Una historia de tantas
Viñeta de Forges
Por Heid
Un fuerte dolor de estómago hizo que apareciese en urgencias obstétricas de la madrileña Maternidad de O’Donell.
Allí me dejaron, montada en una silla de ruedas en medio de un pasillo que era un vaivén de gente. Desde mi puesto, sintiéndome una privilegiada a la que sólo le dolía el estómago, pude visualizar lo que no deseo para mí cuando me llegue el momento de dar a luz a la preciosa bebita que llevo en mis entrañas.
Gota a gota, mujer a mujer, una triste sala con 4 camas, luz mortecina, y una enorme puerta acristalada, se iba llenando de parturientas. Las iban “amontonando” allí, subidas a las camas. Las desnudaban y reconocían allí mismo, sin correr las cortinas. Cualquiera podía ver sus cuerpos desnudos desde el pasillo.
La separaban de sus acompañantes, estaban todas solas. Sus caras eran siempre la misma: reflejo de tristeza y miedo.
Distaban mucho de las caras que tantas veces he visto en las mujeres que viven partos respetados, con profesionales que se afanan en hacer bien su trabajo, en dar el mejor de los acompañamientos en uno de los momentos más cruciales de la vida de cualquier madre.
Fuera de la sala, los médicos, comadronas y enfermeras discutían produciendo un ambiente todavía más hostil.
Qué desastre de llegada al mundo, qué poco respeto por el mayor de los acontecimientos de nuestras vidas. Intimidad nula, cero apoyo emocional, inexistente respeto hacia sus cuerpos... en definitiva, una buena dosis de violencia obstétrica.
Me llegó el turno. Una joven obstetra rellenó un formulario con mis datos sin mirarme a la cara. “Ve allí y desnúdate de cintura para abajo”. La enfermera que me acompañaba asistió a la siguiente conversación:
- ¿Para qué me tengo que desnudar?- Para que te pueda reconocer, tengo que descartar una amenaza de aborto.- Pero si a mí sólo me duele el estómago y los de la ambulancia han dicho que no tiene que ver con el embarazo...- Te tengo que hacer un tacto, es por protocolo.- ¿Y no puedes hacerme una ecografía para ver que el bebé esta bien y ya está?- No.- Pues entonces prefiero que no me reconozcas.- ¿Firmas entonces el alta voluntaria?- Sí.Poco le importaba a esta médica si mi bebé estaba bien. En el protocolo ponía que ella me tenía que meter la mano hasta el codo y si no pasaba por ahí todo lo demás daba igual. Y así fue como salí de la maternidad en la que me corresponde dar a luz. Al salir a la calle respiré como una ciudadana que ha recuperado y dispone de sus derechos nuevamente.
El dolor de estómago me lo quitaron del susto, eso sí que tengo que agradecerlo.