción, satisfacción, gratitud y amor. Así empezó otra aventura, la de la crianza y la revolución de las madres, la revolución de las pequeñas cosas.