Relato de aborto, con manejo expectante
Afortunadamente en los últimos años se está visibilizando.
Leí acerca del duelo perinatal, como si fuera un tipo de información que debía conocer a nivel profesional, para acompañar a madres en sus procesos.
Es algo que puede suceder… a las demás, claro.
No me identificaba con esta posibilidad en mi experiencia de maternidad. Ni en el 1er ni en el 2º embarazo.
Estaba en la 1a eco (8 semanas) y yo buscaba en el monitor la estrella latiente de su corazón, tal y como había vivido en mi primer embarazo. No vi movimiento ni forma conocida. La expresión de la ginecóloga de que algo no iba bien me advirtió. Le pregunté si era posible que el latido apareciera más adelante. Con mucha delicadeza y claridad ella me informó que aparentemente no coincidía con el tempo de desarrollo de las 8 semanas y que se observaba una bolsa vacía, o quizás dos bolsas. Vacías. Esta palabra todavía hoy me molesta. Porqué yo me sentía llena, me proyectaba llena de gracia, llena de planes en breve término con nuestro segundo bebé.
Empecé a aceptar esa posibilidad, que se confirmó en 3 días tras detectar que los niveles de hormona hcg ya estaban bajando.
Busqué en la web ‘el parto es nuestro’ y me fue suficiente para elegir el manejo expectante del aborto. Me planteaba un parto natural y pensé que sería lo más parecido. Quería sentirlo y ser consciente de cada paso, tal y como sucedió en el nacimiento de mi primer hijo.
Un mes entero tardé en liberar los tejidos. Necesité paciencia y pedí ayuda con acupuntura, homeopatía y naturopatía para tratar de acelerar el movimiento. También pasé por la angustia de que si no se desencadenaba de forma natural, tendría que pasar por el quirófano y al sentir la sombra amenazante de un legrado me preocupaba.
Me pilló de vacaciones, así que nos planteamos un plan muy tranquilo donde poder descansar todo lo necesario para que, cuando llegara el momento, me pillara con energías para atravesarlo.
Justo a la vuelta de las vacaciones, ya en nuestra casa, por la noche me desperté con dolores de espasmo y pinchazos. Agradecí que fuera de madrugada, mientras mi pareja y mi hijo dormían, así que no tenía que esconderme y podía estar conmigo misma, entregada a las sensaciones.
Estuve gran parte del rato en el baño y haciendo ejercicios de estiramientos para relajar. Venían oleadas de contracciones indoloras, parecidas a cuando la regla avisa que está a punto de salir. Venían y se iban, paseaba por la casa y volvía al baño. Poquito a poco y de manera gradual, cada vez sangraba más cantidad. Después de unas horas mi compañero se despertó y allí es cuando me desmayé unos segundos, sintiendo que él me sostenía. Confirmándome que la experiencia no era solo mía sinó que era algo de los 2.
Tras unas 6 o 7 horas, salió el tejido de mayor tamaño e inmediatamente fue bajando la intensidad. Sentí que ya había pasado.
La curiosidad por ver y tocar los tejidos que mi cuerpo había ido preparando todo ese tiempo, me mantenía enfocada y agradecida. Esos eran los tejidos que durante algo más de un mes visualizaba y sabía que tenía que dejar marchar. Fui guardando parte de esos tejidos desprendidos para después devolverlos a la tierra, junto a una planta especial del jardín familiar.
Desde el inicio leí algo así como que ‘las mujeres tenemos varios embarazos y solamente algunos partos’, algo que a parte de darle más sentido a las estadísticas conocidas del 1 de cada 4.
Sabias mujeres me dieron consejos y uno que quiero destacar fue pedir a las ancestras que cuidaran de esa energía, allá donde ellas estuvieran. De modo que entregué parte de estas emociones a mis abuelas. Ahora ellas se encargaran de ese ser que no llegó a nacer, cuidando desde esa esfera donde yo no llego.