La sala de lactancia
La primera que vi estaba en el aeropuerto de Málaga, hará ya 5 ó 6 años. Yo por aquel entonces ni era madre ni tenía planes de serlo a corto plazo y recuerdo que me produjo bastante curiosidad ¿qué habrá detrás de aquellos altos paneles? ¿Estará lleno de mujeres dándole el pecho a sus hijos?
Luego vino mi niño, al que he amamantado en todas partes. Si tuviera que enumerar los lugares en los que le he dado el pecho, casi me sería más fácil pensar en dónde no lo he hecho: por ejemplo, en una sala de lactancia.
Puedo recordar también ahora la primera vez que vi una sala de lactancia con mi hijo en brazos. Estaba en la estación de trenes de Málaga, al lado de los baños. Pensé: ¿se supone que me tengo que meter aquí a darle el pecho a mi niño? Pero si lleva mamando todo el día en la calle… Esta vez no me iba a quedar con la curiosidad y me asomé: era igual que los baños de la estación, pero sin wáteres ni lavabos, ni ventanas (claro), solamente había un sillón y un par de taburetes. Nada más.
Desde entonces he vuelto a ver muchas más, en estaciones de tren, de autobús, centros comerciales y, por primera vez la semana pasada, en el centro de salud (la han montado detrás de unas cortinas como las que separan camas en los hospitales).
Mi relación con ellas era de cero grados, como dice el chiste, ni frío ni calor, ni yo entraba a darle el pecho ahí a mi hijo, ni… ¿ni pasaba nada por no hacerlo?
Fue sencillo lo que pasó. Estaba en unos famosos grandes almacenes porteando a mi niño, que iba mamando en la mochila, cuando una dependienta me invitó a meterme en la sala de lactancia: “Perdona, al fondo tienes la sala de lactancia.” Eso fue todo. A lo que yo contesté: “no hace falta, gracias”. Y ya está. Pero esa breve interacción me hizo pensar.
Y pensé. Intenté dar con la necesidad a la que suponían estar respondiendo estas proliferantes salas de lactancia. Y, de repente, una bombillita: ¡el sacaleches! ¡Seguro que son para las madres que usan sacaleches! Tenía a la persona idónea para confirmar mi hipótesis: mi amiga D., madre española feminista residente en EEUU y que había usado el sacaleches con sus dos peques. Así fue como, en su habitual tono tajante y elocuente, me contestó: “claro que no es para eso, Ro. Si no, ¿por qué están todas en los lugares en lo que las madres normalmente están con sus hijos y no en los puestos de trabajo?
Pues nada, sigo como estaba. Sin entender muy bien el porqué de las salas de lactancia en nuestro país. Un país donde culturalmente nunca ha sido un problema dar de mamar en público. Solo sé que cada vez que damos el pecho en una de esas salas, se hace más invisible este acto, un acto tan natural y antiguo como la vida misma.