Gran maestra, gran mujer. Me abriste los ojos a cosas sustanciales de la vida, hoy y desde hace unos meses abres camino hacia lo sustancial del fin la del camino y su continuación es un más allá que estoy segura tendrá un lugar pletórico para ti. Te vas pronto, pero es relativo, has vivido y dejado vida en cada uno de tus pasos.
Te conocí en el parto de mi amiga Claudia, en mi casa, experiencia vivida desde la ventana que dio contenido a una forma de mirar el mundo. Te seguí, como maestra en mi formación como doula, en descubrir mi pelvis, mi suelo pelvico, el placer y sobre todo el juego que subyace al aprendizaje. Tu forma siempre me dejaba esa sensación de amor por la vida y curiosidad por todo que te generan aquellas que se convierten en maestras, y además en tú caso de esa forma tan terrena, cercana. De nuevo abrimos paso a un nuevo encuentro, en mi embarazo, sabía que Ancara era lo que deseaba para acompañarme, y a pesar de que no estabáis en activo en casa, de un tiempo de confínamiento y otros aparentes impedimentos, logramos encontrar el punto medio en el camino y me acompañasteis en el momento más poderoso de mi vida, besaste la espalda de mi hija por primera vez y te hiciste familia para siempre, eternamente, estemos aquí o donde estemos. Gracias amada, gracias por tanto