Confía en mí: cuando no hace falta el plan de parto
Por Juana N.
Seguro que todas hemos escuchado a algún ginecólogo o matrona respetuosos –de esos que “hacen partos naturales”– decir que no hace falta que les presentemos plan de parto, porque ellos ya hacen siempre todo natural, respetuoso, lo mejor.
Hasta he oído a un ginesaurio decir que si alguien presenta plan de parto es porque no confía en él. Que si confías en tu ginecólogo, no hace falta plan de parto. Con lo cual, alguna comadre suspicaz sigue la lógica y deduce entonces que tampoco pedirá que firmemos el consentimiento informado que redactan ellos, ya que todos confiamos tanto.
El plan de parto no es un tema de desconfianza. En cierta manera, hasta me animaría a decir que es justamente al revés. Si el plan de parto y nacimiento es un arma, si lo escribimos para defendernos de malas praxis y abusos, igual lo que tendríamos que replantearnos es si verdaderamente elegimos parir en un lugar y con unos profesionales que sentimos tan hostiles y amenazantes. Un plan de parto no es un escudo, es una expresión de deseo y voluntad. Un papel firmado que tiene tanto peso como nuestra palabra, ambos son nuestro consentimiento informado. Por ley, deberían de ser suficientes. Pero, como muchas también ya sabemos, por muchas copias certificadas que hayamos mandado, depende de quien nos esté atendiendo en ese momento que se respete o no nuestra decisión informada.
Un plan de parto solo sirve justamente cuando hay confianza.
Confianza para saber que la expresión de nuestros deseos y decisiones no hará que nadie se sienta inseguro.
Confianza en que nuestra voz no será razón para que nos “cojan manía” y nos atiendan con menosprecio o condescendencia o, peor, que nos hagan receptáculos de prácticas innecesarias con el único fin de humillarnos con el “ahora te vas a enterar”.
Confianza en que entiendas que expreso mi voluntad porque es mi parto, mi cuerpo, el nacimiento de mi hijo. Y tengo derecho a que se me atienda según la mejor práctica y respetando mis deseos. Confianza en que mi empoderamiento no te dé miedo, sino que lo celebres porque tu lugar es el de cuidarme, informarme y acompañarme, no es “hacerme partícipe” ni “darme protagonismo” porque todo eso ya es mío intrínsecamente.
Confianza en que entiendas que tú harás tu trabajo lo mejor que sabes y puedes según tus conocimientos, y yo expreso mi voluntad porque soy única y aunque confíe en ti, soy distinta a mi comadre y cada una tenemos expectativas distintas según nuestra experiencia y forma de ser.
Yo confío en tu forma de trabajar, en que me atenderás con cuidado y respeto. Por eso te he elegido.
Ginecólogo y matrona, os elijo porque confío en vuestro conocimiento y experiencia, os elijo porque con vosotros me siento bien. Si vengo con mi marido o mi mujer, es porque quiero que mi amante esté, no porque confíe menos en vosotros. Si vengo con mi madre, mi amiga o mi doula, es porque las quiero a ellas presentes, no porque confíe menos en vosotros y me falte cariño vuestro. Lo que yo elijo y decido no es porque vosotros hacéis mal vuestro trabajo, es porque es mi parto y yo decido cómo quiero que sea. No se trata de vosotros, se trata de mí. Mi parto, mi vagina, mi útero, mi hijo.
La confianza, las preferencias y las decisiones son mías. No necesito vuestro permiso ni vuestra opinión. Necesito vuestro respeto y vuestra sabiduría, vuestro saber estar y profesionalidad. Y creedme, si no sintiera que hacéis bien vuestro trabajo, que sois lo suficientemente cariñosos, profesionales y cercanos, me iría a parir a otro lado. Que como todos sabemos, por suerte tenemos libertad de elección y opciones varias.