Anabel, te leo y no me hace falta imaginarte porque me veo a mi misma.
Tengo una imagen grabada a fuego de mi misma esperando a la puerta de urgencias a que mi marido aparcase, vestida de blanco, con mis contracciones, mi gran barriga y mi enorme sonrisa, radiante, dispuesta a vivir la culminación de 9 meses de intensa felicidad. Y seis días después salía por una puerta parecida vestida de gris, ojerosa, triste, rota.