El parto normal suspende su primer examen
Por Chus Montes
Como quien busca el Santo Grial: así me siento, bajando el cursor, saltando de página en página, mientras reviso la primera evaluación de la Estrategia de Atención al Parto Normal (EAPN) que se ha hecho pública a finales de este año en la página Web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Hace tres años que los medios de comunicación y las partes implicadas en la elaboración de la EAPN (como El Parto es Nuestro) conocían y han difundido las principales conclusiones de este documento, pero no por ello me resisto a hurgar entre sus más de cien páginas, entre sus porcentajes, sus evaluaciones punto por punto y sus recomendaciones y propuestas, para encontrar motivos para la esperanza. Razones para convencerme de que en los hospitales del Sistema Nacional de Salud se puede parir de forma normal. Sí, “normal”.
Precisamente, el concepto general de la Estrategia de Atención al Parto Normal se articula en torno al principio de que el nacimiento de un bebé es un proceso fisiológico en el que sólo se debe intervenir para corregir las posibles desviaciones de esa normalidad. A los profesionales se les reserva el papel de favorecer un clima de bienestar, confianza, seguridad e intimidad, respetando la privacidad y la dignidad de las mujeres.
Este primer informe, con datos recogidos y analizados entre 2010 y 2011, tras un periodo de tres años de desarrollo de la EAPN, condensa y da visibilidad a la información sobre “la implantación de las recomendaciones relacionadas con las prácticas clínicas, con el fin de conocer el estado de situación e identificar los puntos fuertes y las oportunidades de mejora para orientar los esfuerzos de cambio que se requieran”.
Además de las muestras de mujeres atendidas por proceso de parto, de entre 37 y 41 semanas, en los hospitales del Sistema Nacional de Salud en todas las comunidades autónomas, se revisaron las historias clínicas de los casos seleccionados con el fin de obtener resultados específicos sobre el cumplimiento o no de los indicadores requeridos por la EAPN. Algunos de estos indicadores son:
Existencia de protocolos de atención al parto y nacimiento estandarizados y actualizados conforme a la evidencia científica.
- Realización de amniotomía (rotura artificial de membranas).
- Inducción del parto.
- Uso de analgesia epidural o raquídea.
- Episiotomías rutinarias.
- Desgarros perineales de grado III y IV con y sin episiotomía.
- Partos instrumentales (uso de fórceps, ventosa o espátulas)
- Parto vaginal después de cesárea.
Pero lo más relevante, en este sentido, son las encuestas realizadas directamente a las mujeres sobre la posición utilizada en el expulsivo (libertad de movimiento o no, obligatoriedad de estar tumbadas…), la realización de la maniobra de Kristeller y el contacto precoz durante los primeros 70 minutos recomendados por la Estrategia.
Mucho por hacer
La conclusión del propio estudio es, cuanto menos, inquietante: “En general, en relación con las recomendaciones de la EAPN, los estándares establecidos para el estudio y la información complementaria de los cuestionarios, se observa un amplio margen de mejora en todas las prácticas clínicas, líneas de intervención, sistemas de información y aspectos organizativos”. Amplio margen, por no decir descomunal, colosal, vasto, titánico…
La forma en que se atienden los partos en España, según se desprende de la evaluación, requiere la supresión urgente de prácticas injustificadas que derivan en nefastas consecuencias para las madres y los bebés.
Los resultados del informe se calculan en función de unos estándares que definen el punto de excelencia en el cumplimiento del indicador y representan la meta o el valor objetivo que se quiere alcanzar. Así, por ejemplo, hay el doble de partos inducidos (19,4%) del porcentaje recomendado por la EAPN (<10%) y casi tres veces más episiotomías (41,9%) en partos eutócicos de las sugeridas (<15%).
A su vez, los partos instrumentales están por el orden del 20% cuando en la Estrategia se concretó que no sobrepasaran el 15%; los partos vaginales tras cesáreas están lejos (44,2%) del porcentaje adecuado conforme a la evidencia: (60-80%) y el contacto precoz madre-recién nacido, con un 50,2%, se queda muy por debajo de la tasa recomendada (>80%).
Donde queda también mucho trabajo pendiente es en la realización de la maniobra de Kristeller. La evaluación ha querido conocer la prevalencia de su uso, ya que es una práctica totalmente desaconsejada (tal como recoge la Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal) por sus potenciales riesgos de morbilidad materna y fetal. El dato es demoledor: 26,1% de las mujeres encuestadas reconocieron haberla sufrido.
Si los números anteriores resultan sorprendentes (o indignantes), más lo es que el 5,8% de las maternidades españolas carezca de protocolo de atención al parto y nacimiento y que otro 26% no los haya actualizado tras la aprobación de la EAPN (al menos para la fecha de cierre del informe, en 2012). Si no empezamos por algo tan simple como esto, el cambio va a ir al ralentí.
Y por cierto. No estaría nada mal que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad emprendiera una nueva evaluación de esta Estrategia, ahora que estamos a punto de cumplir ocho años desde su elaboración. Nadie ha dicho que buscar el Santo Grial (el parto normal como norma, valga la redundancia) fuera fácil, pero preferiríamos encontrarlo nosotras antes de que le toque hacerlo a nuestras hijas.
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