Violencia obstétrica en Madrid
El embarazo fue con bastante normalidad. Esa tarde como otra cualquiera salí a andar. Pasada la cena y visto que las molestias no cesaban bajamos a un conocido hospital de Madrid. Tras más de una hora allí esperando al mínimo de dilatación (teniendo contracciones cada menos de un minuto) por fin ingreso.
Todo aparentemente normal salvo una epidural que hizo efecto escasos 30 minutos. Bueno, no pasa nada.
Tengo necesidad de pujar pues adelante…
Tras varios intentos “es que la niña tiene la mano en la cara, no consigo quitarla” …. “Es que asoma un poco y vuelve a entrar” …. “Lo siento tiene que salir ya”
En ese momento 5 mujeres dentro de la habitación, apartan al padre y la más grande de todas se sube encima y comienza a apretar con su codo.
Horror.
Sucedió hace poco más de dos años y lo que entonces pensaba que era normal a pesar del dolor espantoso que me estaban causando ahora sé que no debía ser así.
“Lo siento” me decía la chica y literalmente le dije que me estaba destrozando.
Recuerdo tristemente que entonces creía que estaba agotada y me dormía a cada apretón. No era así. Me bloqueé, solo deseaba que aquello terminara ya y ahora sé que era tal el dolor que mi mente decidía desconectar a cada empujón.
Cuando por fin la niña salió “te voy a dar unos puntos para la episiotomia” “ah! Que me habéis cortado? No sabía”
Sigo sin saber en que momento ocurrió eso…
Hasta aquí el momento del parto.
Un postparto bastante doloroso física y psicológicamente.
Cuando la niña tiene dos meses vemos que el movimiento de su brazo derecho (cuando lo mueve) es bastante descontrolado, que si quiere levantarlo para coger algo con su manita izquierda cogía la derecha y la acompañaba a cogerlo. Recuerdo amargamente un día que sonó una canción de Julio Iglesias y la grabamos en vídeo riéndonos y se lo mandamos a la familia porque su mano derecha estaba sobre la tripa y parecía imitar al cantante.
Decidimos ver qué estaba pasando, algo no iba bien y en enero del 2020 vamos a un fisioterapeuta y osteópata infantil. Tras evaluarla nos habla de un posible estiramiento del plexo braquial en el parto, una parálisis braquial obstetrica leve donde el nervio sufrió hipoxia (falta de oxígeno) y estaba como adormecido.
Llegar a uno de los expertos de plexo braquial (los cuales hay 5 en España) fue una odisea, hacerlo a tiempo a través del sistema público de salud fue imposible.
Acudimos a varios médicos a través de seguro privado y todos indicaban lo mismo, pero la pediatra del centro de salud público se limitó a preguntarme si se me había caído el bebé cogiéndola del brazo para evitar que diera en el suelo o si lo hizo el padre. Que si había acudido por el seguro que hacía allí.
3 días antes del confinamiento conseguimos llegar a uno de los expertos costeándolo con nuestros bolsillos para asegurarnos del alcance de la lesión.
Por suerte tras dos años de fisioterapia y terapia ocupacional (costeada por nosotros claro) la niña va muy bien, pero lo que he llorado ante la duda de no saber si podría aplaudir o abrazar no me lo quita nadie.
Añadido a esto tengo una fractura en el apófisis del esternón que a día de hoy sigue doliendo pero es el menor mal la verdad.
Me duele enormemente pensar en que se jugó con mi desconocimiento provocando una lesión en un bebé sano cuya rehabilitación me ha costado miles de euros en estos años (y lo que queda).