Cuando mi marido se rompió la pierna en Andorra y tuvieron que operarle allí mismo, una de las cosas que más recuerdo es que por la noche cuando entraban las enfermeras a realizar los controles nunca encendían la luz de la habitación y abrían la puerta con mucho cuidado para no molestar ni al paciente ni al acompañante. Ellas llevaban una linternita si tenían que tomar temperatura o tensión y listo. Aquí entran cuál elefante en una cacharrería sin preocuparse en ningún momento qué es lo mejor para el paciente. Nos queda tanto por aprender...