En mi caso no me rompí una pierna, pero tuve que ingresar en enero para una tiroidectomía. En principio no puesieron problemas para el ingreso con lactante pero el mismo día de la operación la cirujana se negó. Así que le tocó una vez más a mi marido pelearse con el sistema (a mí estas cosas me pillan siempre en quirófano y me las pierdo). El caso es que a regañadientes nos dejaron hacer el ingreso conjunto y sacaron a mi compañera de la habitación para que no le molestásemos a ella (cosa de la que nos beneficiamos porque así no nos molestó nadie a nosotros).
Luego entendí que lo que la cirujana no quería (y no veía bien) era que una mujer en pleno posoperatorio se hiciera cargo del bebé de ocho meses. Lo que ella no sabía es que yo no estaba para hacerme cargo del bebé, para eso estaba mi marido o algún otro familiar que se quedaba por las tardes para que mi costillo pudiese librar unas horas. La niña "se portó" de cine. No la oyeron llorar (es que en cuanto se queja va a la teta y se calma, oye). Fue la alegría de todas las enfermeras y auxiliares que pasaron por allí. La misma cirujana al final le miraba con ojitos cariñosos. Mi otra hija de cuatro años que venía a visitarme por las tardes también hizo las delicias del personal. En la visita del posoperatoria, ya en consulta ambulatoria (consultas a las que vamos con las dos niñas) la cirujana (que todo hay que decirlo se portó como una madre) me regaló el oído con un "¡Qué bien se portan tus hijas!". Le faltó decir "así sí que se puede hacer un ingreso con lactante...!