Porque el puerperio pasa pero al pasar lo cambia todo
Os quería hacer llegar el relato de mi PUERPERIO. Gracias.
Es una verdad universalmente conocida que una cuarentena no dura 40 días, dura más, no se sabe cuánto, pero más. Y no saber cuánto dura forma parte del proceso, entregarse al fluir de no saber, entregarse a la recuperación del cuerpo y del alma, abrirse a la experiencia desde el amor sabiendo que todo pasará, y sí: pasará, pero al pasar lo habrá cambiado todo. Yo no estaba preparada para mi puerperio. Me sentí profundamente traicionada por todas las mujeres-madres de mi familia, me sentí traicionada por las amigas-madres y conocidas-madres. No estaba preparada para sangrar durante tantos días, para no poder andar, no poder ir sola al baño, tener hemorroides, incontinencia urinaria, dolor en las lumbares y en el sacro, dolor en los pechos, sensaciones punzantes en los pezones, pensamientos extraños, pérdida de memoria, y no estaba preparada para escuchar a las matronas decirme que todo eso era normal. "Normal" es un término estadístico que implica que a la mayoría de personas les ocurre aquello que calificamos como "normal". Entonces, ¿por qué no lo sabía? ¿por qué nadie lo cuenta? Si algo es normal no es normal que no sea conocido, que no se sepa, que se calle, que de vergüenza, que expresarlo sea un acto de activismo antipatriarcal.
Muchas mujeres-madres me regalaron ropita de bebé durante el embarazo, otras me regalaron sus propios fulares de porteo y sus cojines de lactancia, me explicaron la importancia de la lactancia y me apoyaron, estoy agradecida a todas ellas pero un "el posparto es intenso" hubiese sido maravilloso, eso me hizo crear el proyecto "Lo que no sabía del posparto ...y hubiera agradecido saber", un recopilatorio de frases sobre el puerperio (está publicado en el blog). Lo primero que descubrí en el posparto es que me cuesta mucho confiar en que el otro pueda cuidarme, pueda atenderme. Gaia tenía un día de vida y yo no podía andar, no podía doblar las rodillas, tenía que arrastrar los pies agarrada a los brazos de mi pareja: -No me puedo sostener...- dije llorando. -Es cosa mía sostenerte. Y él tenía razón, en la crianza del bebé la madre sostiene al bebé y para poder atender, cuidar y amar necesita que alguien la sostenga a ella, y permitirse ser sostenida. Ahí entra en escena la puerta de regreso a nuestra infancia: ¿fui sostenida? ¿fui cuidada? ¿supieron leer mis necesidades y pudieron atenderlas? ¿aprendí desde la experiencia vivida a sentirme confiada y segura?
Lo segundo que aprendí es que ya no podía permitir morirme. Gaia tenía cuatro días y me salió un bulto en el pecho y pensé que estaba enferma y que no podría cuidar de mi hija, que cómo sería alimentada si yo moría, que cómo podría estar bien si yo no estaba... después de llorar y llorar y contarles a las matronas por WhatsApp qué me pasaba me dijeron que mis síntomas eran simplemente porque me había subido la leche. Después de unas semanas me di cuenta que no tenía tribu, me faltaba una red de madres, y en ese mismo instante recibí una invitación para entrar en un grupo de lactancia que iba a empezar a reunirse a través de Zoom. No he tenido problemas con mi lactancia pero sin la Asociación Madres de la leche de Burgos todo hubiese sido diferente. Me acompañaron en el posparto desde una escucha y mirada sanadoras, ellas son respeto, amor y lucha.
Toda madre, y toda familia, necesita y merece una tribu que esté incondicionalmente. Si estás embarazada, si acabas de dar a luz o ya hace tiempo que eres madre, no importa, busca la/ tu tribu, busca tu grupo de madres-diosas que sostienen a sus pequeños y a sus hermanas para crear una nueva humanidad. Pasaban las semanas y mi coxis dolía mucho, muchísimo, y yo sentía que no era normal, que había pasado algo. Consulté a un amigo osteópata. Le expliqué mi parto (puedes leer su relato en el blog) le expliqué que no podía doblar las rodillas porque me dolía el coxis, las lumbares y la cadera, le expliqué que tenía que arrastrar los pies y que incluso sentada me dolía toda la zona lumbar y el coxis. Él me explicó que el coxis se desplaza durante el embarazo y que después de un expulsivo tan rápido como el mío es difícil que se recoloque solo, eso implica que sientes todos los síntomas que te he contado pero también síntomas más emocionales/neuronales: mirada vacía, depresión, dificultad para conectar con el bebé, dificultad para sentirte madre.
Una vez que mi coxis volvió a su sitio (estaba a 1cm de distancia) el mismo amigo osteópata me dijo que después de 4 meses ya iba siendo hora de dejarme cuidar y atender mi incontinencia urinaria a través de una fisioterapeuta de suelo pélvico. Y fui, me valoró y me explicó qué ejercicios concretos necesitaba hacer y cómo hacerlos para recuperarme. Un temazo puérpero por excelencia son las hemorroides. Si es tu caso no dudes en tomar el remedio de Medicina Tradicional China: dejar en remojo durante una noche unas semillas de lino y al día siguiente toma la gelatina que habrán desprendido. Pero antes de curarme de este modo las hemorroides (sólo con una toma, por cierto) tenía terror a ir al baño, me daba miedo empujar, me conectaba con el dolor de las contradicciones del parto y tuve que trascenderlo. La fisio del suelo pélvico me contó que es muy frecuente tener miedo de ir de vientre, de apretar, después de un parto.
Un año después se me hace extraño explicarlo e incluso entenderlo, pero es así. Si estás en ese momento tranquila, pasará. Mi madre no pudo darme el pecho, yo siento que aún le sabe mal, que aún le pesa y es una herida para ella. No es la única mujer de su generación que tuvo que dar leche de fórmula creyendo que no tenía leche, que su leche no era suficientemente buena, que no alimentaba al bebé; estoy convencida que les mintieron, que no las acompañaron ni sostuvieron en sus lactancias es un hecho, pero además sus pediatras les mintieron dándoles los argumentos fabricados por las industrias creadoras de leches de fórmula y datos de tablas de crecimiento infantil en los que los bebés no son criados con leche materna sino sobrealimentados con biberón, y además obviando los brotes de crecimiento de los bebés, interpretando que un bebé agitado es un bebé hambriento porque le das la teta y ya no tienes, ya sólo es agua. No, el bebé toma lo que necesita, el pecho produce lo que el bebé necesita, la leche evoluciona a medida que crece para alimentarse según sus necesidades y atendiendo específicamente la necesidad concreta de ese día. Leche para dormir, leche para jugar a las construcciones, leche para andar por toda la casa persiguiendo a la gata, leche para la otitis, leche para gripe.
Los tres primeros meses sale mucha (luego ya se regula), das teta y tu camiseta queda mojada de toda la leche que sale por el otro pecho, no a todas las madres les pasa y no ocurre nada malo si no te ha pasado, pero cuando pasa, que a mí me pasó y sentía vergüenza de manchar hasta que decidí no esconderlo con camisetas oscuras y fulares y mostrarlo orgullosa, incluso empecé a señalarlo para visibilizarlo, sacar a la luz la lactancia y la maternidad real. Después descubri que hay unas conchas recolectoras, así podía usar la leche que salía por el otro pecho para hacerle masajes a Gaia (como si fuera aceite de masaje) o ponersela en el bañare, es muy hidratante.
Yo no estaba preparada para mi puerperio, no estaba preparada para vivir la vulnerabilidad, mirar mis heridas, sentir mi sombra y conectar con el dolor. Durante mi parto sentí tanto poder en mi cuerpo que cuando quise levantarme de la cama, dos horas después de parir, y no pude no me lo podía creer. No tenía fuerza. No me sostenía de pie. No podía caminar. No controlaba mi cuerpo, mis esfínteres, no controlaba nada. Pero una mujer, una mujer gran-diosa, me dijo: "en el puerperio descubrirás tu poder". Y descubrí que había cambiado, que tenía una fuerza distinta a la que había experimentado hasta ese momento, que me sostenía y sostenía de un modo diferente, más salvaje, más mamífero, descubrí que estaba caminando distinto y que caminaría por la vida de otra manera y que el control es una fantasía a liberar para liberarnos. Porque el puerperio pasa pero al pasar lo cambia todo.