Bebés robados: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
Cuando escucho a las madres contar su experiencia no puedo evitar sentir un latigazo dentro de mí. Me pongo en su lugar y pienso que me volvería loca si se llevan a mi bebé y no vuelve más. Una madre decía: ¿Por qué no me lo dejaron tocar? ¿Por qué no me dejaron darle el pecho? Por un lado se me parte el alma pero por otro la rabia bulle en mi interior. ¿Hasta dónde se puede menospreciar a una madre? ¿Hasta dónde infantilizarla y poner en duda su juicio?
Lo que más debería preocuparnos es que ese trato sigue siendo habitual hoy en día. Lo que escucho a estas mujeres se parece tanto a lo que contó Jillian Cassidy en una charla en el Colegio de Enfermería de Madrid respecto al trato que recibe en España la muerte perinatal. Ella y su marido, después de la experiencia de perder a una hija en un hospital de este país fundan la asociación Umamanita para promover la humanización de la muerte perinatal. Como dice esta asociación, en muchos hospitales se sigue negando a los padres ver a su bebé al que llaman “feto”. Han cambiado las formas, pero no el fondo.
Y es en este punto donde surge la pregunta, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Que práctica fue consecuencia de la otra, ¿separar a los bebés de su madre o negar a los padres el derecho a ver a sus hijos fallecidos fue lo que hizo posible que se cometieran robos de bebés o fue aquella primera política de Franco para arrebatar bebés a multitud de madres “rojas” que en las décadas siguientes degeneró en hechos puntuales de robo y venta de bebés lo que hizo que en España se implantaran normas ilógicas de separación hospitalaria que perviven hoy en día? Independientemente del origen del problema es hora de que esta situación se normalice. Muchas de las familias que tienen sospechas de que su hijo fue robado tendrían la certeza de que el bebé falleció si se hubieran hecho las cosas con transparencia, con la presencia de los padres en todo momento y, por supuesto, consintiéndoles despedirse de su hijo. Otras familias en cambio, a las que verdaderamente se les quitó a sus hijos (si es que sucedió), los tendrían consigo puesto que la presencia de los padres impide directamente la sustracción del recién nacido.