Queja Hospital HLA El Ángel de Málaga
Malaga, 18 de Junio de 2020
El pasado 22 de Abril ingresé en el hospital HLA El Ángel de Málaga para dar a luz a mi bebé.
Llegué a paritorio donde había creo recordar que unas 5 o 6 personas: mi ginecólogo, la matrona, el anestesista y dos o tres personas más. Durante la hora que duró mi parto aproximadamente, todo el personal que había allí conmigo se dedicaron a hablar de sus vidas personales y de cómo los maridos de esta y aquella parturienta se habían mareado, caído al suelo y hasta hecho sangre (esto mientras mi pareja estaba sentado en el suelo mareado, poco apropiado e irrespetuoso diría yo). Me pareció muy poco profesional pero intenté no pensar en ello ni escucharles y concentrarme en traer al mundo a mi bebé.
Al llegar estaba ya completamente dilatada por lo que me dijeron que no tenía sentido ponerme la epidural, que en vez de eso me iban a poner una intradural y el anestesista me explicó que era una anestesia local para quitarme el dolor del expulsivo. Una vez puesta la intradural me di cuenta de que eso no quitaba los dolores de las contracciones así que pedí cambiar de postura ya que tumbada el dolor era insoportable, fué ahí cuando me explicaron que las piernas también las tendría dormidas así que no había otra postura posible más que tumbada. En ese momento me di cuenta que no me habian explicado bien lo que era una intradural y que me haría. Durante las 3 primeras contracciones que me vinieron no fui capaz de empujar por el dolor y entonces el ginecólogo le dijo a la matrona “por qué no achuchas un poquillo?”, en ese momento la matrona se puso de rodillas en mi cama a la altura de mi barriga y se disponía a empujar con el codo en mi barriga, le pedí que se bajara y no recuerdo su respuesta pero sí recuerdo que tuve que pedírselo varias veces (3 quizás), ni ella ni el ginecólogo parecían muy contentos con mi decisión.
A los 30 o 40 minutos nació mi hija, el ginecólogo cortó el cordón umbilical al momento y me la pusieron encima durante no más de 5 minutos (no recuerdo cuánto tiempo exactamente) el bebé estaba envuelto en algo como una sábana y yo llevaba la bata de quirófano puesta. Se llevaron al bebé a otra mesa dentro de paritorio para asegurarse de que todo estaba bien y les pedí que por favor me la trajeran en cuanto se pudiera. La señora que estaba con mi bebé en ese momento me preguntó sorprendida que si es que quería hacer piel con piel, le dije que sí y me la pusieron encima mientras alumbraba la placenta y me cosían (no más de 15-20 minutos).
Durante el alumbramiento, el ginecólogo no dejó de apretarme la barriga haciéndome bastante dano, supongo que para que la placenta saliera rápido, al final salió en 10 minutos.
En toda la hora que duró el parto, sentí de que el personal tenía mucha prisa y que, en vez de seguir el ritmo que marcábamos mi bebé, mi cuerpo y yo (que además no fué, repito, más de una hora) nosotros éramos los que estábamos adaptándonos a ellos. A día de hoy, tres semanas después, no ha pasado un día en el que no haya pensado en esta experiencia tan mala y decepcionante. Cuanto más lo pienso, peor me siento. Sigo con la sensación de que se han reído de mí, después de 9 meses esperando ese momento, recibir ese trato no es, desde luego, lo que una espera.
Además del parto en sí, me gustaría mencionar el calor tan horroroso que hacía en paritorio. Entiendo que yo estuviera más acalorada que el resto, pero en mi último parto no recuerdo haber pensado ni por un momento en la temperatura de la habitación ni tampoco mi pareja, que también lo comentó.
Decidí quedarme en el hospital 48 horas y que le hicieran la prueba del talón allí a mi bebé y no puedo estar más arrepentida. Me fue imposible descansar y no por culpa del bebé precisamente. Cada día entraban en mi habitación muchísimas veces, demasiadas: para traerme el desayuno, para traerme las pastillas que iban con el desayuno, para cambiarme las sábanas, para limpiar el suelo, para vaciar las papeleras, el ginecólogo de guardia, el pediatra de guardia, para recogerme el desayuno, para preguntarme qué quería comer al día siguiente, para traerme la comida, para llevársela, para traerme las pastillas que debía tomarme con la merienda, para traerme la merienda, para llevársela, para ver cómo iba, para traerme la cena y para llevársela que yo recuerde ahora mismo. Entiendo que son cosas que hay que hacer, pero algunas podrían quizás agruparse para no molestar a los pacientes cada 50 minutos, sobre todo después de una noche sin dormir con un bebé.
Además de esto, en 3 ocasiones pedí ayuda a la hora de dar el pecho ya que con mi primera hija había tenido una mala experiencia y el pecho me había dolido mucho. Sólo un matrón se tomó la molestia de ver cómo el bebé mamaba y de darme algún consejo, las otras dos personas a las que pedí ayuda (una ginecóloga y un pediatra) se limitaron a decirme que “eso tiene que doler y que ya me acostumbraría”.
Obviamente no hay nada que se pueda hacer ya para recuperar ese momento que debería haber sido tan especial para mi pareja y para mi pero espero que enviar esta queja al hospital El Ángel, a MAPFRE y a El Parto Es Nuestro sirva para que otras mujeres no tengan que experimentar una atención tan pésima y tan poco profesional en un momento como ese, ni tengan que acabar sus partos con una sensación tan triste y desagradable como la que tuve y sigo teniendo yo.
Firmado:
Cristina L.