Fábrica de cesáreas
El 16 de octubre eldiario.es publicó una nota periodística titulada: “Fábricas de cesáreas: Alicante y Ciudad Real tienen los hospitales con tasas más elevadas de España, de hasta el 60%”.
Mientras me indigno con el título, el subtítulo agrega su parte: “Parir con bisturí”.
Llevo tatuado en mi propia carne lo que es parir con bisturí porque en ese momento al sistema médico le pareció más oportuno tomarse el festivo que esperar mis tiempos y los de mi bebé.
El sistema médico en un gran porcentaje no comprende los tiempos fisiológicos del parto ni los tiempos de las díadas compuestas por mamá – bebé.
Vivimos en un mundo acelerado que parece no querer detenerse a honrar la vida en su momento de inicio, en sus primeros pasos.
El sistema apura, nos apura y luego no sostiene lo que sucede después ni la marca que ello deja en los involucrados.
En estos tiempos donde los viejos paradigmas se encuentran sobre el tapete y resulta imprescindible revisarlos para evolucionar como sociedad, me vuelvo a horrorizar por los motivos de la época del Neanderthal que justifican el desvío atroz entre los porcentajes de la tasa de cesáreas propuestas por la OMS y lo que sucede en España. Entre ellos citan: “medicalización del parto”, “cambio del perfil de las embarazadas”, “falta de personal y recursos especializados en sanidad pública”.
Según la OMS y a partir de un consenso profesional que data de 1985, se estableció que una tasa ideal de cesáreas podría ser del 10 al 15%. Sin embargo, ya en ese entonces, se advertía del aumento creciente de intervenciones en las que no era necesaria la cesárea como modo de dar a luz y se resaltaban las tremendas repercusiones sobre la salud integral maternofetal derivadas de intervenciones innecesarias.
A propósito de esto, Michel Odent en sus textos propone retornar a la ciencia del amor y dejar de medicalizar el embarazo, parto y puerperio y utiliza un término maravilloso para designar todo aquello que genera en nosotros un efecto negativo y no deseado: “El efecto nocebo”. Odent nos propone incluir en este término las intervenciones innecesarias de manera verbal que muchas veces utiliza el sistema de salud para dirigirse a mujeres embarazadas o parturientas, así como comentarios fuera de lugar o bien diagnósticos imprecisos basados en presunciones e hipótesis personales de los profesionales. El efecto es aquello que causa en las usuarias de los sistemas de salud y el impacto que eso puede ocasionar en su salud física, mental y espiritual.
En este terreno ingresan las cesáreas, el latiguillo con el que muchas veces el sistema asusta a las mujeres embarazadas con frases como :”Si no se da vuelta para X semana, programamos la cesárea”, “Te esperamos hasta la semana X, sino a cesárea”, y la lista continúa.
Me pregunto… ¿Por qué el sistema necesita apurarnos, intervenirnos y marcar nuestros cuerpos de ese modo? ¿Será que el sistema cree que de ese modo dejaremos de parir?
Siento que hoy más que nunca necesitamos seguir difundiendo información, los derechos de parto y nacimiento, seguir visibilizando y problematizando porque es nuestra responsabilidad que los nacimientos vuelvan a ser ese espacio amoroso y seguro que respeta la fisiología de los tiempos de la mujer y la neurobiología del vínculo de la díada.