La erótica del parto
Me despierto, no puedo dormir. Me siento rara, pero no se porque. Hace fresquito en el piso,...vuelvo a la habitación y busco en el cajón a oscuras - No vaya ser que se despierten los demás - mis mejores calcetines, las que uso para hacer esquí de travesía. Para el parto lo peor son pies fríos. Me llegan hasta las rodillas ¡que gusto! Voy a la cocina y me hago una infusión. Y allí me quedo, delante del microondas, con la lámpara fluorescente encima - debí haber pensado en una luminaria más discreta a tiempo...- y saco un libro de cocina. Siempre me ha gustado mirarlos, pero ahora paso las páginas y se me abre un mundo nuevo.
Miro el pan, como se levanta con la levadura fresca y el calor. Miro un tomate y lo asocio a las curvas de las mujeres...¿qué me pasa? Miro todos estos platos deliciosos con gelatina, con salsas de miles de colores, cremosos. No tengo hambre, pero me apetece algo dulce. Me pongo a buscar y encuentro unos dulces austriacos, mis favoritos. Como si estuvieran allí esperando para una ocasión especial. Sigo mirando el libro, es de una cocinera de tres michelines - mhmmmm- hace un año tuvimos el placer de comer en su restaurante, nuestro regalo de Navidad. Nunca he mirado las fotos de esta manera; me asaltan los platos. De repente asocio la imagen a unas vaginas moviéndose, abriéndose, impresionante. En realidad es un plato de unos ravioli, y me pregunto si el fotógrafo pensó lo mismo al hacer la foto o es que yo estoy un poco pirada. ¡qué comida más erótica!
Hago la prueba - por si acaso - y cambio de libro, uno normalito, también de cocina, pero con fotos menos profesionales. Me sigue pasando lo mismo. Empiezo con contracciones. Son tan leves que todavía no se notan casi, hay que cerrar los ojos y estar atento para sentirlas...
Sigo allí descubriendo ingredientes increíbles, soy incapáz de quedarme con sus nombres, pero en el momento que las leo me parecen preciosos, excitantes y cada página me sorprende. - ay, así, cerrando los ojos, bajando en cuclillas y colgándome de la encimera desaparece el dolor- Me acuerdo de Raquel, que hacía la merienda para su hijo mientras estaba de parto. Siempre me encantó ese detalle, haciendo vida normal porque parir es parte de esta vida, así que me pongo a preparar la merienda para mis hijos, pinto con cariño sus símbolos en etiquetas. ¡Cómo huele el pan! Otra contracción. Se empiezan a alargar. Y se me hace evidente la conexión entre la comida y el sexo (el parto).
Una hora después, justo antes de amanecer, nació Anna a los brazos de su padre, tranquila y con los ojos bien abiertos.
Una semana después del parto, en un momento tranquilo, vuelvo a coger y abrir este mismo libro de cocina. No se lo que espero, pero allí están las mismas fotos y sus recetas. Sí, son fotos bonitas, pero las miro y punto. Así que realmente he estado colocada, ¡Qué capacidad tiene el propio cuerpo de auto- estimularse cuando le dejan! Por cierto, tengo una amiga que me dijo una vez: "Ya no puedo comer ravioli sin pensar en tu parto"
Hoy Anna cumple su primer año, la vamos a encender una vela y cantarle en el cuarto de baño, donde nació. ¡A ver si esta noche le cocino algo especial!
La cocinera de estos platos se llama Johanna Maier y su restaurante se encuentra en un pueblo austríaco llamado Filzmoos, cerca de Salzburg.