Cuando la pobreza es el mayor riesgo
Una soleada mañana de marzo llamé por teléfono a un amigo artesano y me contestó con la voz quebrada “no sé cuándo podré acabar el trabajo… mi mujer murió anoche”. Silencio.
Amina no estaba enferma, sino embarazada de 5 meses. Estaba en la plenitud de la vida y tenía tres hijos.
Debido a las largas jornadas de trabajo de su marido, ella aseguraba el cuidado diario de los niños, y en especial de su hija de 7 años, afectada por una seria enfermedad genética. Quizás por eso las últimas palabras de Amina a su pareja fueron “lo siento mucho”.
Esta historia es real. Tuvo lugar en uno de los países más pobres del mundo, y es una de tantas tragedias ocultas tras las cifras de mortalidad materna: 350.000 cada año. Más del 99% de las muertes relacionadas con el embarazo y el parto ocurren en los llamados países pobres, mayoritariamente en África y Asia, y son un reflejo de las injusticias mundiales. Naciones Unidas recuerda que ningún indicador de salud muestra tanta disparidad entre países ricos y pobres como la mortalidad materna. Las condiciones de vida en el norte desarrollado, en donde se registran las menores tasas de mortalidad materna y neonatal, poco tienen que ver con la situación que viven las mujeres expuestas a un alto riesgo de morir durante el embarazo y el parto.
Amina vivió toda su vida en Níger, donde la mitad de los niños sufren de malnutrición crónica, con el consiguiente retraso en el crecimiento y el menor desarrollo de la pelvis de las niñas. En su país los embarazos precoces son muy frecuentes y el 60% de las mujeres ya tiene a su primer hijo a los 16 años. La tasa de fecundidad está entre las más altas del mundo y la mayor parte de la población vive en situación de pobreza extrema, sin acceso a agua potable, saneamiento ni asistencia sanitaria. La escasez de medios obliga además a las mujeres a realizar duras tareas, incluso durante el embarazo, como acarrear pesados barreños de agua, cortar leña, moler cereal o caminar muchas horas con sus hijos a la espalda. Las carencias nutricionales que arrastra gran parte de la población a lo largo de toda su vida, se agravan para las mujeres durante los embarazos, por lo general muy seguidos, lo que las hace especialmente vulnerables, así como a sus bebés.
Es evidente que la pobreza, que afecta a más del 80% de la población mundial, está íntimamente relacionada con la elevada mortalidad materna y neonatal. Para la mayoría de mujeres del mundo, las situaciones de pobreza que deben afrontar diariamente están en el mismo origen del riesgo en sus embarazos y partos.