¡Uf! Me acabo de quedar de piedra. Cuando yo era niña, hace treinta y muchos, nunca, nunca, nunca estuve sola en ninguna prueba. Ni siquiera preguntaban a mis padres si se quedaban conmigo, se daba por hecho que permanecían a mi lado para cogerme la mano, hablarme, tranquilizarme, distraerme... Es más, uno de los centros era un hospital universitario. Aclaro, nunca fueron cosas muy graves, pero bueno, extracciones de sangre a porrillo por alergias, radiografías varias por posibles fracturas, inyecciones de antibióticos a porrillo, sutura de heridas, vendajes de esos que acabas como una momia... Alucinando estoy. O tuve muuuucha suerte en su día o se han vuelto todos locos perdidos.