Miro a mis hijos y me sorprendo recordando sus nacimientos. Son cosas mínimas, una mirada, una sensación, una caricia... Están ahí grabadas a fuego. Lo bueno y lo malo.
La postura de la anestesista en la puerta de la habitación, en la inducción de mi primer hijo. Con ese tono de superioridad diciéndome que se podía parir con dolor o sin dolor, que a mi me tocaba con dolor pero que no pasaba nada, que así se había hecho toda la vida (la fiebre imposibilitaba ponerme epidural).
Recuerdo la dulzura de la anestesista en mi segunda CS. Re conduciendo mis miedos y angustia, pidiéndome que pensara en mi hija. La única persona que se dirigió a mi con amor en aquel quirófano frío.
Recuerdo las palabras de mi matrona en mi primer parto (3 hijo), "como quieres parir?". Nunca antes un profesional de la salud me lo había preguntado.
De mi último parto recuerdo la gratitud que sentí, mirando la alcachofa de la ducha. Aquella humedad que recorría mi cuerpo y lo relajaba hasta hacer desaparecer el dolor, y la tensión de mis músculos. Mientras mi matrona apagaba la luz y esperaba en silencio tras la puerta entreabierta.
Ufff parezco una abuelita contando batallarás. Pero es que, no puedo evitarlo jajajajajaja.
Miro a mis hijos y me sorprendo recordando sus nacimientos. Son cosas mínimas, una mirada, una sensación, una caricia... Están ahí grabadas a fuego. Lo bueno y lo malo.
La postura de la anestesista en la puerta de la habitación, en la inducción de mi primer hijo. Con ese tono de superioridad diciéndome que se podía parir con dolor o sin dolor, que a mi me tocaba con dolor pero que no pasaba nada, que así se había hecho toda la vida (la fiebre imposibilitaba ponerme epidural).
Recuerdo la dulzura de la anestesista en mi segunda CS. Re conduciendo mis miedos y angustia, pidiéndome que pensara en mi hija. La única persona que se dirigió a mi con amor en aquel quirófano frío.
Recuerdo las palabras de mi matrona en mi primer parto (3 hijo), "como quieres parir?". Nunca antes un profesional de la salud me lo había preguntado.
De mi último parto recuerdo la gratitud que sentí, mirando la alcachofa de la ducha. Aquella humedad que recorría mi cuerpo y lo relajaba hasta hacer desaparecer el dolor, y la tensión de mis músculos. Mientras mi matrona apagaba la luz y esperaba en silencio tras la puerta entreabierta.
Ufff parezco una abuelita contando batallarás. Pero es que, no puedo evitarlo jajajajajaja.