Cuando era niña estaba convencida de que "los puntos" eran algo inherente al parto.
Siendo adolescente, empecé a pensar un poco (por mi misma) y llegué a la conclusión de que la evolución no podía haberse equivocado tanto como para que las mujeres de parto deban ser salvadas obligatoriamente por un bisturí.
En mi primer embarazo me informé, seguí pensando, contrastando opiniones y busqué una ginecóloga que no fuera amiga de las tijeras.
Y el tiempo me dio la razón, porque parí a mis dos hijos (de 3,9 y 3,7 kilos) sin que aguja alguna atravesara mi piel: ni la de las suturas, ni las vías, ni las anestesias.
Desde aquí lanzo esta pregunta abierta: ¿Cómo es posible que ginecólogos y matronas no hayan sido capaces, aun estando en el sector, de pensar por sí mismos y seguir insistiendo en cortar las vaginas de las parturientas?