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Relato parto Lara

Relato parto Lara, 20 de mayo de 2018

A Pilar y Raquel, mis abuelas. Y especialmente a Neus, la madre que me parió. Porque ahora que sé lo que es traer una vida al mundo, las admiro más que nunca.

El embarazo de Lara fue fantástico; me atrevería a decir que nunca me he sentido mejor anímica y físicamente; me encontré siempre bien, el dolor de lumbares que a menudo tenía desapareció, no me engordé mucho a pesar de que comía lo que quería, no tuve vómitos ni mareos y pude hacer yoga y piscina hasta el último momento. ¡La experiencia del embarazo fue maravillosa!

Mi proceso de parto, aunque ya hacía días que mi cuerpo se estaba preparando y tenía pinchazos en la pelvis, se puede decir que empezó el miércoles 16 de mayo por la noche, cuando tuve las primeras contracciones no dolorosas. Eran como un dolor de regla intenso pero muy soportable. Durante la noche y durante la mañana siguiente no tuve contracciones, pero sí otra vez el jueves al atardecer. Pasé buena noche y el viernes al mediodía se reanudaron, ésta vez más seguidas, pero seguían sin ser dolorosas. Como sabía que podía estar así días, me mentalicé y apliqué lo que me habían dicho muchas veces: "hay que hacer vida normal hasta el final, cuando los contracciones son dolorosas y continuadas". Así pues, el viernes fuimos a casa de mi madre para celebrar a los 25 años de Pau, mi hermano. Allí nadie se dio cuenta de nada y pasamos una tarde muy bonita. Por la noche las contracciones siguieron, ya no dormí tan bien; me iba despertando, estaba incómoda. El sábado siguieron, pero seguí haciendo vida normal y Dani (mi marido) y yo fuimos a comer a casa de unos amigos. Entonces sí que les dijimos que tenía contracciones no dolorosas, ya que yo tenía que parar de hacer lo que estaba haciendo cuando venía una. Después de comer, con Dani decidimos hacer un paseo por Gràcia, para caminar un poco y probar si esto aceleraba las contracciones. Nos encontramos a mi madre con una amiga y tuvimos poca conversación; una vez pasado el parto le expliqué que ya tenía contracciones no dolorosas y no quería que ella me lo notara. Ella me dijo que su amiga había sido abuela de una niña muy prematura y no me lo quería explicar para no preocuparme. Así que ninguna de las dos tenía ganas de charlar mucho...

Al atardecer las contracciones comenzaron a ser dolorosas y prácticamente no dormí en toda la noche; al principio eran muy espaciadas pero a medida que fueron pasando las horas el tiempo entre contracción y contracción se fue reduciendo. Pasé la noche probando posiciones con el balón de Pilates, caminando por casa, tumbada intentando descansar... Dani estuvo despierto buena parte de la noche aunque dormía a ratos. Sobre las 6 de la mañana las contracciones eran más seguidas y comenzó a contar los minutos entre ellas. Hacia las 7, Dani me propuso que llamáramos a Bernat (un amigo que hacía días que estaba de "guardia" por si nos tenía que llevar al hospital) y también a Sylvaine (una amiga que había acompañado partos años atrás) para que valorara como estaba. Las contracciones eran cada 2, 3, 5, 7 minutos... No eran regulares pero ya eran de parto. Cuando llegó Sylvaine, decidimos ir al Hospital Sant Joan de Dèu. Aunque el viaje en coche fue incómodo, no se hizo demasiado largo ni insoportable. Lo que sí recuerdo es que me molestaba muchísimo la luz y no quería que me viera nadie; ya estaba entrando al "planeta parto" y salir de él no me gustaba nada.

En urgencias nos recibió una comadrona muy amable, que me hizo un tacto vaginal; estaba dilatada de 3 centímetros. Este dato no me gustó mucho, había pasado toda la noche con dolores y mi sensación era que ya estaba bastante cansada. ¡Y "sólo" estaba de 3 centímetros! Nos ofrecieron seguir dilatando en una habitación de planta, pero como preveíamos que todavía me quedaba un buen rato, preferí volver a casa y seguir allí el trabajo de parto. El hospital me parecía un lugar más bien hostil y poco acogedor para vivir este proceso tan íntimo.

Una vez en casa me costó volver a centrarme en las contracciones. No sabría muy bien cómo explicarlo, pero tenía la sensación de que el viaje al hospital, la exploración, etc., me habían hecho desconectar del proceso que estaba viviendo y me costó un poco volver a conectar. Al fin y al cabo había estado fuera de casa más de una hora, con luz, gente, hablando con la comadrona, que si el coche... Así que esta desconexión era normal.


Bernat y Sylvaine se quedaron en casa. Con las persianas bajadas y todos hablando muy bajito, yo estaba con Dani caminando por el pasillo. De este rato recuerdo tener la sensación de estar muy cansada y en algún momento intentar tumbarme en el sofá para descansar, pero en cuanto venía una contracción tenía que levantarme, así que al cabo de un par de intentos entendí que por mucho que yo quisiera dormir, mi cuerpo trabajaba solo, así que lo mejor que podía hacer era facilitarle las cosas. Como las contracciones se aceleraron y se fueron haciendo más dolorosas, empecé a notar un dolor muy intenso en el sacro; iba repitiendo continuamente: "¡Me duele mucho el culo! ¡Me duele mucho el culo! ". Íbamos probando diferentes posiciones hasta que encontré la que me iba mejor para pasar las contracciones: agachada, colgada de Dani mientras Sylvaine me presionaba el sacro con la mano. Así, ayudándome con la respiración y en algún momento cambiando de posición, estuve hasta las 3 de la tarde, cuando las contracciones ya eran muy seguidas y decidimos volver al hospital.

Una vez allí, me volvieron a hacer un tacto y me volvieron a dar una noticia que no encajé muy bien: estaba de 6 centímetros. Entre el viaje en coche (esta vez había sido más duro aguantar las contracciones) y la entrada al hospital, volvía a estar más conectada al mundo, lo que me permitió calcular que estaba dilatando 1 centímetro cada dos horas. Mi previsión, pues, era que todavía me quedaba un buen rato. De todos modos, como estaba de 6 centímetros, ya podía entrar en la sala de partos. Pedimos que entrara Sylvaine con nosotros para poder seguir haciendo las posiciones que estábamos haciendo hasta entonces y que me iban tan bien; ¡los tres hacíamos un gran equipo! La sala de partos naturales con la bañera estaba ocupada, así que fui a otra sala que también estaba muy bien: con pelota, silla de partos, ducha, telas colgadas del techo, luz apagada... el ambiente era el adecuado, el acompañamiento inmejorable y las comadronas muy respetuosas.

Estuve un buen rato haciendo trabajo de parto, hasta que en un momento dado, sentada en la silla de partos, las comadronas me dijeron que se veía la cabeza de la niña. Empecé a empujar en cada contracción, ayudándome de las telas para hacer fuerza. Ellas, con un espejo y la linterna del móvil, iban mirando si avanzaba. Pero los minutos pasaban y al cabo de una hora y media aproximadamente estaba igual; la cabeza no salía, yo estaba muy cansada y empecé a percibir preocupación en el ambiente. Me empezaron a monitorizar (para valorar el bienestar fetal) más a menudo, las comadronas tenían cara de preocupadas... Finalmente, una de ellas me propuso volver a hacer un tacto para saber si realmente la cabeza estaba en el canal de parto o aún no había dilatado por completo. Así fue. Aunque esto era lo mejor para la niña y para mí (sino seguramente habrían tenido que "ayudarme" con instrumentalización y se habría complicado...), yo me lo tomé fatal; después de más de una hora y media haciendo fuerza (y por tanto gastando energía), pensando de que ya salía la cabeza y que pronto tendría mi hija en brazos, me decían aun tenía que acabar el proceso de dilatación y pasar por todo el expulsivo. Fue un golpe duro y entré en un estado de negatividad considerable: me quejaba constantemente, decía que no podía más, que estaba agotada. Pensé que quería que me la sacaran como fuera, incluso en un momento de desesperación le dije a Dani "¡Que me pinchen la epidural!", a lo que él me respondió: "¡La epidural no saca bebés!". Tenía razón, así que ni le respondí. También recuerdo escuchar en una sala de partos próxima, un grupo de gente diciendo "¡Ya está aquí, ya está aquí!". Sentí envidia porque había una mujer que ya tenía su bebé con ella y a mí todavía me quedaba...

Estuve un buen rato con una actitud negativa, por lo que recuerda Dani, casi una hora. Lo que yo no sabía (se ve que me lo dijeron pero yo no lo oí), era que en el momento del tacto estaba de 9 centímetros, y que por tanto me quedaba poco para entrar en el expulsivo. Y así fue; al cabo de un rato empecé a sentir unas ganas imperiosas de empujar. Sentía una presión muy fuerte en la pelvis y la vagina, una sensación de apertura muy intensa. Tenía que hacer fuerza a toda costa, tenía la cabeza que bajaba y la tenía que ayudar. Los gemidos que había hecho hasta entonces no tenían nada que ver con los que hice durante el expulsivo, que eran mucho más fuertes e intensos. Así fue como comadronas y acompañantes supieron que estaba en expulsivo. Era evidente que algo había cambiado. De pie y colgándome de Dani en cada contracción, saqué media cabeza. Hubo un momento en el que las piernas me empezaron fallar y no me podía aguantar derecha. Me dijeron que caminara hasta la silla de partos, pero con media cabeza fuera, yo tenía la sensación de que no me podía mover. Finalmente, Sylvaine y la comadrona movieron la silla de partos y luego me colocaron en ella. Allí, con la ayuda de las telas, seguí empujando hasta que saqué toda la cabeza y finalmente, con una única contracción, el cuerpo.

Una sensación de alivio, de felicidad, de fuerza, de emoción y de ilusión me invadió; a las 20:50h de aquel 20 de mayo, después de aproximadamente 24 horas desde que todo había empezado, ya tenía mi pequeña conmigo, con nosotros, mojada y llena de sangre, menuda y encogida. Me la colocaron inmediatamente encima del pecho para poder hacer el piel con piel. Me trasladaron a la camilla y allí la pudimos estar observando con Dani, emocionados y disfrutando de ese momento tan mágico.

Dani cortó el cordón umbilical cuando dejó de latir. En cuanto a la placenta, como al cabo de una hora no había salido (el plan de parto habíamos pedido que no se me administrara oxitocina sintética para expulsarla) y siguiendo el protocolo del hospital, una ginecóloga me hizo un masaje en la barriga y automáticamente salió. Luego, con mucho cuidado, la comadrona me cosió dos puntos dentro de la vagina y otros dos en la parte del periné. Al cabo de un rato (en total, dos horas más tarde del nacimiento de la Lara), pudimos subir a planta y me comí un puré de verduras típico de hospital que en aquel momento me pareció el más bueno del mundo. Teniendo en cuenta que desde que todo había comenzado sólo había comido algún arándano, era comprensible: ¡estaba muerta de hambre!

Y entonces, ya de noche y con la Lara abrazada a mí, fui consciente de que ya era madre.

Ya éramos tres, desde ese momento y para siempre; aquella cosita tan pequeña había llegado a nuestras vidas para quedarse y hacernos inmensamente felices.

*El parto de la Lara fue como fue gracias al apoyo y el acompañamiento de mucha gente. Especialmente, me gustaría agradecerles la implicación:

A Dona Llum (Associació Catalana per un Part Respectat) y El Parto es Nuestro, por su trabajo incansable y necesario.

A las cuatro matronas (desgraciadamente sólo recuerdo el nombre de una de ellas, Alba), que nos trataron con mucho cariño, respeto y profesionalidad.

A Bernat, por todas las noches que tuvo que dormir con el móvil con ruido por si le llamábamos para ir al hospital. Por su prudencia, paciencia y presencia, y por ser el mejor chofer que podía tener.


A Sylvaine, por su acompañamiento incansable, por estar ahí y por sus constantes "¡Lo estás haciendo muy bien, mi niña!", que me ayudaban tanto.

A mi hija Lara, para ponérmelo fácil desde el primer momento y dejarme vivir el embarazo, el parto y ahora la crianza como la experiencia más plena de mi vida. Porque por ella y con ella, soy capaz de todo.

A Dani, el amor de mi vida, por su paciencia, constancia y cariño infinito. Porque una vez más me ha demostrado que no puedo tener un mejor compañero de viaje. ¡Y porque es el mejor padre del mundo!

*Como aspectos a destacar, en el plan de parto del Hospital Sant Joan de Déu especificamos que:

- No quería que se me pusiera vía intravenosa.

- No quería que nadie me ofreciera la epidural en ningún momento. Si yo consideraba que la necesitaba, sería yo quien la pidiera.

- No quería la administración de oxitocina sintética para expulsar la placenta.

- Exceptuando necesidad de atención urgente, no quería que hubiera más de dos profesionales sanitarios en la sala de partos, incluyendo el personal en formación.

- Quería que el monitoreo del latido fetal fuera intermitente.

- Quería que el cordón umbilical se cortase cuando dejara de latir.