Parto respetado en Torrejón
Tras todo un embarazo leyendo sobre parto poco medicalizado y con una imagen en mente de un parto poco asistido, acudimos el miércoles 18 de enero a monitores por estar yo de 41+3 con la amenaza de la inducción planeando sobre nuestras cabezas. Se registra muy poca dinámica aunque llevo semanas con contracciones y molesta, parece que el bebé en el hospital se pone tímido. Me tranquilizan porque el bebé está bien y hay mucho líquido. El doctor me pregunta si quiero que me explore y digo que sí. Tengo el cuello en posterior y “una puntita de dedo” dilatado. No hace la Hamilton (entre otras cosas porque no me siento preparada, me da mucho miedo el dolor) y acordamos programar la inducción para el sábado 21. Estoy dudosa, hablo con una de mis mejores amigas, ginecóloga en otra ciudad. Me calma, me dice que escuche a mi cuerpo y que puedo esperar unos días más. Me aconseja la Hamilton pero tengo miedo.
Paso dos dias preocupada, llorando por mi parto no medicalizado soñado, sintiendo que mi cuerpo me está fallando. M (mi pareja) me consuela, me dice que las cosas a veces no salen como las había planeado pero que no por ello tienen que ser necesariamente malas. Acudimos el viernes 20 segunda cita de revisión. Dinámica irregular. El bebé sigue bien. Necesito escuchar un testimonio de inducción positivo, ya que internet está plagado de relatos terroríficos. Recuerdo que una compañera pasó por una inducción recientemente y pido que me cuente su su experiencia. Resulta ser un relato muy positivo y eso me anima mucho, me anima pensar que yo también puedo vivirlo desde la calma. De nuevo me preguntan si quiero un tacto y digo que sí. El cuello está más blando, todavía en posterior, permeable a un dedo. Aunque me da miedo autorizo la maniobra, me hacen tracción del cervix y Hamilton. Para mi sorpresa resulta molesta pero es muy tolerable. Como C. está muy bien acuerdo con la ginecóloga retrasar la inducción al domingo, que estaría de 41+6.
Al salir del hospital nos vamos a pasear a un centro comercial y siento calambres en el cervix que me hacen parar cada dos por tres de caminar y respirar profundo. Picamos algo en el 100 montaditos pero empiezo a estar cansada y quiero volver a casa. Comemos. Estoy más tranquila. Por la tarde duermo una siesta muy molesta, las contracciones me agarrotan los músculos de la tripa, los glúteos y los muslos. Salimos a pasear, estoy molesta pero las contracciones van cediendo. Vemos una serie, el bebé se mueve mucho. Duermo bastante bien, solo me levanto unas tres veces al baño. En la segunda veo que la braga está húmeda y manchada un poco marrón pero no hago caso. Sábado 21. Por la mañana M. va a comprar hojaldres riquísimos. Desayunamos y voy al baño, sobre las 10:30 expulso el tapón mucoso, me sorprende su textura que es como colágeno o gelatina muy dura. Nos ilusiona verlo, de alguna forma siento que C. se está preparando para salir. Incluso hacemos fotos.
Seguimos recogiendo la casa con tranquilidad. Me duelen la espalda y los glúteos, en la cama M. me da masaje y me alivia. Me anima a salir a caminar, no quiero pero reúno fuerzas y me viene bien. Vamos a comprar un regalo para un amigo que se va a quedar con nuestra perrita estos días. A la vuelta me tengo que ir parando y me cuesta bastante llegar a casa. Noto la espalda muy cargada. Me dan algunas contracciones más dolorosas de lo normal pero no quiero hacerme ilusiones y pensar que es el parto. M. hace la comida mientras yo descanso en el sofá. Después de comer recogemos y me tumbo media hora mientras M. ve anime. Me doy en los glúteos con la pistola de masaje y me alivia mucho la tensión, tengo los pies hinchadísimos.
Pasamos la tarde descansando, terminamos de preparar algunas cosas y duchamos y cepillamos a Pascuala, que se enfada un montón porque no le gusta oler bien. Me doy una ducha larga, M. insiste en meter la pelota de pilates dentro de la ducha y es una buena idea. Me lavo el pelo, me lo seco. Cenamos. M. saca a la perra y yo termino de ultimar algunas cosas y de recoger la casa, poner el lavavajillas… son las 23 pero no tengo sueño. Las contracciones se van alternando entre algunas suaves y otras que me encogen las lumbares y bajan por la ingle. Ni siquiera cuento cada cuánto vienen porque sé que son muy irregulares. Vuelvo a darme con la pistola de masaje. Domingo 22. Al final nos acostamos a las 12 de la noche pasadas pero hemos dormido bastante bien. Nos despertamos a las 7 y preparamos todo. Estoy muy molesta con las contracciones y bastante nerviosa. Llevamos a la perrita a casa de nuestros amigos pero antes de salir de casa nos hacemos la ultima foto siendo tres. Fuera hay 3º de temperatura. Al llegar al hospital me dicen que no me pueden ingresar ahora porque están hasta arriba. Hay varias mujeres en la sala de espera con contracciones visiblemente molestas. Me hacen monitores y me envían a casa hasta esta tarde. Antes de ir a casa vamos a dar un paseo a un centro comercial, M. de compra dos tacitas de cristal en el zara home. En el Sánchez romero compramos pasta rica para poder hacer carbonara cuando volvamos a casa después de parir (¡qué ganas!). Ya en casa me tumbo a descansar, quiero dormir media hora pero se me va de las manos y acabamos con una siesta de casi dos. Nos levantamos a las cuatro de la tarde y comemos sopa de pollo y fideos y pan con mató. Me da tiempo a terminar de recoger la ropa que estaba tendida, ducharme y echar de menos a la perra (la casa está muy tranquila sin ella).
Volvemos al hospital a las 18 y me pasan rápidamente al paritorio. Las matronas son muy majas, se presentan y me explican todo paso a paso. Les cuento que soy médico, me da vergüenza decirlo pero de alguna forma siento que así tienen que decirme menos cosas que ya sé. Me dicen que me tienen poner una vía y me preguntan cómo es mi plan de parto. Se lo entrego diciendo que creo que ya no sirve, ya que mi idea era el de un parto no medicalizado, pero que confío en ellas y mi plan ahora es dejarme llevar y decidir paso a paso. Me ponen en monitores y nos dejan solos un rato. M. curiosea toda la sala y hace fotos. Vuelven dos matronas y me exploran. Sigue posterior, blando y permeable a un dedo. Colocan el Propess a las 19:15 aprox, toca esperar. Hacemos tiempo hablando y mirando el móvil.
Me quitan los monitores a las 21:30 y me traen de cenar pisto con huevos y crema de champiñones. M. cena un menú de la cafetería bastante cutre que cuesta 11€: hojaldre de espinacas y queso y merluza rebozada. Hablamos mucho de nuestros planes y agradezco por dentro haber preparado tanto la experiencia de parto entre los dos. M. me conoce bien y tengo la certeza de que cuidará de mí durante todo el proceso. Alrededor de las 22:30 vuelven a venir, me dicen que pasaré la noche en paritorio y me traen una cama más cómoda. M. baja a por las mochilas. Nos aseamos, hace su cama y nos disponemos a intentar dormir. Antes me da un masaje en los pies porque los tengo muy hinchados. Bromeamos con que la fiesta empezará sobre las 5 porque es la hora a la que me llevo desvelando todo el embarazo.
Lunes 23. Durante toda la noche voy teniendo algunas contracciones aisladas un poco molestas que me despiertan pero me vuelvo a dormir. A las 5:50 empiezan a ser más seguidas, aguanto en silencio. Dolor 3/10. Es como un dolor de regla intenso que empieza en las lumbares y acaba Justo en mi cervix, como si alguien estuviese metiendo el dedo y abriéndome por dentro. A las 6:30 se despierta M., comenzamos a contarlas. Vienen cada 4min aprox aunque no son muy regulares. Se viste y se lava la cara, recoge las cosas por si nos cambiaran de habitación ya que la cisterna de la nuestra no funciona pero finalmente pasamos el resto del parto en esa porque el resto de paritarios están ocupados. A las 7:10 avisamos, me dicen que me quite el propess que sale fácilmente cubierto de moco sanguinolento. Monitores. El cuerpo me pide dormir un rato y me tumbo, a las 8:50 vienen a explorarme otra vez y plantean ponerme oxitocina porque aunque he avanzado el cuello sigue al 50% y las contracciones no son todo lo regulares que deberían. Me dicen que pondrán la dosis mínima e iremos viendo cómo lo toleramos tanto yo como el bebé.
Inician una percusión a 6ml. Las contracciones empiezan a intensificarse y a hacerse más regulares, la cosa avanza. Como tanto el bebé como yo vamos bien alrededor de las 10 suben la perfusión de oxitocina a 12 y todo empieza a aumentar de intensidad, aunque todavía son tolerables. Camino por la habitación, voy al baño, M. me da masajes circulares en las lumbares que me ayudan mucho. También me alivia que presione sus puños contra mi espalda en plena contracción. Diría que el dolor es ahora un 5/10. A las 12:50 vuelven a venir y me exploran. Estoy dilatada de 2cm y con el cuello borrado, me proponen romper la bolsa para que el parto siga avanzando y digo que sí, aunque sé que eso va a intensificar las sensaciones dolorosas. La rotura de membranas no es como me esperaba. Sale un pequeño chorrito de líquido, como un escape de pis muy calentito y no una cascada como imaginaba. El líquido es claro para mi alivio, ya que temía que con la oxitocina sintética el bebé pudiera sufrir de alguna forma.
Me suben la oxitocina a 18 y de pronto todo cambia. Las contracciones se intensifican de una forma brutal, el dolor sube rápidamente a 9/10. Voy al baño, me bloquea cada vez que viene una. Le digo a M. que no puedo más, que es insoportable. Me anima, me recuerda que mi objetivo era un parto poco intervenido, me invita a meterme en la ducha o a pedir el gas de óxido nitroso. Voy a hacer caca y me lavo bien en la ducha después de eso pero, para mi sorpresa, el agua me resulta muy desagradable. Me pongo en la pelota, intento tolerarlo. Pido que me exploren y estoy de 3cm únicamente, eso me desmoraliza. Me dicen que voy bien, que tanto el bebé como yo lo estamos tolerando pero sé que no podré aguantar ese ritmo los 7cm que faltan hasta completa. Hablo de nuevo con M., le digo que me da miedo agotarme, que llevo ya 8h de parto y no puedo soportar la idea de pasarme otras tantas con esta intensidad de dolor. Por la oxitocina las contracciones son casi continuas, sin tregua entre ellas. Duran más de un minuto y vienencada dos minutos. Según lo que he leído pareciera que estoy en fase de transición pero esto solo acaba de empezar.
Sobre las dos de la tarde me animo y pido el gas. Lo traen muy rápido y comienzo a inhalar. Alucio con la sensación, que me deja sedada entre contracciones, como una droga bastante potente. No alivia el dolor pero de alguna forma ayuda a sobrellevarlo. Así aguanto un rato más hasta que las contracciones vuelven a intensificarse. Siento como si alguien me estuviese partiendo por dentro, la sensación en la zona del cervix es muy fuerte. M. y yo volvemos a hablar, está siendo increíble compartir esto con él. Ve mi sufrimiento y me dice que escuche a mi cuerpo, que si me está pidiendo calma tal vez sea lo que necesite. Un poco antes de las 15 llamo a la enfermera y pido la epidural, de alguna forma siento que me he rendido ante el dolor pero me alivia pensar en que he aguantado todo lo posible, que mi parto no ha sido desde el inicio como esperaba pero que eso también está bien. El anestesista tarda muy poco en venir, me da un poco de risa pensar que les habré fastidiado la hora de comer. Todo el rato son muy agradables conmigo, me informan de cada paso. Dejan a M. quedarse en la habitación mientras me pinchan. De nuevo me sorprende lo diferente que es la epidural de la idea que tenía preconcebida; noto únicamente el pinchazo de la lidocaína en la piel y después un pequeño calambre en las piernas, como sensación de quemazón. Cuando se van me quedo tumbada y noto como, en cuestión de unos 15min, las piernas se me empiezan a adormecer y las contracciones son cada vez más soportables.
Finalmente logro alcanzar ese punto en el que noto que vienen pero no son dolorosas, de nuevo vuelven a ser parecidas a las de Braxton. Las enfermeras van entrando para preguntar qué tal estoy pero son breves y no me parecen en ningún momento invasivas. M. y yo aprovechamos la tregua para hablar, reírnos, incluso hacemos alguna broma y logramos dormir un rato. Pero de pronto la cosa vuelve a cambiar. Alrededor de las 17 vuelvo a notar mucho dolor. Es diferente a las contracciones, ahora solo noto ese dolor en el cuello del útero de forma intensa, como si alguien estuviera metiendo un puño o intentando abrirlo a la fuerza. Se lo comento a una enfermera y me dice que si quiero que me suba la dosis pero prefiero esperar un poco. No obstante, el dolor se intensifica todavía más . Es algo visceral y muy difícil de soportar. Me animan a cambiarme un rato de postura y me pongo boca arriba pero empiezo a marearme mucho. Avisamos a las matronas, entran y me toman la tensión, estoy hipotensa. El bebé empieza a bajar las pulsaciones de forma rápida, me palpan el abdomen y me duele muchísimo. La matrona sale muy rápidamente de la habitación y en cuestión de segundos vuelve a entrar con otra matrona, un aparato de medicación diferente y dos ginecólogas. Se arremolinan en torno a mi y me dicen que estoy haciendo hipertono en el útero, que eso está haciendo que el bebé sufra y que tienen que revertir la oxitocina cuanto antes. Me ponen la nueva medicación y a los 10 segundos aprox noto mucho alivio en el dolor y comienzo a recuperar las fuerzas. Las ginecólogas piden explorarme, me hacen un tacto y me dicen que estoy de 9cm, que he dilatado demasiado rápido a consecuencia de la oxitocina. En el tacto no palpan bien al bebé, está alto, piden hacer una ecografía. Mientras la hacen la adjunta explica algunos conceptos a la residente que se me escapan, pero entiendo que están buscando malposiciones. Explico que está en anterior. La ginecóloga hace una maniobra para “recolocar” los rebordes del cuello sobre la cabeza del bebé que me resulta muy rara, dado que con la epidural lo noto aunque no me duele.
Tras comprobar que el bebé está bien y que el dolor ha cedido, y que las contracciones vuelven a ser más normales, me suben un poco la dosis de epidural y me bajan la de oxitocina. Al subir la epidural las piernas se me bloquean demasiado, podía moverlas pero ahora ya prácticamente no, tengo la sensación de que pesan como 200kg cada una. Pero el dolor ha cedido y me siento tranquila y en calma para poder disfrutar de lo poco que queda siendo dos con M., que está en todo momento resultando un apoyo fundamental para mi proceso. Empiezo a temblar mucho, sé que puede ser un efecto secundario de la epidural y así se lo digo a M. para tranquilizarle. No obstante, al rato una enfermera me toma la temperatura y ve que tengo 37’8 por lo que ponen un paracetamol. En el cambio de turno la matrona que nos ha estado acompañando toda la tarde entra a despedirse y dice que en el siguiente turno me explorarán, me desea suerte, le damos las gracias.
Sobre las 21 entra una matrona sevillana muy agradable que se llama P.. Habla con nosotros un buen rato. Nos pregunta por nuestro bebé, por el parto, por cómo lo estamos viviendo… La acompaña una auxiliar también increíble que se llama S. y que me dice que voy muy bien. Todo el parto estoy bebiendo agua y acuarius (no me gustaba el acuarius hasta entonces) y les digo que tengo la sensación de que debo orinar pero no estoy segura por la epidural, les pido que me sonden cuando vayan a hacerme el tacto. Lo hacen sobre las 21:30 y me dicen que ya estoy en completa, que el bebé está descendiendo y que avise cuando quiera empezar a empujar. M. y yo nos preguntamos si nacerá el 23 o el 24. Ese rato es el que más bonito recuerdo. Tumbada de lado hablando con M. de un montón de cosas. Empiezo a notar que el bebé desciende con las contracciones pero que vuelve a subir. Poco a poco le noto más abajo, con sensación de querer hacer caca pero sin notar ese deseo de pujo que tantas veces he leído. Se lo digo a P. cuando se asoma a preguntar qué tal voy, me dice que es muy buena señal y que deje a mi cuerpo fluir, que todo lo que el bebé descienda será trabajo que me ahorre en los pujos. Nos dice que, si alrededor de las 12 de la noche no he empezado a tener sensación de ganas de apretar es mejor que empecemos a empujar, que ella me ayudará. Yo confío. Nos quedamos ahí y la presión se va intensificando, “noto como si se fuera a salir” le digo a M.. Le pido que mire si se ve algún cambio, pero es difícil por la postura en la que me encuentro. Cada vez es más animal lo que siento, más instintivo. De alguna forma me parece que voy a expulsar de mi algún tipo de magia, me siento como en una nube. Ahora tengo recuerdos muy borrosos de ese momento, pero curiosamente lo recuerdo como placentero.
A las doce y cuarto vuelven a venir S. y P. Me preguntan si estoy preparada y les digo que sí. Me preguntan cómo me quiero poner para empezar y les contesto que no tengo ni idea, ya que al no sentir bien las piernas no logro imaginarme cómo será pujar, les pido que me guíen según su experiencia y me dicen que iremos probando diferentes posturas hasta encontrar aquella en la que esté más cómoda. Lo primero es colocar un pie en unos soportes a los lados de la cama, inclinan la cama al máximo para fomentar la verticalidad y me dan unas agarraderas laterales. Empiezo a empujar pero me cuesta muchísimo no perder el aliento, la TCAE S. me da trucos para no quedarme sin fuerzas. Hablan entre ellas de que el bebé está alto, pregunto en qué plano y me dicen que en segundo, que tenemos que bajarlo.
Tras una serie de pujos que me dejan exhausta pido cambiar de postura, ya que no noto que esa me esté ayudando. Traen entonces una especie de arco de hierro y una sábana. Colocan el arco encima de la cama y enrollan la sábana en el centro, me la dan y me dicen que coloque un pie a cada lado y que, cuando empuje, tire de la sábana como si fuese a trepar ya que la presión abdominal aumentará de esa forma. Empiezo a hacerlo y la situación mejora, la cabeza de C. empieza a descender y avisan a M. el para que le vea el pelo. Curiosamente en esa posición tengo mayor sensibilidad tanto de las piernas como de la zona de la vulva y noto cómo tras algunas contracciones me limpian la zona por lo que imagino que me estaré haciendo caca. Los pujos son cada tres minutos aprox, con cada contracción. Empujo siempre cuando noto que está viniendo lo más intenso. Veo a M. como un niño pequeño, emocionado, curioso, se asoma a mirar siempre que puede, eso me da fuerzas. Le pido que me ayude a hacer fuerza cuando me levanto en cada pujo, porque noto que no puedo hacer mucha más presión abdominal. Desde entonces, en cada pujo M. se coloca a mi lado y me levanta la espalda con todas sus fuerzas lo cual resulta clave y los pujos empiezan a mejorar muchísimo.
Pido recolocarme en la cama, inclinarla más, esto me ayuda increíblemente. El bebé desciende. Comienzo a notar que la cabeza casi sale, me animan, M. dice “ya está ahí, ya está ahí”. De pronto algo cambia en mi y saco fuerzas de donde no hay. En cada pujo “trepo” por la sábana y empujo con las piernas con todas mis fuerzas. Eso hace que la cabeza de C. salga a medias y noto una sensación de tirantez en el perineo que no había notado nunca, me abrasa el dichoso anillo de fuego. La matrona me pide que ahora no empuje, que con la siguiente contracción sople lejos muy poco a poco. Le digo que quiero empujar, me dice que lo sabe pero que es importante para mi cuerpo y para el bebé. Me ofrece un espejo pero digo que no, tengo claro que no quiero mirar porque eso me va a bloquear. Tampoco quiero tocarlo. Pide a M. que se asome para mirar, yo le pido que no se aleje de mi porque creo que son su apoyo en la espalda no podré pujar pero la matrona me explica que ya no me hará falta levantar el abdomen en la siguiente contracción, así que le dejo ir. Viene la siguiente contracción y con las indicaciones de L. soplo lejos, poco a poco. Noto cómo sale la cabeza totalmente. Pregunta si quiero sacarlo y le digo que no, que necesito concentrarme en esa sensación. Se lo ofrece a M. que se anima inmediatamente. Oigo cómo le explica que la cabeza irá rotando pero que no deben manipularla. Yo tengo los ojos cerrados porque así me lo pide el cuerpo, me concentro en sentir.
De pronto otra contracción, la más rara de todas y noto perfectamente el cuerpo de C. escurrirse de dentro de mi. M. le recoge y le coloca encima de mi pecho, digo que tengo miedo que se me escurra y se ríen pero me ayudan muchísimo tranquilizándome. Noto el cordón tirante desde mis labios, miro al bebé, está azul y no llora. Digo “no llora, no llora” y le estimulo la espalda frotándole con la toalla que han puesto sobre él. Empiezo a escuchar un gorgojeo, tose líquido amniótico, el color empieza a mejorar y se pone rápidamente rosado. Miro a M. y le digo “tiene la cabeza de pepino”, nos reímos emocionados. No le veo la cara pero tiene bastante pelo negro. Está mucho más limpio de lo que me esperaba. Todo son felicitaciones y alegría. Pregunto la hora y me dicen que ha nacido a la 1:23.
Con el bebé calentito sobre mi y M. a mi lado dándome besos siento una paz interior que no sabría describir. L. me dice que como han pasado 12h desde que me rompieron la bolsa y he tenido fiebre es mejor que me pongan antibiótico, les digo que sí. Pone también un bolo de oxitocina y esperamos a que salga la placenta, que sale como a los 15 minutos aproximadamente y es muchísimo más pequeña de lo que me imaginaba. Me comenta que me va a revisar y que ha de suturar un desgarro que tengo, me explica cómo es y empieza a coser (para mi, lo más desagravie del parto). Nos preguntan si queremos impresión de la placenta y le digo a M. que decida, dice que sí y S. nos la hace. En ese rato charlamos animadamente, nos hacen fotos, pido que hagan una foto de la carita del bebé para verle bien y me río diciendo que se parece mucho a mi.
Nos dejan dos horas piel con piel en aquella habitación que de pronto me parece el sitio con más calma del mundo. No se engancha al pecho porque está demasiado arriba y mi pecho es grande, por lo que le dirigen el agarre y noto que succiona suavemente. Pido a M. que envíe fotos a nuestras familias y amigos. Tras dos horas juntos vuelven a venir y me ayudan a ponerme una compresa, me retiran la epidural, ponen una pulsera a C. y otra a mi. Me ofrecen algo de cenar y traen un plato de verdura y un trozo de pescado que están bastante malos pero que me saben a gloria tras todo el día sin comer.
Al rato viene una celadora a llevarnos a la habitación en silla de ruedas. Todo el rato C. sobre mi. Antes de irnos damos las gracias infinitamente a L. y S. El expulsivo ha sido maravilloso gracias a ellas, íntimo, prácticamente a oscuras, respetando mis tiempos y deseos, de alguna forma lleno de amor y cariño. Les digo que estoy muy agradecida con todo el equipo, que han hecho que un parto que no era para nada el de mis sueños sea bonito y se viva de forma respetada.
Doy las gracias a M. por su apoyo incondicional, tengo claro entonces que somos el mejor equipo que C. puede necesitar.