María, se puede y se debe cuando es cierto. Y lo es, lo he vivido en mis propias carnes, en primera persona. En mi primer embarazo en el Hospital de la Paz en Madrid. Una maniobra de Hamilton sin avisar, sin consultar y sin que yo lo autorizara. Con el cuello totalmente cerrado y comentarios humillantes del ginecólogo de turno (era verano y cada vez tocaba uno diferente) ante mis respingos por el dolor. Miles de madres y niños fallecen por llegar al embarazo y el parto mal nutridos y en mal estado de salud, y por llevar embarazos sin ningún control y tener partos de riesgo sin supervisión sanitaria. Pero esto no invalida el derecho reconocido por la ley al consentimiento informado: a ser informadas de lo que se nos va a hacer y autorizarlo o no. Sobre todo porque en la inmensa mayoría de los casos esos tactos al final del embarazo no aportan nada.