Cuando recreo esta conversación lo que más me duele es su lenguaje corporal. Esa parte es muy difícil de poner por escrito. Sentir el desprecio de su mirada, disfrazando sus palabras de falsa profesionalidad. El sutil cambio de postura que me convirtió en mera espectadora. La fría sonrisa con que acompaño la fija mirada de amenaza. Eso lo sientes en la piel, pero no hay testigos.
Es si cabe más doloroso, ver como te obligan a llegar a un callejón sin salida.