Utilizamos la palabra crisis, que tiene una connotación negativa, porque la madre quizá viva estas fases del crecimiento del bebé como un problema, pero este se encuentra perfectamente y no le pasa nada. Si la madre conoce las circunstancias que puede encontrar en estos momentos, probablemente las encuentra normales y sabiendo que el bebé está bien, recupera su tranquilidad.
En torno a las 3 semanas, al mes y medio y a los 3 meses, muchos bebés tienen unos días "raros" en que están algo más inquietos, lloran más, duermen peor, maman más a menudo, se agarran al pecho y de repente se estiran, lo sueltan, lloran... Posiblemente esto tenga relación con la aceleración normal en su velocidad de crecimiento que condiciona una mayor demanda de leche.
Amamantar a demanda (sin limitación en cuanto a frecuencia y duración de las tomas) permite al pecho producir más leche cuando el bebé la necesita. Recordemos que el pecho es una fábrica, no un almacén, y a mayor estímulo (succión del bebé) mayor producción. Una vez logrado este propósito, al cabo de 2 a 3 días, el bebé retoma su ritmo.
No todas las madres perciben estas "crisis de crecimiento". Puede darse que madre e hijo vivan una lactancia muy bien establecida en la que la madre esté satisfaciendo las señales de hambre del bebé y no se dé cuenta de que durante unos días este demanda con más frecuencia, por haberlo integrado completamente en su vida cotidiana.
A los 17-20 días de vida
Una vez el niño ha recuperado el peso del nacimiento (en circunstancias normales ocurre antes de cumplir los 15 días de vida) y la lactancia materna está bien establecida, pueden darse cambios que, en ocasiones, son motivo de preocupación. Un cambio en la frecuencia de demanda del bebé, unido a que el pecho empieza a recuperar el tamaño anterior al embarazo, puede ser interpretado por la madre como que "no tiene suficiente leche" o "el bebé se queda con hambre", lo que le produce intranquilidad.
El bebé necesita más leche y para ello demanda con mayor frecuencia a la madre. El pecho, al tener más estímulo fabricará más leche y el niño tomará más cantidad que antes.
A las 6-7 semanas de vida
Hacia el mes y medio de vida, las madres pueden notar que se repite este aumento de demanda del bebé. De nuevo, el niño necesita más volumen de leche y para ello vuelve a aumentar la frecuencia con que demanda pecho. Este incremento puede ir acompañado de una conducta alterada por parte del niño cuando está en el pecho: se pone muy nervioso, mama dando tirones, llora en el pecho, arquea la espalda (con el pezón en la boca), tensa las piernas...
Al igual que en la "crisis de los 17 días", una vez normalizada la situación, los niños vuelven a su ritmo normal.
cuando está en el pecho: se pone muy nervioso, mama dando tirones, llora en el pecho, arquea la espalda (con el pezón en la boca), tensa las piernas...
Al igual que en la "crisis de los 17 días", una vez normalizada la situación, los niños vuelven a su ritmo normal.
A los 3 meses
En general, se habla de la crisis de los 3 meses describiéndola como un momento en que pueden darse estas circunstancias:
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El bebé ya no pide pecho tan a menudo, algo que la madre puede interpretar de diversas formas: no tiene hambre, no quiere comer o la rechaza.
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El niño que antes se mostraba encantado de pasar largo rato prendido al pecho, hace ahora tomas de escasos minutos.
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La madre se nota los pechos blandos, lo que atribuye a una producción insuficiente de leche.
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El bebé se distrae por cualquier cosa y a menudo rompe a llorar al poco rato de haber empezado a mamar.
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El bebé engorda menos, lo cual puede reforzar la sensación de que pasa hambre.
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El bebé se chupa el dedo o la mano, lo que puede interpretarse como un signo de hambre.
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A menudo hay una disminución en la frecuencia de las deposiciones del bebé. La madre puede interpretar esta menor frecuencia en las deposiciones como señal de una ingesta insuficiente.
Por ello, si la madre percibe "la crisis de los tres meses" y en ese momento no encuentra apoyo adecuado, sino consejos y recomendaciones desafortunados de su entorno cercano o de los profesionales a los que acude, es a menudo el momento en que se inicia la suplementación con leche artificial y el abandono paulatino de la lactancia materna.
A los tres meses los bebés son expertos en el arte de la succión, y en una toma de escasos minutos pueden extraer toda la leche que necesitan. A partir de los tres meses suele ocurrir que los bebés se distraen por cualquier cosa a la hora de mamar. La sana curiosidad del niño lo va a impulsar a dejar de mamar para oír qué pasa a su alrededor, y las madres es posible que se desesperen por ese comportamiento.
Por supuesto la madre tiene leche suficiente y la capacidad para fabricar toda la que el niño necesite pues el cuerpo materno se adapta para aumentar la producción de leche.
Algunas cosas que podemos hacer:
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No se debe forzar a un niño a mamar ni insistir demasiado para que tome el pecho, puesto que el resultado puede ser justamente el contrario.
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En ocasiones puede resultar útil dar el pecho en penumbra y en silencio, puesto que cuantos menos estímulos externos haya, más tranquilo estará el bebé.
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No esperar a que el niño llore para ponérselo el pecho, pues cuando un bebé llora ya está nervioso y mamará peor. Además, es posible que lleve rato pasando hambre. Estar atentos a los signos precoces de hambre: movimientos de cabeza, bostezos, llevarse la mano a la boca o hacer sonidos de llamada. Mucha paciencia.
"Como es la madre la que está en crisis, en sus manos está la solución: deje de preocuparse, y ya no hay crisis. Pecho a demanda (y eso incluye dejar que suelte el pecho cuando lo quiera soltar) y nada de biberones."
Carlos González, "Un regalo para toda la vida".