Por Candy Tejera.
Los recién nacidos deberían poder estar desde el primer momento sobre el pecho de su madre, piel con piel, en un ambiente tranquilo e íntimo que favorezca el inicio de la lactancia materna. Pero los protocolos hospitalarios se interponen entre ambos, los separa con infinitud de excusas y les priva de ese primer contacto crucial.
Pero ¿por qué no se debe separar a la diada madre-bebé?
En primer lugar porque
NO QUEREMOS QUE NOS SEPAREN y nuestra opinión como mujeres, madres y en definitiva personas, debería ser tenida en cuenta. Nuestros deseos son validos e importantes y el personal sanitario debería intentar respetarlos. Desde que nos enteramos de que estamos embarazadas ansiamos ver la carita de nuestro bebé, deseamos acunarlo entre nuestros brazos, por lo que salvo raras excepciones, tras el parto, lo normal es querer tener a nuestro hijo con nosotras. Y no querer separarnos de nuestros hijos no es un capricho o una mera cuestión sentimental, sino una
NECESIDAD, hasta el punto de que nuestra salud se resiente si no podemos estar con ellos. Tras una separación es usual que la mujer sienta una especie de tristeza o melancolía, que algo ha fallado y no ha salido como estaba previsto. La función de los servicios sanitarios es atender las necesidades de sus usuarios en cuestiones de salud por lo que también entra dentro de sus competencias velar porque dicha separación no se produzca.
En segundo lugar, porque se trata de un
DERECHO:
“Todos los niños tienen derecho a estar acompañados de sus padres, o de la persona que los sustituya, el máximo tiempo posible durante su permanencia en el hospital”. Este derecho está reconocido por la ley y se recoge en la
Carta Europea de los niños hospitalizados.
Aunque el niño deba ser sometido a un tratamiento absolutamente necesario e indispensable para su salud, y por tanto los padres estemos de acuerdo en su aplicación, nada justifica que ésta se realice lejos de nosotros, teniendo el niño que sufrir la intervención en soledad y con miedo, sin el consuelo de nuestra compañía y cariño.
En tercer lugar porque desde el punto de vista
BIOLÓGICO lo razonable y esperable tanto para la madre como el bebé, es reencontrarse tras el parto.
El bebé humano es totalmente dependiente y todo lo que necesita:
calor, comida y protección, lo encuentra en el pecho de su madre. El bebé nace con la expectativa de encontrar y encontrarse en el cuerpo de su madre, pues es lo que garantiza su seguridad. Para ellos estar alejados de “Mamá” es sinónimo de muerte. El bebé lejos de su madre se siente “abandonado” y en peligro, se sabe indefenso y sufre por ello.
Por otra parte, nuestra naturaleza no concibe que la criatura esté viva pero lejos de su madre. No tiene sentido que la hembra, tras concebir y gestar varios meses a su cría, la abandone a su suerte tras parirla, tratándose de una cría dependiente que no puede valerse ni defenderse por sí misma. Por esto interpretará la ausencia del bebé como que no existe y el cuerpo y la mente de la mujer reaccionarán adaptándose a esa supuesta “realidad”, pudiéndose originar disfunciones: puede no sentir conexión con el bebé al que no reconoce como suyo, tener dificultades para interpretar sus demandas y satisfacer sus necesidades…
Por último, porque la separación genera
SUFRIMIENTO y tiene consecuencias negativas en la salud física y psíquica de ambos.
El bebé sufre estrés y sus ritmos cardíaco y respiratorio se vuelven inestables, le cuesta regular su temperatura y los niveles de glucosa. En la madre aumentan las posibilidades de un sangrado excesivo que puede poner en peligro su vida y obliga a realizar transfusiones y hay una mayor incidencia de depresión post-parto, que no es más que el “duelo” por ese primer contacto que se ha perdido y que es irrecuperable. Y como la relación entre ambos es simbiótica, existen muchas posibilidades de que existan problemas de vínculo y dificultades para establecer y mantener la lactancia.
¿Qué podemos hacer para evitar las separaciones?
Los padres tenemos que recordar que el niño no es del pediatra, ni del hospital, es nuestro hijo y es nuestra responsabilidad velar por sus intereses, cuidarle y decidir por él sobre su salud, y esto difícilmente podemos hacerlo si no estamos a su lado. Es importante que conozcamos los derechos del niño como paciente y nuestros derechos como padres. Para administrarle cualquier medicamento o tratamiento es necesaria nuestra autorización por lo que debemos exigir que se nos informe adecuadamente para poder tomar las decisiones oportunas. Una vez que hemos dado nuestro consentimiento tenemos derecho a acompañar al niño durante el proceso.
Los sanitarios, aparte de actualizar sus conocimientos y respetar la evidencia científica (según la cual lo mejor para la salud del bebé es no ser separado de su madre), deben convencerse de que una atención no es buena si no tiene en cuenta los aspectos emocionales y psicológicos de los pacientes. Si tan sólo escuchasen a las madres, se tomasen la molestia de preguntarles como se sienten, si por un segundo se pusiesen en su piel, se darían cuenta de todo el dolor que originan las separaciones. Ese dolor se puede evitar con un poco de buena voluntad, adaptando su manera de trabajar a lo que necesitan madre y bebé, que no es otra cosa que estar juntos. Más información en:
www.quenoosseparen.info
El Parto es Nuestro os invita a participar en la charla informativa sobre la campaña QUE NO OS SEPAREN que tendrá lugar en Madrid el próximo día 13 de Mayo en Centro Cultural San José de Calasanz – C/María del Carmen, 65.
No hace falta inscribirse, la asistencia es libre y gratuita, y los niños y parejas son bienvenidos.