Cazando brujas
Estamos en un momento en el que parece haberse despertado una verdadera caza de brujas contra las doulas, especialmente por parte del gremio de las matronas, que ven peligrar su futuro con la presencia de esta nueva figura. Considero que todo responde a un profundo miedo y a un fuerte desconocimiento sobre el trabajo de la doula, aunque también creo que en algunos casos se conoce perfectamente lo que la doula hace y lo que no hace y aun así, se oponen a ello considerándolo intrusismo.
A continuación algunos decálogos y códigos éticos de asociaciones de doulas de nuestro país, donde se puede ver con bastante claridad cuáles son sus competencias y cuáles no:
- Proyecto Materna
- AED, Asociación Española de Doulas
- Mares Doules
- Asociación Galega de Doulas
- Red Circular de Doulas
- Al Caliu, Asociación de Doulas de la Comunidad Valenciana
Pensándolo fríamente puede que tengan razón, que las doulas estén asumiendo funciones que deberían formar parte del trabajo de las matronas, pero lo cierto es que esa parte del trabajo, bien por desconocimiento, bien por imposibilidad debido al sistema en que se ven forzadas a trabajar, sea la razón que sea, lo cierto es que no se está realizando.
Tanto en América como en el mundo anglosajón y Europa en general, las doulas cubren las carencias derivadas no sólo del modo de trabajo actual de la matrona sino de la sociedad en su conjunto, que ha olvidado tratar un acontecimiento tan extraordinario y a la mujer que lo hace posible con el cuidado, atención y profundo respeto que merecen. Donde antes había tribus, mujeres de la familia conviviendo en un mismo lugar y ancianas experimentadas que acompañan a la mujer en su camino a la maternidad, ahora hay doulas. Doulas que nacen fruto de estos cambios en una sociedad que nos deja solas, y de nuestro instinto que nos pide juntarnos con otras mujeres y seguir buscando esa tribu de apoyo.
Fijemos la vista en otros países donde existen y trabajan doulas sin problema alguno, a pesar de que allí las matronas tienen mucho más prestigio social y competencias profesionales que en España.
Las matronas tienen miedo a desaparecer, pero es que llevan mucho tiempo dejando de hacer su trabajo. Desde que el ginecólogo empezó a asumir el control de los partos en España, ¿allá por los 50?, y relegó a un segundo o incluso tercer plano a la matrona, que pasó a ser en demasiadas ocasiones una mera asistente que coloca monitores o acerca tijeras.
Desde ese mismo momento en que las matronas fueron cediendo terreno sin decir una palabra, sin plantarse, sin manifestarse, no sólo sin defender sus competencias y su autonomía sino ¡olvidando poco a poco cómo se hace!, pues desde ese momento hace ya unas cuantas décadas el futuro de la matrona empezó a peligrar.
Y no sólo eso, sino que muchas dejaron además de cumplir sus funciones de acompañamiento, parte fundamental también de su trabajo.
Muchas dejaron de amar su profesión, de entender la enorme importancia y trascendencia que tiene. No la defendieron. Y ahora se ven inmersas en un sistema que les impide realizarla como es debido, en hospitales con protocolos fuertemente intervencionistas, con turnos eternos, sin apenas autonomía y debiendo atender además a un gran número de madres a la vez, lo cual impide, obviamente, poder cuidar emocionalmente de cada una de ellas.
De pronto se ven perdidas y en peligro, pero como siempre, arremeten contra aquel que consideran más débil, contra la nueva figura que su propia inoperancia ha creado, la doula, porque no se atreven a empezar por el principio, por ir al origen donde toda su profesión comenzó a tambalearse, cuando cedieron ante los ginecólogos, que ni siquiera están formados para acompañar y atender partos sin patología.
Y seguramente sea por ahí por donde deban empezar. Hace poco hablaba con una matrona a la que parecía interesarle mucho el mundo de la maternidad respetada sobre las enormes dificultades que se encuentran en los hospitales españoles. La conversación nos llevó a la siguiente pregunta:
- ¿Y no te has planteado trabajar atendiendo partos domiciliarios?
- Es que me da miedo – contestó.
- ¿Y por qué? – le pregunté.
- ¿Y si pasa algo y no sé verlo? ¿Y si no sé qué hacer?
Le daba miedo hacer su trabajo. No sabía hacer su trabajo y era consciente de ello. Y ya llevaba un tiempo ejerciendo. Y yo me pregunto, ¿cómo una matrona (o cualquier mujer) que se enfrenta a un parto desde el miedo, desde la desconfianza, puede atender a otra en su proceso?
Muchas tienen un largo camino que recorrer. Primero desaprender lo aprendido y después empezar a aprender de nuevo. Y ojalá lo hagan. Pero hoy por hoy muchas matronas parecen estar muy perdidas (y las que no lo están son duramente reprendidas por su propio colectivo) y no quieren ver lo que realmente está pasando. Si se decidieran a emprender el camino, yo sería la primera en apoyarlas.
Ojalá cuando mi hija sea mayor y escuche la palabra doula me pregunte ¿qué es eso?, porque significará que las matronas han recuperado su conocimiento y su labor al completo, y que la sociedad en general ha empezado a comprender. De otro modo, la doula jamás dejará de existir, porque su existencia responde a una necesidad, a una demanda social, y mientras esa demanda permanezca, la respuesta también permanecerá.
Por todo esto las doulas deben ser muy cuidadosas y tener muy en cuenta este panorama que hay en torno a su figura. Es su obligación saber actuar correctamente y no dar motivos para que se las ilegitime. Es su responsabilidad estar para las mujeres que han demandado su existencia, que las han creado.
Una doula jamás debe interferir en las decisiones del personal sanitario, jamás debe enfrentarse ni imponerse a ellos, porque estaría dejando de ser una doula y además estaría comprometiendo a toda la profesión. Y por supuesto una doula no debería jamás asistir un parto ni consentir estar en uno sin asistencia. Sería una irresponsabilidad consigo misma, para la mujer, para el bebé y para todo el colectivo de doulas. Estoy totalmente convencida de que las doulas deben ser especialmente rigurosas a este respecto. Porque si se limitan a hacer sus funciones de acompañamiento, ni más ni menos, no habrá por dónde atacarlas.
También pienso que hay que dejar de lado el ego personal (¡qué difícil!) y hacer un verdadero esfuerzo por unirse, por trabajar en una misma dirección y bajo los mismos principios.
Que las matronas las vean como lo que son, un apoyo, un complemento, y si más adelante logran recuperar su saber íntegro y su lugar, y una vez logrado esto el sistema les permite realizar su trabajo al completo, las doulas dejaran de existir porque ya no tendrán ningún sentido, ¡aunque no quieran irse es que nadie las contrataría! Y si el sistema no deja, entonces siempre podrán quedar como un complemento necesario en según qué casos, sin que la matrona tenga nunca que temer por su trabajo ya que estarán perfectamente delimitadas ambas funciones.
Es labor de las doulas ser coherentes con lo que dicen y lo que hacen, y poco a poco hacer ver a los sanitarios en general y a las matronas en particular que no son ellas las que amenazan su profesión sino aquellos que imponen protocolos antinaturales, obsoletos y contra toda evidencia científica, los que irrumpen en los paritorios y convierten todos los partos en un supuesto peligro mortal para justificar su permanente presencia, los que amedrentan, infantilizan y no escuchan.
¡Despierten leñe!
Una doula no sugiere, no come el tarro, no impone directa ni indirectamente lo que ella piensa (tampoco debería hacerlo un ginecólogo ni una matrona).
Una doula acompaña.