Relato de parto de Esther, un poema
RELATO DE PARTO
En cada paso
el peso.
Toda la fuerza
para levantar
los millones
de células
que me dan forma
y que para entonces
gestaban dos vidas
adentro mío.
Decidí hacer caso
a las recomendaciones preparto
y salir a caminar.
Mis pies moviéndose
escondidos
bajo mi enorme barriga
y no consigo verlos.
Se hace difícil
desplazarme
unos pocos
cientos de metros.
El mundano objetivo
de sacar dinero
de un cajero automático
me toma entonces
casi la tarde entera.
Me siento extraña.
Vemos una peli
los dioses deben estar locos
me duermo
y al rato me despierta
un calor muy húmedo
un río se desborda
bajando por mis piernas.
Recuerdo las clases
los consejos, las historias
cruzo un par de ideas
y estoy totalmente segura
¡se rompió la bolsa!
De modo que así
es como ocurriría.
Así es como emerge
esta mujer madre
saliendo de un pantano.
Me preguntas si estoy segura
te asustas
y te calmas
pones a sonar mis queridas voces de Brasil
y en ellas me sumerjo.
Hay que recordarlo todo
comprobar que las aguas son claras
asegurarse de que todo está a punto
asegurarse de no perder la calma
y llamar a la comadrona.
Son las 3 de la mañana
un miércoles de enero
y yo ruego
por que el gran hombre
considere que a estas alturas de mi embarazo
mis hijas estarán preparadas para nacer
sin que el pánico las rodee.
Ruego por no tener
que caer en manos
de aquella bata blanca
con ojos azules
y hierros en los dientes
que me había engañado
que siempre quiso asustarme.
Ellas llevan 37 semanas creciendo en mi barriga
y se esperan a salir
para nacer a su antojo.
El tiempo transcurre
y aparece una sensación
desconocida
pero inequívoca.
Estos
son los dolores de parto.
Fluyo
sin resistirme
en una corriente eléctrica
expansiva
que me visita
en una intensidad punzante
y se desintegra
en un instante grato
de apacible descanso.
Es más intensa
y es más punzante.
Viene y me invade
se va y me suelto.
Me reconforta
saberme animal
cuerpo de mamífera
que conoce
donde la cabeza
se rinde al misterio.
Más intenso
y más punzante.
Suerte lo mamífera.
Suerte lo animal.
La carretera
más ajena que nunca.
Imposible desprenderme
de mí misma.
Mi pelvis se está abriendo
es esa
mi intensidad punzante.
Seguir fluyendo
dilatarme
ahora en una habitación impersonal
de medio lado
y con una mano presionando
la base de mi columna
y la mirada puesta
en el infinito
viendo a través
del rincón de una ventana.
Han pasado 8 horas
y he trabajado tanto.
Estoy completamente abierta
la intensidad punzante se torna explosiva.
Ellas van a salir.
En cada paso
el peso.
Este cuerpo explotando
camina
a una sala pintada de azul
con la luz del día
entrando por la ventana.
Lo intento arrodillada
las manos se aferran
a una barra metálica
que sostenga mi fuerza
pero no he dormido
tengo hambre
y estoy agotada
las piernas me tiemblan.
Me tumbo
y busco la manera.
Ahora, aprovecha la explosión
que no se escape
aprovecha y empuja.
No sé cómo se empuja.
Mi cabeza aparece
se pregunta y no responde.
Antes
que el miedo aparezca
el cuerpo electrizado
me atrapa en su corriente
y los músculos mamíferos
se contraen
y se relajan
a criterio propio.
Ilona
empuja su cabeza
contra mis huesos desplazados.
No se conforma
y se retuerce empujando.
Baja
el aire se insinúa allá afuera.
Nuestros cuerpos
acompasados
siguiendo el mandato
de la vida
en su estado más salvaje.
Toda mi fuerza
siguiendo
su estremecer indomable.
El estallido vital
de su pequeño cuerpo
me arde
abrasa.
Mi piel distendida
se quema
y una esponja con agua
de la mujer sabia
me salva
del rapto incendiario.
Es tiempo, Ilona.
El mundo
y tu vida
fuera de mi
empiezan ahora.
Un último estremecer conjunto
y el más profundo abrazo
de tu cuerpo naciente
entre mis piernas.
Nos despedimos
para poder encontrarnos
cuerpo
a cuerpo.
Te veo.
Quiero abrazarte
pero no llegas hasta mi pecho
es corto el cordón que nos une
aún late
y no siento nada
es extraño
pero no siento nada
cuando unos segundos después
deja de latir
y papá lo corta.
Te beso y te abrazo
sin pausa.
Las oleadas eléctricas
me sumergen de nuevo.
Los brazos de papá te arropan
y comprueban
que eres un ser
sano y completo.
Ruego por que África
no decida dar media vuelta
que no venga a dormirme
el acechante hombre de las drogas
y no tengan que rajarme.
De nuevo el líquido
de la bolsa
que brota como una fuente
y tu estremecer que arremete.
África, mi pequeño continente
decidiste nacer
nacer por tu cuenta
y salir de cabeza.
Parecemos conocer el camino
y sólo 7 minutos
te toma bajar
y quemar mi piel
atravesar la boca quemante
y salir de mí
hacia la vida.
Vienes con el cordón en el cuello.
El tuyo es largo
y no te ahoga.
El gran hombre te recibe
te desenreda
no siento nada
tampoco
cuando papá corta
el cordón que te alimentaba hasta ahora.
Nos saludamos
en nuestro íntimo
desconocernos.
Papá te abraza
estás sana y estás entera
y antes de que a alguien
se le ocurra pincharme oxitocina
para mi última contracción
esa placenta compartida
aparece de un salto
y gelatinosa se escurre.
Ya todas están fuera.
Mi cuerpo silencioso
emprende el viaje de vuelta
para volverme a encontrar.
Esther Pardo Herrero