Cuando el año pasado me operaron de una piedra en el riñón pedí ingreso con mi bebé que entonces tenía 4 meses. Él se portó muy bien, tenía su comida cuando la necesitaba, era la alegría de todas las infermeras, que pasaban muchas expresamente a verle. Me pusieron medicamentos que no interfirieran con la lactancia. Estuve mucho más tranquila teniendo el bebé conmigo. Intentamos no moverlo de la habitación y cuando lo hacíamos (los abuelos o el papá lo llevaban de paseo), yendo rápido para que no cogiera nada. Como tuve que estar ingresada más días de lo previsto por complicaciones, tener al bebé en mi habitación y mantener la lactancia fue un regalo. Lo aconsejo, a las madres que les desalienten los familiares o los médicos, que no desistan en insistir al hospital que quieren tener el bebé en su ingreso para no padecer su ausencia, el abandono temporal de la lactancia además del propio trángulo de tener que ser operada.