Y a ti, ¿te pidieron perdón?

Este texto llegó a la lista de Apoyocesáreas de la mano de Roser, que nos lo ha cedido para su difusión. Mujeres que habitáis esta cueva, estos días he vivido una experiencia tremenda que, de manera transversal, me ha hecho reflexionar sobre lo que nos ocupa en esta lista.
El viernes pasado mi madre fue a hacerse una colonoscopia de rutina, ya que hace dos años tuvo unos pólipos que le quitaron. Ahora no tenía. Pero la prueba casi le cuesta la vida. Le perforaron el intestino y le tuvieron que extirpar el sigma. Muchas horas de espera, UCI, nervios. Los médicos no tenían claro que el empalme tuviera éxito ya que, aunque era una operación de urgencia, tardaron mucho en intervenirla. Cuando el intestino empezó a funcionar expulsaba sangre y coágulos en cantidades exageradas. Todos, ella misma, temíamos que no saliera de ésta. Cabía la posibilidad de intervenir de nuevo. Incluso le hicieron una prueba metiéndole un tubo por la nariz hasta el estómago para comprobar si se le había hecho alguna úlcera, luego nos enteramos de que igual no hacía falta ya que la sangre era roja y lo que buscaban solo estaba justificado si hubiera sido negra, pero era una situación desesperada.

Afortunadamente, parece que todo vuelve a su sitio pero tiene todo el cuerpo humillado. Le sale un hilo de voz, tiene los brazos hinchados y derramados por los goteros, la barriga derramada por las varias cicatrices de la operación y la sensación de que la vida es incontrolable. Me decía desconsolada y asustada cuando se barajaba la posibilidad de volverla a operar: "Pero no me pueden obligar, ¿verdad?". "Por encima de mi cadáver", le dije. Y luego le expliqué que existe la Ley de Autonomía del paciente.
Nunca ha cuestionado la lucha sanitaria que he llevado estos años, ella misma no se cuestiona sus cesáreas, pero por primera vez me ha dicho que nos admira. Por informarnos y tomar el control. Ahora ha visto la yatrogenia de cara, que casi la mata.
¿Qué tiene que ver todo esto con nosotras? El médico que le estaba haciendo la colonoscopia estaba lívido de horror, se pasó por la UCI varias veces, ha ido a verla a planta cada día, le ha pedido perdón de todas las formas posibles. Aunque una de las veces estuvo poco afortunado y tuve que llamarle la atención. Pero era de los nervios que tenía el pobre hombre. Al fin y al cabo fue un accidente, una de las posibles complicaciones de la colonoscopia. Infrecuente pero posible. Por eso existen los consentimientos informados.
Que levante la mano alguna mujer (ojalá haya alguna) a la que le hayan pedido perdón porque el bebé haya tenido bradicardias por la epidural o la oxitocina sintética después de presionarla para que se las pusiera. ¿Nos han pedido perdón por no saber atender un parto de nalgas y practicarnos una cesárea arriesgando nuestra vida? ¿Por algún postparto complicado por una cesárea evitable? ¿Por acabar el bebé en la UCI por insuficiencia repiratoria tras parto medicalizado o cesárea? ¿Por alguna lactancia fallida por su mal acompañamiento? A nosotras nadie nos pide perdón porque lo que nos pasa es exactamente eso, que sufrimos violencia obstétrica. Aceptada socialmente hasta el punto de que nosotras mismas tardamos en reconocerla.
Vienen a Apoyocesáreas mujeres con experiencias diversas. Algunas cesáreas necesarias y respetadas, pero la mayoría no. Inducciones fallidas. Medicación, anestesia o sedación que ponen sin avisar, sin pedir permiso. Mujeres a las que no ha hecho efecto la epidural y las han abierto en canal igualmente, como una tortura.
Lo de mi madre ha sido yatrogenia, sin más. Pero ¿cuántos de nuestros casos, en lugar de ser yatrogenia, son negligencia? ¿Cuántas veces justificamos sus acciones porque sabemos que no nos van a pedir perdón? Ni si quiera lo van a reconocer. Por eso es violencia, cultural.