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Relato IVE
Estaba en mi semana 18 del embarazo que iba a ser mi bebé arcoíris. Había tenido una perdida temprana en la semana 10 en la anterior gestación. Soy diabética por lo que la eco morfológica se me hace algo antes de las 20 semanas. Es en esta eco cuando nos diagnostican una posible malformación cardiaca sin muchas posibilidades. El trato es correcto y muy humano pero pasan por la información de puntillas.
Nos derivan a otro hospital para una segunda opinión y para que sean expertos quien lo diagnostique con certeza. Durante la ecografía de diagnóstico el médico que me realiza la ecografía me hace pensar que es culpa mía por mis antecedentes (obesidad, diabética, ...). Tras un trato excesivamente frio por su parte se nos informa de las opciones y de que, en cualquier caso o si necesitamos más información, ellos nos acompañan en el proceso. Las oportunidades son escasas por lo que nos comunican que, en caso de que la opción sea IVE tiene que ser con nuestro Hospital de referencia pero sin decirnos cómo hacerlo.
Una vez tomada la decisión, y sin más información, nos dirigimos a nuestro hospital. Damos varias vueltas por los servicios de información y la Trabajadora Social para terminar, como habíamos solicitado desde un principio, en el Servicio de Ginecología. Nos dicen que el proceso, al haber latido, no lo realizan allí y nos facilitan un número de teléfono para llamar. Siento la impotencia de la ginecóloga que me lo comunica.
En ningún momento se me dice a donde estoy llamando. Explicamos el caso y nos facilitan tres Clínicas (las tres privadas) para que las miremos y decidamos donde queremos llevar a cabo el proceso. Primer momento en el que el sentimiento más fácilmente reconocible es la clandestinidad y el abandono. Yo quisiera hacerlo en mi hospital, cerca de mi casa, con las ginecólogas que conocen mi historial, no hay opción.
Me facilitan un día, una hora y un lugar en el centro de Madrid al que tengo que acudir en ayunas. En esta llamada insisto en que soy diabética y me dicen que me dan el primer turno y avisan a la clínica para que todo sea lo más rápido posible. Cuando llego a dicha dirección veo que es la Consejería de Sanidad y que esto es como un paso previo para ver que todo está correcto y que puedo acceder al proceso de IVE. Opino que este paso no es necesario y además estigmatiza aún más. Por nuestras caras se reconocía, perfectamente, quienes éramos las que estábamos allí para lo mismo. Solo yo tenía una señora barriga!
Cuando llego al centro tengo, en todo momento, la sensación de clandestinidad y de que quieren que todo sea rápido para “quitárselo de en medio”. No es por nada que hagan o digan de manera concreta. Más bien es porque es una clínica vieja, en la que te meten por pasillos estrechos para hacerte ecos y firmar documentación con la misma sensación fría de quién está firmando para algo que no debería hacerse. El personal es agradable pero se nota que, el paso del tiempo, les ha permitido una distancia profesional que termina traduciéndose en un “si yo hago esto todos los días, fíate de mí y déjate hacer” y en muchos casos acompañado de una mirada o un gesto que indica un “qué tú no sabes!”.
Pido, expresamente, ver la ecografía y me miran con cara de loca. Indico que lo necesito y me la muestran durante un segundo. Comento la posibilidad de ver a mi hijo, aunque sea sin vida, a lo que me responden, de nuevo con cara de pensar que estoy loca, que esto no es un parto y que me deje hacer, que ellos saben. En este momento me siento absolutamente sola e indefensa (mi pareja, que me acompaña en todo momento, piensa diferente a mí respecto a mi necesidad de ver a mi hijo). Siento que no tengo más ganas de luchar por nada porque la respuesta va a seguir siendo la misma “tú no sabes, nosotros sí!”.
Me llevan a una habitación. La sensación de clandestinidad se acentúa pues, tras pasar unas puertas, no nos cruzamos con una sola persona en ningún momento. Todo son puertas cerradas y puertas que se vuelven a cerrar tras de ti con cierta celeridad. Se oye hablar al personal por los pasillos, hablan portugués, ruso... tengo la sensación de no estar siquiera en Madrid.
Una vez terminado el “procedimiento” en el que te duermen por completo y que en mi caso fue por aspiración y legrado, te mandan a casa. Te dan una medicación para cortar el proceso de subida de la leche pero no te explican que efectos tiene ni que puede, como fue mi caso, causarte un efecto rebote y con él una mastitis.
Escribo esto porque me gustaría que llegase a quien corresponda para que se revisen todo este tipo de protocolos que dependen no solo de cada Comunidad si no del propio protocolo interno de cada Hospital.
Considero el trato recibido como un proceso en el que no se ha tenido en cuenta mis necesidades psicológicas, se me ha infantilizado por parte de algunos de los profesionales con los que he tratado y en el que me he sentido, en todo momento, como que tenía la culpa de lo que me estaba pasando y que por eso debía ser escondido a ojos de la sociedad.
A día de hoy no sé qué fue de los restos de mi hijo porque en ningún momento se me comunicó que se iba a hacer con ellos. A día de hoy sigo sintiendo escalofríos cuando recuerdo el proceso, la clínica y el trayecto en coche hasta la misma. A día de hoy sigo viendo las caras de la gente que esperaba conmigo en la sala de espera de la Consejería. A día de hoy sigo viendo importante fallos en cómo se tratan estos procesos. Han pasado 16 meses y, a día de hoy, y con mi nuevo bebé en brazos aún recuerdo todas las cosas que debieron ser y no fueron y las heridas que nunca podrán sanar y solo deseo que ninguna madre o padre tenga que vivir esas experiencias.
A día de hoy, 15 de octubre, día internacional de la pérdida perinatal/gestacional creo que lo más importante en esta lucha es visibilizar para concienciar.
Gracias por la oportunidad de relatarlo.