Yo siempre quise dos partos, porque mi mamá así nos tuvo a mi hermana y a mí; en cambio tuve dos cesáreas, que no puedo decir "horrorosas", porque estuvo presente todo el tiempo mi marido tocándome, hablándome, y nunca me dolieron, nada, nadita (mi primer cesárea casi a las doce de la noche y la segunda casi a las 6 de la tarde, y en las dos, a la mañana siguiente a caminar, bañarse y a casa con bebé en brazos); pero aún así sentí y siento que yo podía parir, como dicen, y no me lo permitieron, no me lo permití. A mi primer bebé, Santiago de 6 años y 9 meses, el doctor le detectó "sufrimiento fetal", después de romper la bolsa notó que el líquido tenía color, por lo que me comentó que tenía que salir rápido el bebé y, por miedo, acepté la operación. Con mi segunda bebé, Helena de dos años y un mes, mi marido estaba muy asustado porque tenía ya tres días con dolores, venían y desaparecían, y por presión acepté nuevamente. Yo sabía que todo estaba bien, sabía que podía, y en los dos casos acepté; las dos veces estuve segura de lo que quería, y al final vencieron el mundo de inseguridades pensando que era mejor una operación.