En el mío había más de 15 personas. Dejé de contar cuando llegué a esa cifra. Era gemelar, es cierto, pero los tres ginecólogos, matrón (el que me hizo la Kristeller) y matrona y dos equipos de pediatras sólo sirvieron para que casi muriéramos los tres y para provocarme un desgarro brutal. Todo por no dejarme llegar a término e inducir el parto. Nunca sabré qué hubiera sucedido de haberme negado a toda esa medicalización y que mi cuerpo y mis niños decidieran que había llegado el momento de que nacieran.