RELATO DE PARTO 24/DICIEMBRE/2019
RELATO DE PARTO 24/DICIEMBRE/2019
#sinepidural
Aquí dejo relatado el maravilloso parto de mi primer hijo Bruno, tanto para mantener vivo el recuerdo como para compartir con la comunidad, así que ¡allá voy!
La elección de hospital
Muy contenta con la matrona del C.S. Goya así como con los profesionales de obstetricia del Hospital Santa Cristina que me llevaron el embarazo, me decidí por no cambiar el Hospital Maternidad Gregorio Marañón que me correspondía de acuerdo a mi domicilio. Una de las razones fue que podría llegar andando (un trayecto de 1,5 km), cuestión que me habían recomendado y que me había propuesto para favorecer el trabajo de parto. La otra principal razón, aunque deseaba que no fuera necesario, es que este hospital cuenta con unidad de neonatos, por lo que no nos quedaría muy lejos de casa si desgraciadamente mi bebé tuviera que quedarse ingresado algunos días (spoiler: no ocurrió).
Las condiciones previas
La FPP de Bruno era el 20/12. En monitores del día 19/12 en el Hospital Santa Cristina, me comentaron si me interesaba que estimulasen con la maniobra de Hamilton. Me había informado previamente en qué consistía y no me pareció agresivo, siempre que se hiciese con cuidado y respeto. Además, hablé con la matrona y me comentó que, por la experiencia de muchas de sus pacientes, esta maniobra era bastante menos dolorosa que la inducción del parto. Por ello, accedí, advirtiendo a la ginecóloga que si notaba molestia le pediría que parase. No me molestó en absoluto, y me citaron para monitores el día 23/12 ya en la Maternidad.
Tras varios días con pocas contracciones y muchos kilómetros de paseo y caprichos alimentarios varios, en monitores del día 23/12 aún estaba muy poco dilatada, así que me concedieron la cita de inducción al parto para el 28/12. Además, la ginecóloga de nuevo me ofreció hacer la maniobra de Hamilton, accedí, y nuevamente no me resultó molesto ni doloroso.
El parto (40+3)
Siendo el 24/12 día festivo, estábamos en el sofá viendo una película a las 12:30 y empecé a notar contracciones. Como llevaba varios días con contracciones pero sin que se regularizasen ni intensificasen, no le di mayor importancia. Como continuaron, comencé a anotar cuándo aparecían y su duración a partir de la 1:30. Comenzaron cada 8 minutos aproximadamente y de duración entre 25 y 40 s (hasta las 3:00), continuaron cada 5 minutos y de duración igual (hasta las 4:10) y en la recta final tenían una cadencia de 2-3 minutos y duración de 30 a 50 s hasta las 5:46. He de decir que las primeras las pasé viendo una película en la pelota de pilates y caminando por el salón, y ya en las últimas estaba caminando por toda la casa, terminando de recoger las cosas del hospital y pensando en ducharme con agua calentita. Como decía, a las seis menos cuarto, me metí a la ducha (rápida, nos habíamos retrasado bastante) y después de vestirme y estar preparados para salir, rompí aguas. Eran aproximadamente las 6:00. Volví a limpiarme y a cambiarme de ropa, y salimos de casa a las 6:15 aproximadamente.
Como habíamos acordado, decidimos ir caminando hasta el hospital, todo el trayecto que pudiera, parando un taxi si fuera necesario (una de las ventajas de vivir en Madrid, todo hay que decirlo). Había comentado que el hospital estaba a 1,5 km más o menos, pues cuando llevábamos un kilómetro, las contracciones eran bastante fuertes y me empezaron a temblar un poco las piernas, así que decidimos parar un taxi para el último tramo del trayecto. Siempre estaré agradecida al taxista que nos paró, nos llevó ese último tramo en que las contracciones eran más dolorosas y que además en un gesto de generosidad no nos cobró la carrera diciendo: “¡Qué vaya todo bien pareja!”.
En Admisión me tomaron los datos, y en seguida pasé al triage, debían ser las 6:45 aproximadamente. La matrona que me exploró me dijo que estaba de 5 cm y que efectivamente estaba de parto (añadiendo: de las pocas primerizas que realmente viene de parto, jeje) y me pasó a monitores y a ponerme la vía para ingresar.
A las 7:00 estaba ingresando en el paritorio, y allí conocí a la matrona que me atendió durante el parto. Se presentó y me comentó que ella comenzaría con nosotros, pero que su turno acababa a las 9:00, por lo que probablemente continuaríamos con alguna compañera y no llegaría a conocer a nuestro pequeño. Me preguntó cómo estaba, qué tenía pensado para el parto, si quería tumbarme o seguir moviéndome, si quería una pelota de pilates o si tenía alguna otra petición, además de preguntarme si iba a solicitar anestesia epidural para ir preparando lo que necesitaba y avisando al anestesista de turno, todo ello con una dulzura excepcional, ayudándome a respirar durante las contracciones. Yo de momento las estaba pasando de pie, apoyada en la cama, moviendo ampliamente la cadera y respirando. Me decido por solicitar la epidural porque no sé cuánto se incrementará el dolor de las contracciones, pero ya son bastante dolorosas y no sé cuánto tiempo de parto me queda.
En lo que se fue a solicitar la anestesia y volvió a preparar sus cosas, yo comencé a sentir además de las contracciones, una presión grandísima y muchas ganas de empujar, me pareció y perdón por la comparación, como cuando tienes ganas irresistibles de hacer caca. Le pregunté si era normal y si tenía que empujar o aguantar las ganas. Ella, de muy buenas maneras, me dijo: “Te acaban de explorar, pero si quieres miro cómo vas”. Accedí, me exploró con la mínima molestia posible y me dijo: “Pues llevas razón, ya estás completamente dilatada, así que me temo que no va a haber tiempo para la anestesia, ¿cómo te gustaría colocarte para el expulsivo? Yo ya me quedo contigo aquí”. Una mezcla de sentimientos se apoderó de mí; por una parte el miedo al dolor ante la incertidumbre de cuánto tiempo duraría el expulsivo, y por otra parte la alegría y seguridad de que iba a ser una experiencia inolvidable el sentir cómo mi pequeño nacía.
Decidí tumbarme en la cama, con la espalda bastante incorporada, y con las piernas flexionadas sobre la cama, sin los reposapiernas. La verdad es que no miré qué hora era en ese momento, debían ser las 7:10 como máximo. Con cada contracción, empujaba con todas mis fuerzas y la matrona me iba contando el avance de la cabecita de Bruno, y me decía que lo estaba haciendo genial. Me dijo que mi bebé era súper rubio y que si lo quería tocar, pero yo estaba súper concentrada y no quería moverme, estaba con una mano agarrada al cabecero de la cama para ayudarme a empujar y con la otra agarrada a mi novio, y estaba muy concentrada escuchando mi cuerpo, cómo comenzaba cada contracción para aprovecharla todo lo posible, empujando y notando a Bruno pasar cada vez más adelante y volviendo un poquitín hacia atrás. Le pregunté si eso era normal y me dijo que sí, que era de lo más normal y que estaba haciéndolo genial. Tras algunas contracciones, que a mí no me parecieron más de 5 o 6, me dijo: “Ya casi está, escucha a tu cuerpo y empuja todo lo que puedas en las próximas contracciones, tú puedes hacerlo mami”. La contracción con la que salió la cabeza, a pesar de que sí sufrí un desgarro (no muy grande), la esperaba más dolorosa y esperaba como me habían dicho en la preparación al parto el anillo de fuego y que me pedirían que soplase para que se distendiese el perineo. No fue necesario, creo que porque mi cuerpo sabía lo que hacía y la matrona confiaba plenamente en mí, no intentó guiarme más allá de darme ánimo en cada contracción y explicarme los planos que estaba atravesando Bruno para llegar al mundo. Tras la cabecita, la salida del cuerpo fue una contracción más, y ya muy poco dolorosa, o me lo pareció por la emoción que ya sentía por tener a mi pequeño por fin conmigo. Bruno nació a las 7:50.
Me lo pusieron en el pecho para hacer el piel con piel, y mi novio y yo no nos lo podíamos creer, había nacido un pequeño rubito precioso. Aunque yo le había comentado a la matrona según entramos en el paritorio que quería donar la sangre del cordón, no pudimos rellenar los papeles por lo rápido que se desarrolló el parto, así que esperamos a que dejase de latir el cordón y le ofrecieron cortarlo a mi novio, que no quiso, y lo cortó ella. Al ratito, alumbré la placenta (casi sin enterarme, sólo noté algo inesperadamente calentito, pero estaba concentrada observando al bebé), y aunque me ofrecieron verla no quise.
La matrona me informó entonces que había tenido un desgarro, que aunque no era muy grande, iba a coser con mucho mimo y anestesia local. Me dijo que iba a notar los pinchazos de la anestesia, y los noté levemente. Comenzó a coser despacito, y cuando iba a coser piel me avisaba porque iba a notar el pinchazo y un poquito de escozor. Yo aquí había ya perdido la noción del tiempo, pero debió tardar unos 30 minutos, creo que me dijo tres puntos por dentro y dos puntos por fuera. Cuando acabó, nos despedimos de la matrona que me dijo que se marchaba feliz por haber asistido un parto tan bonito, y le agradecí enormemente sus cuidados y dedicación súper respetuosa en todo momento.
Mientras nosotros estábamos haciendo piel con piel, y aunque Bruno no se agarró al pecho (llevábamos como 1h desde el parto), llegó la matrona entrante y nos dijo que tenían que liberar el paritorio así que vino la parte que me pareció más complicada. Me pidió que fuese al baño a hacer pis y mientras el padre y Bruno hicieron todo lo que les solicitaron las auxiliares (pesarlo, ponerle la pomada en los ojitos, poner la huella). Al ratito de estar en el baño, vino la matrona y le dije que era imposible hacer pis y me dijo que tenía que hacerlo. Nos marchamos a planta y allí comenzó nuestra historia juntos.
Quiero agradecer a mi novio por acompañarme, masajearme e incluso tratar de hacerme reír en este momento tan especial para los dos, y a la matrona que me atendió tan cariñosamente al final de su turno. También a mi amiga Beatriz por compartir, insisto, respetuosamente, lo que ella ha ido averiguando durante sus dos embarazos, partos y maternidad, sus libros, sus frases de empoderamiento y su diario.