#OVO: Violencia obstétrica en el posparto
Como podéis imaginar, al Observatorio de la Violencia Obstétrica nos llegan todo tipo de relatos de abuso de poder en la atención perinatal. Gracias a todas las mujeres que los compartís con nosotras y nos permitís así aprender y reflexionar cada día. Este es uno de ellos...
Por María
Cuando pensaba en violencia obstétrica, siempre la relacionaba con el embarazo y el parto. Hasta que Eva relató lo que le había pasado en el Hospital de Cabueñes en Gijón, cuando pocas semanas después de dar a luz en otro hospital, mucho más respetuoso, acudió derivada por su matrona al servicio de urgencias por un problema en los puntos.
A Eva le atendió una residente que se notaba que llevaba poco tiempo allí y, tras examinarla, le surgieron dudas y decidió consultarlo con el ginecólogo que estaba de guardia.
Esta residente recibió una lección de cómo infantilizar y humillar a una mujer. Tras decirle qué tenía que hacer, se dispuso a irse porque tenía prisa, a pesar de que la chica no sabía muy bien cómo actuar. Al final accedió a quedarse, no sin antes hacer hincapié en la prisa que tenía, y cuando la chica intentaba cortarle el punto, las quejas de Eva por el dolor que sufría vinieron seguidas de continuos reproches por parte de este señor. Eva explicó al ginecólogo que había parido a su hija sin epidural, y que si decía que le dolía, era que le dolía. Así que, con sorna, a modo de burla, el ginecólogo le contestó: “¿Quieres que no te duela?, pues ala, vamos a poner anestesia”. Cogió un bote, le roció la zona, y Eva empezó a sentir un ardor inmenso. Le era inevitable gritar. Pidió por favor que le echaran agua, y riéndose, este señor le enseñó el bote para que viera que no le estaba engañando, que lo que le había echado era anestesia. La residente insinuó que quizá el spray aplicado sobre la herida abierta podría haber sido contraproducente.
Eva seguía pidiendo agua, el dolor era insoportable. Con el mismo tono de burla, el ginecólogo le dijo: “¿Que ahora quieres agua? Pues ala, agua. Mira el bote, para que veas que no te engañamos”. Le echó suero y Eva notó algo de alivio.
La residente le intentó cortar el punto, pero Eva decidió irse, tenía más dolor en ese momento que cuando había llegado. Al día siguiente fue hasta el hospital donde había dado a luz. En cinco minutos le habían quitado el punto sin ningún tipo de problema.
Me pregunto si la residente que atendió a Eva habrá pensado en lo que vivió ese día, si le habrán surgido preguntas, si habrá tenido respuestas.
Espero que gracias a este señor, del que en teoría debe aprender desde el punto de vista médico y ético, se dé cuenta de las vejaciones a las que están expuestas las mujeres que acuden al Hospital de Cabueñes, ya sea para una revisión o para parir. Y tengo la esperanza de que luche contra ello.
He sentido una rabia tremenda al leer la experiencia de esa mujer. Y deseo de todo corazón que la residente haya aprendido bien la lección. Porque en ocasiones, esos ejemplos a no seguir, nos enseñan mucho más como queremos comportarnos en la vida. Animo a Eva a escribir una carta de queja ante semejante "profesional".