Como madre que ha sufrido el nacimiento traumático de un hijo, he de decir que el recuerdo más amargo que tengo no es el del dolor. El de la ausencia en el momento de su nacimiento (anestesia general), ni siquiera los sueños rotos de un parto que no fue. El dolor más terrible fueron las horas que tardé en conocer a mi hijo. La separación durante días, la imposibilidad de tocar, oler, besar y abrazar a mi propio hijo. Tener que salir del hospital dejando tras de mi a ese ser que hasta hacía 3 días era un trocito de mi. No volví a permitir que me separaran de mis bebes. Cada fibra de mi cuerpo gritaba por esa separación.
Como madre que ha sufrido el nacimiento traumático de un hijo, he de decir que el recuerdo más amargo que tengo no es el del dolor. El de la ausencia en el momento de su nacimiento (anestesia general), ni siquiera los sueños rotos de un parto que no fue. El dolor más terrible fueron las horas que tardé en conocer a mi hijo. La separación durante días, la imposibilidad de tocar, oler, besar y abrazar a mi propio hijo. Tener que salir del hospital dejando tras de mi a ese ser que hasta hacía 3 días era un trocito de mi. No volví a permitir que me separaran de mis bebes. Cada fibra de mi cuerpo gritaba por esa separación.