Nacer en tiempos difíciles
En este artículo, el doctor Marín reflexiona sobre un video en el que un bebé nace mediante una cesárea de emergencia realizada a su madre, herida tras la explosión de una bomba de barril en Siria (recomendamos ver el vídeo antes de leer el artículo).
Escrito por Miguel Ángel Marín Gabriel
Recientemente me han pedido que opine acerca del video en el que un bebé nace mediante una cesárea de emergencia realizada a su madre, herida tras la explosión de una bomba de barril en Siria. En el mismo ataque, al menos 45 personas fallecen y la mujer, embarazada de 9 meses, tiene fracturas en dos de sus miembros. En el video podemos observar en el quirófano cómo los cirujanos realizan una incisión abdominal para la extracción rápida del feto, a la vez que retiran restos de metralla incrustados en el cuerpo de la mujer. Son conscientes de la alta probabilidad de que, al nacimiento, el recién nacido ya esté muerto y, según lo esperado, nace en parada cardiorrespiratoria.
Mucho se ha hablado acerca del tipo de reanimación que se practica al recién nacido. Por un lado, nos encontramos con las opiniones en las que se considera que ésta es adecuada, dados los resultados finales (el final que vemos es feliz, el niño acaba llorando tras unos 20 minutos de reanimación y con buen color). Por otro lado, nos encontramos con los que argumentan que este tipo de reanimación no es ni mucho menos ortodoxa. Bien, es cierto que la reanimación practicada no sigue las recomendaciones vigentes en los últimos años. El posicionamiento de la cabeza no es correcto, el masaje cardíaco no es del todo óptimo, la bolsa autoinflable para la ventilación es para adultos, no se intuba al nacimiento y, lo que más se critica por aquellos no experimentados en la reanimación neonatal, la estimulación que se realiza al recién nacido no es la más adecuada.
Sin embargo, nada de eso me ha llamado especialmente la atención. Sinceramente las connotaciones más dramáticas que he podido apreciar en el video, son las expresiones faciales en aquellos que se encargaron de la misma. Verán, llevo más de 15 años realizando asistencia neonatal y, por suerte o por desgracia, en más de una ocasión mehe visto en la situación de reanimar a un recién nacido sin latido en el momento del parto. Las emociones más intensas se viven cuando tras la reanimación, los resultados son satisfactorios. Eso queda reflejado en la cara de todos aquellos que comparten esos momentos tan intensos, unas expresiones de alegría tras observar la buena evolución y la superación de esos momentos de estrés.
De nuevo ahora deténganse en el video que les propongo, cuando la persona que ha ventilado al niño por fin consigue latido cardíaco (se observan los movimientos del cordón lo cual traduce que el corazón está empezando a funcionar). Su expresión no es de alegría. No. Ni mucho menos. Llevan tiempo, mucho tiempo, atendiendo eventos de gran emergencia; tanto que ya, o bien no se conmueven ante el éxito de la reanimación, o bien son conscientes del lugar al cual ha venido a nacer este pequeño. Un lugar que compartirá con su madre (ella también sobrevive). No sabemos si lo hará con su padre (¿fallecido? ¿Luchando?), no presente (ni mencionado en ningún momento) a lo largo del video.
O…quizás…sólo está pensando si podría haberlo hecho mejor. Eso lo hacemos todos.
Tanto cuando fallecen como cuando sobreviven nuestros pacientes, tenemos por costumbre (creo que correcta) ver a cámara lenta todo lo que ha ocurrido durante la reanimación, intentando mejorar aquellos puntos que consideramos débiles; persiguiendo evitar situaciones de desconcierto a la hora de impartir órdenes.
Como mencioné previamente, es indudable que la forma de llevar a cabo la reanimación podría haber sido mejor, más acorde a las guías recientemente actualizadas. Pero para saber reanimar correctamente, hay que realizar unos cursos homologados. ¿Acaso podemos imaginar la formación que se imparte actualmente en algunos hospitales de Siria? Dudo, la verdad, que los médicos docentes estén impartiendo sus clases programadas en los últimos años a los estudiantes de medicina. Dudo, honestamente, que se lleven a cabo cursos de reanimación neonatal o que se reponga el material oportuno para que en el quirófano se dispongan de laringoscopios o bolsas autoinflables adecuadas.
O quizás, nuestro reanimador en el video, también es consciente de que no disponen de la aplicación de ninguno de los dispositivos que permiten administrar hipotermia, tratamiento que ha demostrado su efectividad para reducir las secuelas en la encefalopatía hipóxico-isquémica. Y verán, lo que no se ve en el video, es cómo se encuentra nuestro pequeño horas después de una reanimación prolongada, con nacimiento en parada cardiorrespiratoria. ¿Tuvo una convulsión? ¿Presentó algún tipo de infarto cerebral?
Finaliza el video y nadie enfoca a la madre. Es posible que antes de perder el conocimiento, ella estuviera planteándose cómo sería el pelo de su niño, rizado, liso, se parecería a ella o tendría los ojos del padre…Pero cuando se despierte, lo primero que verá será el techo de un hospital. No sabrá que habrá pasado. Sólo notará dolor. Dolor en sus miembros fracturados. Dolor en su herida en el abdomen (la de la metralla y la de la cesárea). Y algo más fuerte que el dolor…esos instantes de miedo, de no notar al pequeño que llevaba dentro y no saber, durante algunos segundos, qué habrá sido de su hijo.
© Miguel Ángel Marín Gabriel para El Parto es Nuestro
Miguel Ángel Marín Gabriel es Médico Adjunto de la Unidad Neonatal del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda (Madrid) y Presidente de su Comisión de Morbimortalidad Neonatal, Profesor Asociado de Pediatría de la Universidad Autónoma de Madrid, Miembro de la Sociedad Española de Pediatría, miembro numerario de la Sociedad Española de Neonatología (SEN) e Instructor de Reanimación Cardiopulmonar Neonatal.