Os comprendo perfectamente, me está pasando exactamente lo mismo.
Empecé el embarazo en un peso normal, sano para mi constitución. Debo decir que durante muchos años sufrí bulimia, de lo cual me quedó una costumbre: en mi casa no hay peso. Nunca me peso. Mi forma de mantenerme es hacer ejercicio, paseos y comer sano y con cabeza, sin pensar en kilos, ni calorías.
Pues bien, cuando en la semana 17 me pregunta el médico que cuál es mi peso le digo que no lo sé. Se sonríe y me manda pesarme allí. Apunta el peso.
En la semana 24 misma operación, le digo que no sé mi peso, que en casa no me peso y en vez de pregutnar por qué, bromea con mi marido, diciendo que cuando dé a luz ya me interesará pesarme para quedarme con tipín.
Como ve que he engordado dos kilos, sin preguntar más me lanza un papel con una dieta de 2000 calorías, plagada de gramos y datos de calorías (que por supuesto no pienso seguir, no puedo jugar con esas cosas).
La semana pasada con 28 semanas, otra vez lo mismo, esta vez no he engordado más que 100 gramos (me he limitado a dar más paseos aprovechando las compras que hay que hacerle al bebé), y va el médico y también sin preguntarme, me dice que tenga cuidado que tendría que haber ganado algo más de peso...
Moraleja, que parece que se aburren con mis análisis y mi falta de dolores y quejas, y deciden divertirse amargándome con mi peso. Espero poder seguir siendo fuerte y no olvidar que la que sufrió y superó la bulimia fui yo, y que no voy a volver a caer en ello (aunque nunca se deja de serlo) por los comentarios irresponsables de un médico poco avispado.
Paloma.